No
hay armonía sin secreto, ni paraíso sin falsedad, esto parece ser la congoja —y
consecuencia— de la vida —y la novela—. “Retrato de una mujer en llamas”, de
Céline Sciamma es una obra de indiscutible calidad y que a más de un espectador
podría llegarle hasta las energías de las mitocondrias.
Película pues que cargada de simbolismos, a primera vista retrata cuidadosamente y sin objeción alguna,
las dificultades existenciales de su protagonista; un expediente puntual de
ciertas armas del drama. Si bien Marianne, una pintora y Héloïse —ambas
heroínas— escudriñan sus vidas y examinan la felicidad, el filme en su
intertexto podría entenderse como el peso de la soledad —que no aislamiento— y
el precio de los traspiés, dejando a un lado los “dictados del corazón”.
No es que estemos hablando de lo
adecuado a lo indebido o no, es que la directora del filme confronta la ficción
a la pintura (y ahí su maestría) para inventar quizá un fresco social de la
Francia del siglo XVIII —y fidedigno— en el que no hay circunstancia en que el
comportamiento humano dispute frente a contextos contrarios y poco placenteros:
una realidad real. Para este caso que hoy nos ocupa a analizar: el alma de dos
seres humanos, muy, pero muy próximos a sus propios intereses: no solo
reconocer la libertad del otro, sino el otro cuando es la persona amada y
deseada.
Si
bien Héloïse impugna ser pintada por cualquiera de los virtuosos que intentan
escudriñar su impenetrable semblante. La contradicción sobre el deseo interior
y manifiesto de la interlocutora de querer un “retrato de una mujer en llamas”;
se erige la edificación de una consideración consumada acerca de la necesidad
pasional más íntima y, por ende, nada disparatada. La elección de lo ecuánime
en el personaje, no atiende a más exaltación que la conveniente probidad.
Entonces
surge la pregunta final a mi juicio en el interior de cada espectador: ¿Qué advertimos
cuando observamos una pintura: la fogosidad del que lo trazó o el aliento del
que se ofreció a concebirse de modelo?... ¡Vea el filme!
Gonzalo Restrepo Sánchez
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