domingo, 29 de diciembre de 2019

Portrait de la jeune fille en feu



No hay armonía sin secreto, ni paraíso sin falsedad, esto parece ser la congoja —y consecuencia— de la vida —y la novela—. “Retrato de una mujer en llamas”, de Céline Sciamma es una obra de indiscutible calidad y que a más de un espectador podría llegarle hasta las energías de las mitocondrias.


Película pues que cargada de simbolismos, a primera vista retrata cuidadosamente y sin objeción alguna, las dificultades existenciales de su protagonista; un expediente puntual de ciertas armas del drama. Si bien Marianne, una pintora y Héloïse —ambas heroínas— escudriñan sus vidas y examinan la felicidad, el filme en su intertexto podría entenderse como el peso de la soledad —que no aislamiento— y el precio de los traspiés, dejando a un lado los “dictados del corazón”.

No es que estemos hablando de lo adecuado a lo indebido o no, es que la directora del filme confronta la ficción a la pintura (y ahí su maestría) para inventar quizá un fresco social de la Francia del siglo XVIII —y fidedigno— en el que no hay circunstancia en que el comportamiento humano dispute frente a contextos contrarios y poco placenteros: una realidad real. Para este caso que hoy nos ocupa a analizar: el alma de dos seres humanos, muy, pero muy próximos a sus propios intereses: no solo reconocer la libertad del otro, sino el otro cuando es la persona amada y deseada.

Si bien Héloïse impugna ser pintada por cualquiera de los virtuosos que intentan escudriñar su impenetrable semblante. La contradicción sobre el deseo interior y manifiesto de la interlocutora de querer un “retrato de una mujer en llamas”; se erige la edificación de una consideración consumada acerca de la necesidad pasional más íntima y, por ende, nada disparatada. La elección de lo ecuánime en el personaje, no atiende a más exaltación que la conveniente probidad.


Entonces surge la pregunta final a mi juicio en el interior de cada espectador: ¿Qué advertimos cuando observamos una pintura: la fogosidad del que lo trazó o el aliento del que se ofreció a concebirse de modelo?... ¡Vea el filme!

Gonzalo Restrepo Sánchez

Visite. www.elcinesinirmaslejos.com.co 




sábado, 28 de diciembre de 2019

Aniversario de Salida de los obreros de la fábrica Lumière (28 de diciembre de 1895)



Sucedió hace años en un viejo hangar de Lyon, reconvertido hoy en museo y cinemateca. Aconteció tal día como ayer, hacia el final del invierno de 1895, cuando los hermanos Lumière tomaron su nueva invención y rodaron los primeros 46 segundos de la historia del cine: Salida de los obreros de la fábrica Lumière. A estas alturas, la historia es tan conocida que hasta parece innecesario volver a detenerse en ella.


viernes, 27 de diciembre de 2019

Atlantique (cine africano)


Mati Diop de Senegal dirige este filme ganador este año en Cannes con el Gran Premio del Jurado. La cineasta, ha trabajado de ambos lados de la cámara: como actriz (“35 Shots of Rum”) y escritora —y cineasta— de cortometrajes. En esta película sobre un amor imposible y fantasmas —primera película dirigida por una mujer de color en competir en la Sección Oficial—, deja su impronta y sabiduría, aunque deberá aprender más para sorprendernos.


Con actores no profesionales, vale la pena señalar y descubrir a la joven Mama Sane en el papel principal, destacándose precisamente por aquello que no se ve pero se siente; aunque los valores psíquicos del filme en sí, son un tanto superficiales. Ambientada en Dakar, el filme tiene un mundo muy propio, aunque algo desigual en su relato en general, pero que no resta ante ese lirismo del que habla la crítica europea.

Con un primer tercio del filme poco apurado en los asuntos amorosos y casuísticos de los personajes, nos introducimos algo en ese cosmos sorprendente de África sobre lo oculto. Excelente filme pues a pesar de las malas críticas europeas, donde un personaje femenino como Ada, es todo lo que se puede expresar del universo fantasmal ante el psicoanálisis o a la propia naturaleza de su huella.

Concluimos pues que con el tono general de la cinta, mantiene un filme un tanto particular, aterrador y colmado de la añoranza de Ada. Con muchas escenas nocturnas —iluminada por Claire Mathon para "ocasionar muchas sombras azules y rojas"— son sutilmente válidas teniendo en cuenta el cosmos en el que involucra el asunto: “algunos recuerdos sirven como presagios”.

Gonzalo Restrepo Sánchez
Visite: www.elcinesinirmaslejos.com.co

lunes, 23 de diciembre de 2019

The Two Popes



Una de las primitivas evocaciones al cine en el magisterio de la Iglesia surgió en la carta encíclica del Papa Pío XI, “Divini ellas Magistri”, sobre la formación cristiana de la juventud (31-XII-1929). El pontífice entonces, expuso que la educación era compartida —aunque no de la misma forma— por la familia, la sociedad y la Iglesia.


Con un brillante guion de Anthony McCarten (responsable de “La hora más oscura” o “Bohemian Rhapsody”), es elemental señalar que estamos ante dos actores que brillan en sus respectivas caracterizaciones, donde en clave de drama (y comedia) se desarrolla un encuentro entre Joseph Ratzinger, al que da vida un circunspecto e ilustrado Anthony Hopkins, y el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, interpretado por un Jonathan Pryce, ambos muy cerca de la delicadeza y perfección.

A propósito, el papa Francisco ha hecho alguna alusión al cine en las entrevistas y en uno de sus cartas pontificias. En una entrevista explicó que en su infancia iba al cine con sus padres, y en su juventud acostumbraba a ver hasta tres películas seguidas en el cine de barrio. Entre sus filmes favoritos, el Papa ha aludido varias veces “El festín de Babette” (1987) del cineasta danés Gabriel Axel, tal como quedó recogida en la reflexión apostólica “Amoris laetitia” (19-III- 2016).

Volviendo a la película que hoy nos ocupa, si bien todo el filme en su lectura plantea la necesidad de una opinión sobre todo lo que le está ocurriendo a la iglesia hoy día, la imagen del Papa, de la religión cristiana en sí, invita a una reflexión en medio de tanta noticia que avasalla la fe cristiana.

En lo estrictamente cinematográfico, Meirelles no se complica la vida y sin técnicas propias del rodaje documental, su habilidad consiste en examinar, —y sin limitar— a los actores para que estos descubran a sus respetivos personajes y, disponer a partir de ahí, su observación. El director con una cámara sencilla que, en principio solo debe cumplir funciones de emplazamiento en grandes espacios, logra mantener el interés dramático de dos seres humanos, aunque usted los clasifique. Lo dijo Dostoievski: “El secreto de la vida humana no radica en el hecho de que uno vive, sino en para qué vive” (1)

(1) Juan José Muñoz García, Cine y misterio humano, Madrid, Rialp, 2003, p. 19

Gonzalo Restrepo Sánchez

Visite: www.elcinesinirmaslejos.com.co

L'amour est une fête



“Paris Pigalle (L’Amour esté une fete)” del escritor y director Cedric Anger nos muestra a una época en la que la droga, la discoteca, las hembras fáciles y los varones lascivos (y creo que en estas épocas también) sirve para tocar el tema de la pornografía.


Sin remembranza a la mítica y bien valorada Boogie Nights” (1997), aunque muy superior a la cinta francesa, ambas coinciden en lo salpicado de la deshonestidad. Sin esa ruin atadura —o a lo mejor sí— y fascinante decadencia. “Paris Pigalle (L’Amour esté une fete)” agranda todavía más la procacidad al dar por sentado que las películas porno —y los problemas de drogas—, abrazan a una sociedad ávida de ello, según la ideología del filme.

A una colección de personajes y a medida que la cámara deambula con fácil ligereza por una discoteca y sets de rodaje de los filmes porno, la película muestra a todos sus personajes principales —y secundarios— con poca dosis de  profundidad, que hace que estemos ante una historia un tanto banal y de superficialidad en todos sus momentos.


Película pues con muchos mensajes y muchas reflexiones. No es viable percibir el aumento de la prostitución en las sociedades expresamente igualitarias y obligadas con valores de identidad, sin tener presente la perspectiva feminista, según algunos estudiosos. El poder económico, político y simbólico de nuestras sociedades ya no están basados en la imposición, aunque las mujeres carecen de ese roll político, social y económico de los hombres. Y, sobre todo, para lo que ahora nos interesa argumentar: se despojan del “poder simbólico”. Toca redefinir dichos conceptos que observando el filme, el asunto no es nada fácil.

Gonzalo Restrepo Sánchez
Visite: www.elcinesinirmaslejos.com.co





domingo, 22 de diciembre de 2019

The Aeronauts


Para contar esta historia ubicada en el año de 1862, sobre la piloto Amelia Wren (Felicity Jones) y el científico James Glaisher (Eddie Redmayne) quienes se embarcan en un viaje para revelar los recónditos meandros del cielo, los vemos volando en un globo aerostático más alto de lo que nadie lo había experimentado antes.



Así que el relato entre el presente y el pasado de estos dos personajes, el último tercio quizá nos muestra la osadía de estos interlocutores para señalar que el mundo es de los audaces. Y en este sentido no vale la pena pensar en nada más. Historia pues buena que cumple las expectativas y que los personajes son muy próximos a los espectadores ávidos de que no les pase nada.

El film ha tenido una desigual crítica, pero no cabe duda que cumple todos los resortes del cine de aventuras, tan escaso en este siglo XXI. La lección que queda es lo difícil  de explicar al mundo cómo una osadía conlleva al descubrimiento de muchas cosas, pero sobre todo de uno mismo y de lo que es capaz de hacer cuando llegamos a situación extrema (por decirlo de alguna forma). “No cambias el de mundo con solo mirarlo, lo cambias con la forma que eliges vivir en él”, sentencia la piloto la piloto Amelia Wren.

Gonzalo Restrepo Sánchez
Visite: www.elcinesinirmaslejos.com.co



The Lighthouse



Con un “viaje” crescendo al fondo de la esquizofrenia, “The Lighthouse”, es el nuevo filme de Robert Eggers (“La bruja”), que presentó este año en el festival de cine de Cannes, en la Quincena de Realizadores. Experto del terror psicológico, Eggers tras un oscuro prefacio, nos emplaza a una pequeña isla en alta mar —en Maine a principios del siglo XX—, donde los dos únicos y notables interlocutores —un experto farero (Willem Dafoe) y un joven asistente (Robert Pattinson) — les concierne en el mejor (o peor) de los sentidos, entenderse durante cuatro semanas.


Y es que cuando escuchamos en el farero mayor: “si la muerte palidece con un terror agudo, haz de las cuevas del océano nuestro lecho”, estamos ante una narrativa que se vertebra en relación a la analogía del poder y autoridad que se funda entre los dos protagonistas. Un lazo que, con el paso de los días, se va decantando hacia el terreno de la crueldad y la irracionalidad. Y esto es el filme.


Resaltando el histrionismo de los dos actores y donde sus respectivos talentos inclinan los sentimientos de los personajes a un constante y agotador caos y paranoia de un ego que les arrastra a un malestar interior, la malignidad no conoce pequeñeces y, enerva los intereses de un futuro cuando estos dos hombres dejan de evidenciar, a la larga, sus propios sobresaltos mostrados de manera explícita —sobre todo en los primeros compases del filme— y repetidos posteriormente en espantosos momentos, que hacen que esto sea de compleja asimilación para los ánimos fácilmente sensibles del espectador.

Gonzalo Restrepo Sánchez
Visite: www.elcinesinirmaslejos.com.co