"Tatami" busca cerrar la brecha en la política internacional a
través de la ficción. El largometraje, que se estrenó en el Festival de Cine de
Venecia de 2023, se anuncia como una de las primeras películas narrativas
codirigidas por cineastas iraníes e israelíes.
Zar Amir, quien anteriormente ganó el premio a la Mejor Actriz de Cannes
por su papel en "Holy Spider", protagoniza y codirige
"Tatami" con el cineasta israelí Guy Nattiv, mejor conocido por su
cortometraje ganador del Oscar "Skin". Nattiv también dirigió
"Golda", protagonizada por Helen Mirren.
"Tatami" está basada en hechos reales, y está protagonizada por
Amir como el entrenador de la atleta iraní de judo (Arienne Mandi) que recibe
la orden de retirarse del campeonato mundial de la República Islámica en lugar
de enfrentarse a un competidor israelí.
Primero habría que decir que existe una proliferación de
cine de acción, thrillers y cine de terror en la cartelera, que para la crítica
cinematográfica más de una cinta no aguanta un análisis, sin embargo, en “The
Accountant 2” trabajo del actor Ben
Affleck(personaje
principal también en “The Accountant 1”) sin ser nada del otro mundo, cumple algunas expectativas cinéfilas, pero
muchas del cine comercial.
Y
es que Christian Wolff sigue moviéndose a su gusto a la hora de resolver asuntos
enredados. Cuando un amigo es asesinado, dejando tras de sí un mensaje en su mano
para “encontrar al contable”, Wolff se ve obligado (junto a su hermano Brax [Jon
Bernthal]) a solucionar el caso (una familia desaparecida hace ocho años)
colaborando con Marybeth Medina (Cynthia Addai-Robinson),
subdirectora del Tesoro de Estados Unidos.
En
un plano más profundo, decir que este cine de acción siempre cumple sus expectativas
en ese sentido y que la trama como si buscáramos una aguja en un pajar resulta
hasta bien avanzado el metraje del filme, por momentos desorientadora.
Específicamente me refiero al macguffin del guion (una familia desaparecida,
una red de traficantes y proxenetas y la acción del reservado contable). Y
desde el punto de vista del guion esta línea argumental, y es lo que le
favorece, no tiene ningunapista falsa propuesta a extraviar
las conjeturas del espectador.
Por
eso creo que el filme funciona con un guion escrito por Bill Dubuque. Y es que
lo que empieza como la pesquisa de los miembros de una familia inmigrante, termina
convirtiéndose en la desarticulación de una peligrosa red de traficantes.
Finalmente,este
filme sin poseer abundancia de acción trepidante y de diálogos o enunciados
como puras declaraciones de intenciones —sin subtexto en el que asilarse—. La arquetípica
apariencia de los protagonistas se esfuerza en armarse de recursos precisos, de
acicalar las características de sus papeles tanto como le es posible, aislando
esta de otras recientes representaciones, siempre dentro de los ámbitos
permitidos. En resumen, un filme que dará a otra secuela y unos personajes más
maduros sin tener que ponerse al descubierto y lidiar de frente sin
limitaciones.
No,
no es que sea muy devoto de las películas de terror. Pero no dejo de reconocer
que, si hay algo de gratificante en un filme original de terror y que impone a
los códigos de género es “Los pecadores”. Además, la cinta transmite honestidad
y arrojo. Ambientada en Mississippi en los años 30, “Los pecadores” cuenta la
historia de dos gemelos quienes, tras pasar unos años en Chicago, retornan a su
pueblo para montar un club de blues para la comunidad negra. Coogler vuelve
pues a contar con Michael B. Jordan, su actor fetiche desde “Fruitvale Station”
—ya trasformado en toda una estrella—, brindándole el reto de meterse en un acuoso
doble papel, el de dos gemelos desavenidos a fuerzas oscuras.
En
el sentido musical, la composición de su carácter y los arpegios de las canciones, y los bailes —siendo
la secuencia que traspasa las épocas, es algo excelso— y que con el arresto y
los movimientos del cine de terror es algo verdaderamente incontrastable. Pero,
diría de todo esto que, la película como tal si a alguien debe su extraordinaria
puesta en escena es al director Ryan Coogler. Sin separarse del cine de género,
“Los pecadores” nos habla de la miseria y el racismo, pero, asimismo, de los ritos,
los dogmas y, sobre todo, ese vínculo fundamental con la música de sus interlocutores.
Y es donde el filme emerge con fuerza e interés (no sé por qué, pero, me evoca
de alguna manera a “El color púrpura de Spielberg).
Por
favor, memoricen este director llamado Ryan Coogler, y es que, frente a su
proyecto más esperanzado y personal hasta la fecha, después de una serie de
éxitos que le han otorgado esa posición en Hollywood, posee una absoluta
libertad creativa debido precisamente a que es un genio. Y es que, después de
una ópera prima independiente y patética como “Fruitvale Station” (2013), De
todos modos, el director de cine Coogler ha sido hacendoso en dejar su huella
personal sin dejar de ensalzar la cultura afroamericana.
“Los
pecadores” es pues una película pues cargada de planos sonoro (que nos asfixian
por momentos), pero, dan un valor acusmático virtuoso. En otro orden de ideas,
la cinta a través de los hermanos gemelos Smoke y Slack quienes desean invertir sus ganancias en
montar un club nocturno en Clarksdale, Mississippi, un paraje rural en la que
la gente normal pueda disfrutar de música en directo;vigorizarán
esa llama de viejos amores, y tendrán que superar un pasado que no deseaban
recordar.
Para
finalizar tres ideas. Algo que llama eficazmente la solicitud del filme es la dinámica
presencia de sus interlocutores femeninos, los cuales trascienden más allá de
los propios intereses amorosos, revelándose enérgicas y hasta atractivas, en medida,
gracias a los valiosos “performances” de sus actrices, destacando la formidable
presencia de Wunmi Mosaku en el rol de Annie, una hechicería.
Segundo,
atraviesa el filme ese halo de predestinación y hasta de fatalidad propio del
cine negro clásico, con gánsteres intentando exonerar sus pecados y tropezando
todo tipo de dificultades para conseguirlo (súmele femme fatales).
Y
tercero, presentes todos eso tópicos de las
películas de vampiros y esos signos característicos de la puesta en escenas más
que fenomenológicos por sus aspavientos. Y es que una serie de esta esfera común
se da cita en “Los pecadores” sin ningún arquetipo de timidez, y en ese
derroche de violencia manifiesta y bizarra, y obscenidad y erotismo. Con
una buena dosis de humor, de todas formas, estamos ante un filme inclasificable
y punto.
El cine de terror nunca pasará de moda y existen muchas
razones para sustentar tal aseveración.Desde 1931, cuando la
Universal produjo al mundo versiones de la literatura británica, el cine de
horror (Drácula, Frankenstein, etc.) ha
servido como fructífera “caja de resonancias” a los miedos o angustias
psicosociales. Para Stephen King, el terror tiene libertad en los
presupuestos y no necesariamente con esas estrellas del Hollywood que deban
llegar vivas a la última escena final de un filme.
El
filme que nos ocupa tiene muchas formas de ser abordado, pero, primero habría
que escribir que tiene una rigurosa actuación en la actriz Danielle Deadwyler
(como Ramona) aportando algo de profundidad a este thriller de Blumhouse (“Wolf
Man”), que, por lo demás, mantiene una atmósfera espeluznante, atiborrada de
terror psicológico familiares y una gran cantidad de sustos. ¡Bueno! Todo empieza como unagranja
aislada en la Georgia rural se convierte en un campo de batalla para una madre apesadumbrada
y sus dos hijos en este horror familiar y episódicamente efectivo (me refiero a
las escenas).
Y
digo todo esto porque una vez aparece una misteriosa mujer, todo se vuelve una
pesadilla para Ramona. Y ahí arranca verdaderamente el filme.De
hecho, cuando “esa mujer cubierta toda con un manto negro”, comienza a hacer
sentir su presencia todo parece un infierno. Y es que su trauma inexpresivo del
padecimiento, la culpa y el sufrimiento fraguan su tenebrosa sombra sobre la
familia, y Ramona la desafía a una especie de ajuste de cuentas personal.
Algo
interesante en el filme son los momentos menos exagerados, pero, que resultan
ser son los más impactantes, ya que indaga la consternación desleal de la resignación
de los padres, tanto para una adulta que se siente incapaz —o inclusive reacia—
a ayudarse a sí misma o a cualquier otra persona. Un aspecto que fortifica la
trama de este filme en su género es el que no haya electricidad y que los teléfonos celulares estén sin cargar
(un artificio provocador). Por otro lado, el guion, de Sam Stefanak marcha bien
cuando nos da espacio para respirar. Y no escribo más porque es contar la
película, que siento cubre las expectativas hasta del más exigente cuando de
thriller psicológico se trata.
Este filme del cineasta Federico Atehortúa Arteaga nos
recuerda los momentos ingratos del tema de los desaparecidos, cuerpos sin
identidad en una visión certera de realidades y conflictos de un país cargado
de injusticias sociales. Ya el cineasta en su primer filme “Pirotecnia”parte de una historia
real resumida en una imagen estimada irrebatible: El 6 de marzo de 1906, en la
misma zona donde atentaron contra el entonces presidente Rafael Reyes, donde
fueron fusilados, además, cuatro convictos a muerte. Nos estamos refiriendo al
lugar de Barrocolorado —que sirvió para reforzar el discurso oficial de Reyes.
En esta oportunidad y en el mismo tono y denuncia, “Forenses”
nos “habla” de toda esa odisea por hallar a aquellos seres desaparecidos,
sustentando en la retórica del filme una serie de memorias audiovisuales de
otros filmes y circunstancias para su énfasis argumentativo. La película hasta
llega a involucrar en su discurso, imágenes como “La vie et la passion de
Jésus-Christ” —conocida en español con los títulos “La vida y la Pasión de
Jesucristo, Nacimiento, Vida, Milagros, Pasión y Muerte de Nuestro Señor
Jesucristo y La Pasión” (1903)—. Una cinta francesa muda producida por la casa
Pathé y dirigida por Ferdinand Zecca y Lucien Nonguet.
Y usted se preguntará, qué tiene que ver esta película (e
igual con fragmentos de otros tantos filmes) con los miles de cuerpos desaparecidos
y sus identidades en Colombia. Tendríamos que formular a través de la exposición
en voz en off del filme, que, al igual que la tumba vacía cuando fueron a ver a
Jesús —como alegoría a las desapasiones de seres humanos inocentes—; el
perdón, el adiós, y cierta redención en ellos, son opiniones válidas
emocionalmente hablando, y que nacen estrictamente de un guion revalidando la
idea madre de la película, y una certera invitación: conversaciones sobre temas como el duelo, la
pérdida, el cuerpo, la madurez y la redención.
Sin
desconfiar de la puesta en escena para hacer germinar aquello que se halla
oculto en los rostros, y prudentes reflexiones de todo lo observado, el
cineastaFederico Atehortúa Arteaga—y
por encima (creerán algunos espectadores) de la estructura cinematográfica— brinda
un desarrollo en profundidad sobre la disyuntiva moral e identitario que se esboza
como origen último de los males de este mundo.
Así que, al observar una serie de imágenes de animación, de archivo,
trozos de filme, y las que se ruedan provocan en el espectador una serie
discernimientos capaces de llevarnos a los colombianos que observan el filme,
que estamos ante un país con muchos problemas, y aun poquísimos elementos para
la paz —por mucho que presentemos tal o cual argumento—. En algún momento y a
modo de conclusión viene a mi memoria “El entierro de los muertos” T. S. Eliot.
En su texto nos habla del mes más cruel (mixtura de recuerdos y anhelos).
La pregunta final es: en Colombia serían todos los meses.
Pues laréplica se adivina entre
un cúmulo de imágenes rotas y la desazón que nos embarga.No se trata, pues, de estimular a
través de lo observado. Lo que interesa aquí es la denuncia de un escenario
ampliamente conocido que demanda justicia donde solo hay mutismo.
Esta cinta colombiana dirigida por la panameña Ana Endara
Mislov podría clasificarse como un drama psicológico. El asunto va de esa
extraña relación de amistad —si se quiere ver así— entre una nana colombiana en
Panamá llamada Ana María (Jenny Navarrete) y “Mechi” (Paulina García). Y lo
primero que habría que decir es un tête-à-tête actoral entre las dos actrices.
Un tête-à-tête por dos razones: la primera
sería por esa “conversación intima” que mantiene dos personas frente a frente
(observándose un buen guion co escrito por Endara), y la segunda, por esa charla
íntima entre las dos mujeres donde se revela quien es quien, y que buscan cada
una de ellas en sus propias vidas. Desde esta lectura, entremos al drama
psicológico (por ese retrato de la complejidad de la mente humana) y que
encuentra en la aparente contradicción entre estas dos mujeres, una
confrontación de ideales y deseos que permiten hilvanar una apariencia compleja
que, y en explícitos momentos, ambas revelan sus propias perspectivas de vida.
Y
es a lo largo de ese “encuentro” entre Ana María y “Mechi” (un poco mayor que
su nana y con una demencia incipiente),podría decirse que toda
película sobre el mundo adulto, a la larga es la lucha entre dos mundos —igual
que en el mundo infantil—. Por un lado, el que regularmente subyuga la
narración, y se caracteriza por la aproximación a la realidad desde la
perspectiva de la nana y su idea a la postre de su ¿ilusoria? maternidad (la mente
es así), y, por otro lado, las disparatadas o irracionales ideas con las que
explicar la realidad no solo en “Mechi” sino en más de un personaje (dado el
caso).
Película
pues momentos atascada en unos diálogos, que nos llevan de pronto a unos
valores —estos dramas psicológicos suelen retratar a los adultos como a
personas feroces por la cultura y el sistema—; a diferencia de aquellos (que
obvio, pueden coexistir) puros y fehacientes, pero, que también tienen algo de incitar
a no querer cambiar. Y es que los personajes de “Querido trópico” están a gusto
tal y como son.
Aunque
no existe en este filme el menor atisbo de ironía o comedia, de todas formas,
la cineasta Endara opta por un estilo que juzga querer romper las barreras
entre el documental y la ficción, un acercamiento frecuente dentro del circuito
de festivales. Retratos hiperrealistas (se caracteriza por plasmar la realidad
tal cual es, por decirlo de alguna manera. Incluso esta a veces tiende a ser
exagerada), escenarios tortuosos y esa prerrogativa del ambiente como definidor
de la esencia de los personajes es lo que está a la mano de este cine
colombiano reciente.
La película “Alma del desierto” dirigida por Mónica Taboada-Tapia
y hay que recordarlo, se llevó el premio deQueer Lion del Festival de Venecia y que cuenta
lo que hay detrás de la vida de un hombre trans que hace parte de
la comunidad indígena wayúu. Pero, esto quiere decir que el tema tratado
en la cinta, merece tener eco en la historia del cine colombiano, si bien, deja
el debate sobre la mesa en torno a los temas de ficción, no ficción y falso
documental.
Es
evidente que el espacio juega un rol importante, considerando, además, el
desierto de nuestra Guajira. Aunque, para Foucault, el estudio del espacio no
sería advertir y distinguir su extensión, sino su focalización: cómo puede su
naturaleza y posición moverse dependiendo de las relaciones que sostenga con
otros espacios. Es decir, aquellos espacios que:
[…] tienen la curiosa propiedad de estar en relación con todos los demás
emplazamientos, pero de tal modo que suspenden, neutralizan o invierten el
conjunto de relaciones que se hallan, por ellos, designadas, reflejadas o
reflectadas. Espacios, en cierto modo, vinculados con todos los demás, aun
cuando contradicen todos los demás emplazamientos (Foucault, 1999: 18).
Pero,
vayamos al personaje trans (Georgina) en la cinta que, a modo de vida en pausa,
nos lleva por sus inquietudes y singularidades.Se
podría decir que la joven cineasta colombiana, en lugar de diseñar una
atmósfera desasosegante, no adopta —en parte—, las secuelas que toda propuesta
formalista lleva de la mano: esto es, la captura de los significados dentro de
significantes que, debido a su desorbitada envergadura (el cambio de identidad,
la familia, los amigos y la sociedad). Las imágenes pues y más allá de la
explosión efímera que la emoción proporciona.
Algo
muy importante a aclarar es quela cineasta sin saberlo, adopta
una lógica de baja teoría (Halberstam*), despojando la historia de su
grandilocuencia y centrándose en algunos discursos diegéticos perceptibles y
las interacciones, si bien, en este caso, no escapan a la narración tradicional.
No obstante, ante la pregunta ¿Cuál es la alternativa de todo aquel ser que se
siente distinto, como nuestro aborigen trans? Pues parece fácil de explorar y mi argumento
se basa en no encajar en las normas sociales del éxito social, del género binario
y de los límites heteronormativos. Esto es válido en la medida en que “aquellos
lugares” de entereza creativa, les accedan vivir de otras formas, sin etiquetas
hetero céntricas y sin la presión del éxito atesorado.
*Halberstam,
Jack (2018): El arte queer del fracaso. Madrid: Egales