La película “Alma del desierto” dirigida por Mónica Taboada-Tapia
y hay que recordarlo, se llevó el premio de Queer Lion del Festival de Venecia y que cuenta
lo que hay detrás de la vida de un hombre trans que hace parte de
la comunidad indígena wayúu. Pero, esto quiere decir que el tema tratado
en la cinta, merece tener eco en la historia del cine colombiano, si bien, deja
el debate sobre la mesa en torno a los temas de ficción, no ficción y falso
documental.
Es
evidente que el espacio juega un rol importante, considerando, además, el
desierto de nuestra Guajira. Aunque, para Foucault, el estudio del espacio no
sería advertir y distinguir su extensión, sino su focalización: cómo puede su
naturaleza y posición moverse dependiendo de las relaciones que sostenga con
otros espacios. Es decir, aquellos espacios que:
[…] tienen la curiosa propiedad de estar en relación con todos los demás
emplazamientos, pero de tal modo que suspenden, neutralizan o invierten el
conjunto de relaciones que se hallan, por ellos, designadas, reflejadas o
reflectadas. Espacios, en cierto modo, vinculados con todos los demás, aun
cuando contradicen todos los demás emplazamientos (Foucault, 1999: 18).
Pero,
vayamos al personaje trans (Georgina) en la cinta que, a modo de vida en pausa,
nos lleva por sus inquietudes y singularidades. Se
podría decir que la joven cineasta colombiana, en lugar de diseñar una
atmósfera desasosegante, no adopta —en parte—, las secuelas que toda propuesta
formalista lleva de la mano: esto es, la captura de los significados dentro de
significantes que, debido a su desorbitada envergadura (el cambio de identidad,
la familia, los amigos y la sociedad). Las imágenes pues y más allá de la
explosión efímera que la emoción proporciona.
Algo
muy importante a aclarar es que la cineasta sin saberlo, adopta
una lógica de baja teoría (Halberstam*), despojando la historia de su
grandilocuencia y centrándose en algunos discursos diegéticos perceptibles y
las interacciones, si bien, en este caso, no escapan a la narración tradicional.
No obstante, ante la pregunta ¿Cuál es la alternativa de todo aquel ser que se
siente distinto, como nuestro aborigen trans? Pues parece fácil de explorar y mi argumento
se basa en no encajar en las normas sociales del éxito social, del género binario
y de los límites heteronormativos. Esto es válido en la medida en que “aquellos
lugares” de entereza creativa, les accedan vivir de otras formas, sin etiquetas
hetero céntricas y sin la presión del éxito atesorado.
* Halberstam,
Jack (2018): El arte queer del fracaso. Madrid: Egales