“El
Dorado” es, en contexto, un título estafador. Es el calificativo de un night
club que era el eje de la vida LGBTQ+ en los años veinte y principios de los
treinta —en lo que en aquel tiempo se llamaba la República de Weimar—, antes
del advenimiento al poder del nazismo. De hecho, se dice que “El Dorado” fue el
bar nocturno que valió de musa el KitKat Club notorio en la película de Bob
Fosse, “Cabaret”.
La
cinta narra que había decenas de tabernas dedicadas, concretamente, a
homosexuales, lesbianas, trans, cada uno con un público espaciado. Entre sus
asiduos estaban individuos que ya asomaban como perfiles del Tercer Reich, pero
hasta en aquel tiempo, sus vidas privadas alcanzaban mantenerse fuera de la
pública. Pero también, cuenta la leyenda del tenista alemán
Gottfried von Cramm —una figura del deporte de ese país en los años treinta—
que estaba bajo la mira del régimen nazi, por tener una relación homosexual con
un individuo, que además era judío.
Por
lo demás el filme es una mirada retrospectiva que topa los
resultados ideológicos y sociales de etapas básicas de la nación germana
durante una parte del siglo XX. En esta
desmitificación, el aparato fílmico atañe sin anacronismo alguno, emparentado a una visión
coetánea de lo que significa el ser homosexual. Todo apoyado en una banda
sonora –en la que fluyen temas del momento.
La
familiaridad entre todos los personajes observados se mueve entre el beneficio,
el deseo, la soledad, la franqueza y la tensión sexual. Esto último explica el
propósito del filme, que insinúa una reescritura histórica favorecida por la
ausencia de ambigüedad y la evolución de un rol que no deja de ser una
inestimable guía que anda las postrimerías de un modelo de vida que “voló por
los aires”. La interpretación de los personajes, no es más que una anuencia de
un viaje por instantes verista que brinda un matiz inédito y concreto de
asuntos convertidos en certificados, y no una ucronía que haya tenido cabida en
la prosa y en la pantalla. Todo cambió en 1933 cuando Hitler llega al poder y “El
Dorado”, de ahí en adelante, resignará a lo que fue en la vida nocturna en
Berlín [por motivos irrebatibles, ya que el lugar de encuentro fueron cerrados].