lunes, 23 de diciembre de 2019

L'amour est une fête



“Paris Pigalle (L’Amour esté une fete)” del escritor y director Cedric Anger nos muestra a una época en la que la droga, la discoteca, las hembras fáciles y los varones lascivos (y creo que en estas épocas también) sirve para tocar el tema de la pornografía.


Sin remembranza a la mítica y bien valorada Boogie Nights” (1997), aunque muy superior a la cinta francesa, ambas coinciden en lo salpicado de la deshonestidad. Sin esa ruin atadura —o a lo mejor sí— y fascinante decadencia. “Paris Pigalle (L’Amour esté une fete)” agranda todavía más la procacidad al dar por sentado que las películas porno —y los problemas de drogas—, abrazan a una sociedad ávida de ello, según la ideología del filme.

A una colección de personajes y a medida que la cámara deambula con fácil ligereza por una discoteca y sets de rodaje de los filmes porno, la película muestra a todos sus personajes principales —y secundarios— con poca dosis de  profundidad, que hace que estemos ante una historia un tanto banal y de superficialidad en todos sus momentos.


Película pues con muchos mensajes y muchas reflexiones. No es viable percibir el aumento de la prostitución en las sociedades expresamente igualitarias y obligadas con valores de identidad, sin tener presente la perspectiva feminista, según algunos estudiosos. El poder económico, político y simbólico de nuestras sociedades ya no están basados en la imposición, aunque las mujeres carecen de ese roll político, social y económico de los hombres. Y, sobre todo, para lo que ahora nos interesa argumentar: se despojan del “poder simbólico”. Toca redefinir dichos conceptos que observando el filme, el asunto no es nada fácil.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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