Lo primero que habría que decir es que es un relato
dividido por varios capítulos, y que al compás de la excelente partitura musical
de Juri Seppä, Tuomas Wäinölä, el ritmo
del filme finlandés y escrito y dirigido por Jalmari Helander, genera por momentos acción trepidante,
y cargada de verosimilitud, diría que hasta antes de llegar al último tercio de
la trama, donde pierde [o se acepta] que estamos ante un filme con dosis de humor
negro.
Su protagonista, un buscador de oro que, en los años
40, franquea los páramos de Laponia, es un ser solitario que se enfrenta a todo un ejército de invasores
alemanes en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, un individuo sin
nombre, de pocas palabras cuyas heridas particulares de la vida misma, se le distinguen
sobre un semblante curtido y de mirada despiadada. Y es en medio de esos
agrestes panoramas más septentrionales, donde nos encontramos con un individuo
que "había resuelto renunciar a la guerra, para siempre".
Hay que destacar de este filme
—la película finlandesa más
cara hasta la fecha—, resulta ser de una acción atrevida, ostentosa y de buen
humor, que encontró sin esfuerzo alguno a las multitudes, en festivales de cine para su aceptación o rechazo. Con algo
de olor a lo "Inglourious Basterds" es una película de un solo tono
de sarcasmo, y que logra mantener dicho tono con espíritu a lo Tarantino.
Alegremente exagerado, utilizando explosiones y gore
con un efecto cómico tan hábilmente diseñado, bien pudo mantener la credibilidad
de sus dos primeros tercios y dejar precisamente el último, para rescatar al
héroe sin tanto color pomposo. La combinación de contenido impávido [nuestro
héroe es tan lacónico que no expresa una sola expresión hasta el desmayo] y la
violencia extrema interpretada, obliga y consigue escaparse la monotonía a
través del interesante manejo actoral de almari Helander para con Jorma
Tommila. Un filme pues para pasar un rato de entretención y una arquetípicas
sin caricatura, aunque de pronto pareciese que sí.