lunes, 23 de diciembre de 2019

The Two Popes



Una de las primitivas evocaciones al cine en el magisterio de la Iglesia surgió en la carta encíclica del Papa Pío XI, “Divini ellas Magistri”, sobre la formación cristiana de la juventud (31-XII-1929). El pontífice entonces, expuso que la educación era compartida —aunque no de la misma forma— por la familia, la sociedad y la Iglesia.


Con un brillante guion de Anthony McCarten (responsable de “La hora más oscura” o “Bohemian Rhapsody”), es elemental señalar que estamos ante dos actores que brillan en sus respectivas caracterizaciones, donde en clave de drama (y comedia) se desarrolla un encuentro entre Joseph Ratzinger, al que da vida un circunspecto e ilustrado Anthony Hopkins, y el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, interpretado por un Jonathan Pryce, ambos muy cerca de la delicadeza y perfección.

A propósito, el papa Francisco ha hecho alguna alusión al cine en las entrevistas y en uno de sus cartas pontificias. En una entrevista explicó que en su infancia iba al cine con sus padres, y en su juventud acostumbraba a ver hasta tres películas seguidas en el cine de barrio. Entre sus filmes favoritos, el Papa ha aludido varias veces “El festín de Babette” (1987) del cineasta danés Gabriel Axel, tal como quedó recogida en la reflexión apostólica “Amoris laetitia” (19-III- 2016).

Volviendo a la película que hoy nos ocupa, si bien todo el filme en su lectura plantea la necesidad de una opinión sobre todo lo que le está ocurriendo a la iglesia hoy día, la imagen del Papa, de la religión cristiana en sí, invita a una reflexión en medio de tanta noticia que avasalla la fe cristiana.

En lo estrictamente cinematográfico, Meirelles no se complica la vida y sin técnicas propias del rodaje documental, su habilidad consiste en examinar, —y sin limitar— a los actores para que estos descubran a sus respetivos personajes y, disponer a partir de ahí, su observación. El director con una cámara sencilla que, en principio solo debe cumplir funciones de emplazamiento en grandes espacios, logra mantener el interés dramático de dos seres humanos, aunque usted los clasifique. Lo dijo Dostoievski: “El secreto de la vida humana no radica en el hecho de que uno vive, sino en para qué vive” (1)

(1) Juan José Muñoz García, Cine y misterio humano, Madrid, Rialp, 2003, p. 19

Gonzalo Restrepo Sánchez

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