Sin
lugar dudas, Joachim Trier logra
una obra muestra con un brillante Stellan Skarsgård en el rol de director de cine
(radiante es la escena donde el abuelo regala a su nieto de seis años un DVD de
“La pianista”, de Haneke y de una película de Mónica Bellucci), para plantearnos
en una primera lectura un trauma familiar entre él y sus dos hijas Nora y Agnes
(Renate Reinsve y Elle Fanning). Sin embargo, dos consideraciones bien interesantes
más allá de lo observado:
Por un lado la casa como un elemento cronotrópico cinematográfico nos permite ratificar el inicio conmovedor del filme: un pequeño ensayo que Nora (actriz de teatro) escribió cuando tenía doce años. Y es que ese relato de su propia familia y de la “casa” familiar, hay, como en todas las casas, muchos recuerdos: esos secretos y hasta esas “heridas”. Entonces en el cine y específicamente en “Valor sentimental” plantearíamos que todo gira alrededor de una casa.
Pero otro punto a favor de esta reciente película de Joachim
Trier (“Oslo, 31 agosto”), es que nos “murmura” de la familia, a veces la falta de comunicación,
los problemas que toda familia crea, y una exaltación a las relaciones entre
hermanas y cómo cada una de ellas ha superado la ausencia paterna y el peso de
un padre famoso. Además creo que Trier ha sido uno de los pocos directores
contemporáneos capaces de como la casa se mueve como protagonista serio que acopia
el temperamento de sus dueños, tanto en el entorno como en la ficción del cine.
También y como conclusión de lo observado, al final un
plano secuencia planteado a las dificultades del reencuentro, de la infinita extrañeza
que nos revalida cada mañana como seres humanos. Cuando conjuramos la memoria
para hacerla más clara, apilamos asociaciones: un regocijo quimérico,
desquiciado y hasta paradójico.
