La primera versión de esta saga [“En busca del arca
perdida”] y si no me falla la memoria,
la vi en Madrid en su estreno en la sala de cine Palafox (1981) y la reciente
entrega del mítico arqueólogo Indiana Jones, en Cineland. Mucho tiempo ha
pasado, pero lo que debo de resaltar en primera instancia, es que no se ha
perdido el tono, y su artilugio de aventura a todo dar.
En la primera entrega (198), Spielberg saca adelante
un filme con la partitura incesante de John Williams y un Indiana Jones
enfrentado a las más difíciles ocasiones en 1936. En realidad es más que una
película; es un inventario de aventuras. En cuanto a los lugares, alude las
junglas de América del Sur, el interior del Tíbet, los desiertos de Egipto, una
base submarina oculta, una isla aislada, dos tumbas olvidadas y un aula de
arqueología estadounidense. Y pare de contar.
Pero, ¡en fin! Qué podemos analizar de esta propuesta
2023, donde su director James Mangold pone todo en el acelerador. Varias cosas:
la película emplaza su arranque en la feliz clausura del cruel proyecto nazi,
en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, y luego se traslada hasta el
Nueva York de finales de los años 60, donde hallamos a Indiana Jones convertido
en un viejo cascarrabias, al borde del retiro como profesor y del divorcio.
Todo lo malo parece haberse apoderado de nuestro héroe, pero todo cambia cuando
la aventura llama a la puerta.
Entonces, y con base en lo anterior, es que reafirma
su sentido de filme de aventura a tope, y dirigido al gran público. En este
contexto atrapa desde la primera toma, y si Mangold no es Spielberg, su ritmo
firme, la iluminación y los primeros planos, señalados por la música, nos
arriman a la nostalgia, arrebatan muchas emociones, y apoya el placer de la
identificación. Todos —de alguna manera— nos creemos un poco Indiana: igual de
memorable, decidido, y tan sabio en sus saberes con algo de torpeza. Mangold
prefiere la espectacularidad. La pantalla es más teatro en tercera persona,
relato épico.
En el primer tercio del filme, a manera de prólogo
vemos Harrison Ford muy joven [la tecnología deage que se emplea sobre el
rostro de Harrison Ford es otro cuestión a tratar], y nos introduce tema y
personajes. El advenimiento del cine digital —entre las cuales destaca el borrado, a
golpe de pixel—, de las huellas sobre el transcurso del tiempo. Cabe explicar
que este nuevo paradigma estético, vigoriza la inmortalidad de los mitos, pero asimismo,
para los más puristas de la imagen, genera distorsiones. ¿Qué quiere esto
decir? Que a los que ya estamos curtidos: el arranque de “Indiana Jones y el
Dial del Destino”, que cuando el CGI se disminuye. Pues todo es más factible.
Aunque después y hasta el final del largometraje, me parecen
muy abruptas casi todas las transiciones de un lugar [país] a otro. Por otro
lado, algo a resaltar es que hay más de un Deus ex machina [no voy a cometer
spoilers], pero es cuando algo de la trama que se soluciona a través de un
elemento, personaje o fuerza externa que no haya sido aludida con anterioridad,
y poco tenga que ver con los personajes, pero sobre todo, con la lógica interna
de la historia.
Lo anterior resta bastante a la aventura de Indiana
Jones como película, sobre todo la credibilidad de las situaciones más latentes
para el espectador. Por lo demás, un filme entretenido que no dejará de
asombrar a todos sus fieles seguidores. Y otro asunto: el tiempo pasa, nuestros
héroes envejecen, pero como señala “Indiana Jones y el Dial del Destino”, aún
es viable proteger viva la llama y la pasión por el discernimiento que habita
en el corazón de esta eterna odisea.