Esta cinta colombiana dirigida por la panameña Ana Endara
Mislov podría clasificarse como un drama psicológico. El asunto va de esa
extraña relación de amistad —si se quiere ver así— entre una nana colombiana en
Panamá llamada Ana María (Jenny Navarrete) y “Mechi” (Paulina García). Y lo
primero que habría que decir es un tête-à-tête actoral entre las dos actrices.
Un tête-à-tête por dos razones: la primera
sería por esa “conversación intima” que mantiene dos personas frente a frente
(observándose un buen guion co escrito por Endara), y la segunda, por esa charla
íntima entre las dos mujeres donde se revela quien es quien, y que buscan cada
una de ellas en sus propias vidas. Desde esta lectura, entremos al drama
psicológico (por ese retrato de la complejidad de la mente humana) y que
encuentra en la aparente contradicción entre estas dos mujeres, una
confrontación de ideales y deseos que permiten hilvanar una apariencia compleja
que, y en explícitos momentos, ambas revelan sus propias perspectivas de vida.
Y
es a lo largo de ese “encuentro” entre Ana María y “Mechi” (un poco mayor que
su nana y con una demencia incipiente), podría decirse que toda
película sobre el mundo adulto, a la larga es la lucha entre dos mundos —igual
que en el mundo infantil—. Por un lado, el que regularmente subyuga la
narración, y se caracteriza por la aproximación a la realidad desde la
perspectiva de la nana y su idea a la postre de su ¿ilusoria? maternidad (la mente
es así), y, por otro lado, las disparatadas o irracionales ideas con las que
explicar la realidad no solo en “Mechi” sino en más de un personaje (dado el
caso).
Película
pues momentos atascada en unos diálogos, que nos llevan de pronto a unos
valores —estos dramas psicológicos suelen retratar a los adultos como a
personas feroces por la cultura y el sistema—; a diferencia de aquellos (que
obvio, pueden coexistir) puros y fehacientes, pero, que también tienen algo de incitar
a no querer cambiar. Y es que los personajes de “Querido trópico” están a gusto
tal y como son.
Aunque
no existe en este filme el menor atisbo de ironía o comedia, de todas formas,
la cineasta Endara opta por un estilo que juzga querer romper las barreras
entre el documental y la ficción, un acercamiento frecuente dentro del circuito
de festivales. Retratos hiperrealistas (se caracteriza por plasmar la realidad
tal cual es, por decirlo de alguna manera. Incluso esta a veces tiende a ser
exagerada), escenarios tortuosos y esa prerrogativa del ambiente como definidor
de la esencia de los personajes es lo que está a la mano de este cine
colombiano reciente.