“Napoleón”
es dirigida por el aclamado Ridley Scott y protagonizada por el ganador del
Oscar, Joaquin Phoenix, y la nominada al Oscar, Vanessa Kirby.
Joaquin
Phoenix, reconocido por su extraordinario talento, dará vida a Napoleón, mostrándonos
su complejidad y carisma en cada escena. Por otro lado, Vanessa Kirby, una
actriz de gran versatilidad y nominada al Oscar se une al elenco para
interpretar un papel destacado, agregando su propio toque de excelencia
artística a esta producción magistral.
'Butcher's Crossing' es una adaptación de la novela
homónima de 1960 de John Edward Williams, y que expresa generosamente los
esfuerzos del libro por devolver una mirada a este western en clave de drama y
de duro realismo para un género lleno por mitos y vaqueros, con una historia
bien elaborada de caza de búfalos, hoy un tema protegido por el gobierno de los
Estados Unidos.
Respecto al filme y su trama varias cosas: por un lado
su tono reflexivo y la atractiva fotografía de David Gallego son puntos activos
indiscutibles, aunque la película riñe por hallar nuevas imágenes sobre sus desasosiegos
temáticos. Por otro lado, la historia que comienza en 1874, cuando un joven de
Harvard llamado Will Andrews (Fred Hechinger) llega a Kansas en busca de un
tipo diferente de forma de ver la vida y como escuchamos en el filme: “… ampliar
mi comprensión del mundo más allá de Boston”. Nos permite adelantar emocionalmente
que esta decisión le hará ver la vida tal y como es en medio de un mundo salvaje,
con la presencia de Miller (Nicolas Cage) un cazador de búfalos y ese cosmos repleto
de medidas muchas veces desacertadas del hombre.
Pero si hay algo que Will debe "descubrir",
está o se halla enteramente dentro de él mismo y, sin embargo, la nada abyecta
ausencia del yo, juzga lo difícil de sus personajes y la historia. Y
reiterando sobre la actuación
de Nicolas Cage como el imponente e intransigente líder de la expedición a la
caza de búfalos; esta afligida historia trasciende en lo que deriva —franco—
sobre su estudio de la hombría y el espíritu inclemente del mundo natural —la
cinematografía digital y algunas escenas planteadas con la pantalla verde, y
notoriamente artificiales— atenúan el paisaje.
Podríamos en esta confrontación a medias entre el
chico Will y Miller, describir esta cinta sin exageración alguna, como un western
existencial, en el que la acción transita sobre un segundo plano, y frente a una
indagación concienzuda de la conducta humana, concretamente, esa ambición de
los hombres de conquistar y devastar; nos permite concluir que estamos ante un
filme que muestra una visión poco romántica del Viejo Oeste.
Muy poco el cine de América Latina logra llegar a
nuestras salas de cine, y el problema es el mismo de siempre. Es más, ni con
premios de festivales de cine importantes, se logra motivar a muchas empresas
distribuidoras y exhibidoras.
Justina y Alexia, madre e hija —existen en realidad—,
y su historia es fidedigna. El cineasta argentino Benchimol que las conoció
hace siete años, las filma asignando otros criterios en el contexto del relato
y dramaturgia. De hecho, el protagonismo de la vivienda es decisiva ya que opera
con una condición espontánea sobre los dos interlocutores, forjando que, en
esta tal vez forzosa coexistencia, las relaciones entre madre-hija sean muy diferentes
a lo que acaecieran en otro argumento, en otro espacio.
Al comienzo de la película, Benchimol orienta su
cámara y lente detenida en un pasadizo de la casa —al son de la partitura de
José Manuel Gatica que mezcla melodía clásica moderna y jazz—. Primero, entra
en el encuadre un gato, seguido de Justina, a quien a su vez, le persigue un dócil
cordero negro. Ella abre las cortinas y la luz entra plétora, poniendo en
evidencia interiores que alguna vez florecieron pomposos y que ahora se están destruyendo.
“El castillo” centra su eje principal en la relación
madre e hija, en la ambición de Alexia de evadirse de ese recogimiento impuesto
por su mamá, quien no logra dejar ir las relaciones de clase que impone una
sociedad. Aunque salta a la vista que ella bien podría vender su residencia.
Con base en lo anterior, surge un evidente conflicto. El
social y todos sus aspavientos. Claro que todo se desenvuelve en una interesante
metáfora sobre las barreras sociales en Latinoamérica, y que son mucho más que únicamente
el dinero. Así que con un ritmo impecable, “El castillo”a modo de típica
comedia nos lleva a un cosmos a la vez frívolo y fantástico.
Pero también podemos decir que es un filme intimista y
que todos deberíamos de ver. Son muchos los mensajes, y que el cineasta los
convoca y rueda durante esa visitas de familiares y que el director rueda con
una sutil y fina ironía. SGA
Se estrena en Colombia “El exorcista: creyente”, pero
antes de analizarla es preciso hacer un pequeño preámbulo. La película “El
exorcista” (1973) basada en la novela de William Peter Blatty, contó con
William Friedkin en la dirección. Un cineasta que se definió por no andarse por
las ramas a la hora de brindar vibraciones fuertes y que, respecto a esta
película fue competente de rodar escenas de pavor tan extremas y hasta blasfemas
—la violación con el crucifijo aún no ha podido ser superada—, que ni siquiera
hoy día se logran observar en cualquier otro título sobre este género.
“El exorcista” es una obra maestra del género que atrapa
por lo actual que sigue siendo, por su original guion —ganador del “Oscar”— y
por las actuaciones sublimes de todos sus histriones. Entiéndase Ellen Burstyn
como la resignada madre de Regan, la niña poseída o Max von Sydow, el actor que
encarnó al padre Merrin. Es más, la película es y sigue siendo todo un fenómeno
sociológico —por todo lo que provocó en su momento en temas como las posiciones
diabólicas.
Ahora, David Gordon Green extiende pues sus tentáculos
a una secuela de “El exorcista” (1973) —un clásico del género de terror— y que
merece ser homenajeado por los 50 años que cumple en este 2023, y por ser una
de las películas más memorables del reciente fallecido William Friedkin. Y digo
merece, ya que esta versión nada que ver con la película ya mencionada por ser
un filme que no cumple las expectativas y atributo para tal homenaje.
Además, diría que un mal guion frente a las técnicas
del género de terror. Ni rescatando siquiera, a las dos protagonistas del filme
de 1973: Linda Blair y Ellen Burstyn (hija y madre en la cinta) y que aparecen
al final del filme de Gordon Green. Con sinceridad, “El exorcista” (1973) no se
merece esta secuela, donde reitero: nada que ver.
Al volver un poco la mirada a este nuevo título,
dos niñas son el principal eje de la trama. Ángela (Lidya Jewett) y su amiga Katherine (Olivia
O'Neill) quienes se internan en un bosque colindante al colegio donde estudian
para tratar de conversar con el espíritu de la madre de la primera (perdón por
el spolier). Y si bien,Gordon Green atina al jugar a través del sonido y el
montaje con las expectativas del público en la primera mitad del filme, en la
segunda mitad dichas posibilidades desaparecen fraccionadamente. De todas
formas, en este llano punto de partida de una nueva narración de posesión
demoníaca, al menos, hay una idea que resulta curiosa: la doble posesión que turbará
de forma equiparada, a las dos niñas.
No sé hasta qué punto se pueda contrarrestar ambas
películas citadas en este artículo, si tenemos en cuenta que una es un ícono de
cine de terror, y que la reciente logra apenas los más mínimos momentos de espanto.
No hay forma de comparación, pues los sentimientos que llegan al espectador son
los que marcan la pauta y ellos tienen la última palabra.
Para
“El exorcista: creyente” —y
siendo un poco benévolo—, me permite escribir que nos hallamos ante una
película imperfecta con algunas buenas ideas y no siempre bien finalizadas. Se compensa
que, en un argumento en el que se intenta aproximar a la creada por William
Peter Blatty al público actual, lo que sucede es que se rechace el sobresalto
por el sensacionalismo obligado, y que poco inquieta al espectador.
David Gordon Green no es un principiante en este
terreno. Conoce acerca del cine de terror, sabe intachablemente lo que es “El
exorcista” y sabe rodar. Pero en este su reciente filme lo ha ensoberbecido
todo: el material de origen, y la coyuntura de representar la película de
William Friedkin.
Moretti
le ha divertido jugar con cierto ironía en una película tan atiborrada de homenajes
al cine, a los principios, pero sobre todo quizá a la nostálgica y sus
respectivas apariencias y ofuscaciones. El italiano Moretti conquistó la “Palma
de Oro” gracias a ‘La habitación del hijo’ (2001), pero la cinta que mejor ilustra
su carrera es ‘Caro diario’ (1993), filme equidistante en un cineasta hipocondriaco
caracterizado por él mismo. Desde entonces, ha retomado a ese ‘alter ego’, paralelamente
desde detrás y delante de la cámara, en varias oportunidades: en ‘Abril’ (1998)
destacó su vena política —como en el filme que hoy nos ocupa—, en ‘Mia Madre’
puso el reflector en su vida familiar.
Si
bien, en “El sol del futuro”, observamos a un cineasta sumergido en el rodaje
de una película sobre el comunismo en la Italia de los años 50, por su desenvoltura
en las escenas observadas, es la placidez del cine. Y Moretti en un acto
instintivo lo plasma con formidable ironía y garbo en este su reciente filme,
pero por otro lado, quizá tan hondamente afligido que, como suele ser frecuente
en él, Moretti se dice a sí mismo —con todo su ideario—, ese soliloquio tan personal
en el que desmigaja lo social, lo introspectivo, lo político (la evocación
además, del filme “San Michele aveva un gallo” de los hermanos Taviani) y por
supuesto lo cinematográfico —hay varios guiños cinematográficos.
Cabría
señalar en estas primeras consideraciones que el cineasta recurre a su 'alter ego'
—el Giovanni de la pantalla—. Un director de cine ocurrente, perspicaz, que divulga
su filosofía en cada frase y que tiene una aptitud especial para arrasarlo
todo, su matrimonio, la relación con su hija, y sus aspiraciones como director
de cine dentro de la industria. Aquí vale la pena recordar de la cinta (perdón
por el spoiler) cuando interrumpe una escena cargada de violencia que está
rodándose, y más adelante llama a Scorsese para preguntarle cuanto ha cambiado
la violencia desde “Taxi driver” hasta ahora. Para este cronista, esta es la
mejor escena del filme puesto que relaciona e incorpora la “verdad” del cine
con la verdad de cada uno de los participantes de la cinta a rodarse, y por supuesto
de los espectadores.
El
debate continúa con su esposa que es la productora —la sublime, frecuente y vehemente
de su cine Margherita Buy—. También en este contexto de idas y venidas sobre la
moral y otros asuntos en el cine, los diálogos que evocan al cineasta Casavettes
(en el primer tercio del filme) pronosticando por supuesto lo que alguna vez
leí: “el cine no es el reflejo de la realidad, sino la realidad de ese reflejo”
(Godard).
Algunas
ideas a modo de conclusión: el cineasta italiano demuestra en ‘El sol del
futuro’ pretender hacer una especie de catálogo de su vida, su obra, las bandas
sonoras de su vida y sus convencimientos.Una aproximación muy personal
a la autoficción, la sensibilidad y el surrealismo. Una buena película pues llega
a la fibra de todo espectador amante del cine.
El largometraje dirigido por los cineastas belgas de
origen marroquí Adil El Arbi y Bilall Fallah (“Bad Boys For Life”) cuenta la aterradora
historia de dos hermanos radicalizados por el Estado Islámico y de una madre
que hará lo que sea para no perder a sus hijos a raíz de una jihad —un esfuerzo
personal que debe realizar todo musulmán y en el cual está contemplada una
serie de preceptos fundamentales— que no logra concebir. Presentada en el
festival de Cannes el año pasado, más allá de la trama de esta historia, nos
invita a varias reflexiones ante un tema de nunca acabar.
Si bien la historia se bifurca en tres intereses:la del joven
Kamal, el protagonista; Nassim —su hermano pequeño—, y Leila, la madre. Lo
primero sería expresar que la cinta nos golpea con un relato que nos empuja al
infierno de la guerra de Siria y a las crueldades efectuadas por el Estado
Islámico, pero al mismo tiempo, abre a manera de reflector para escrutar los
inicios y fundamentos de la radicalización de jóvenes musulmanes en distritos
de ciudades europeas como Molenbeek y la odisea de sus familias.
Pero más allá de estas tres maneras de enfocar una
historia no tan familiar para nosotros los occidentales, los cineastassin reducir
tiempo por un lado (filme de largo metraje), y apurando un poco más otros
eventos trágicos por el otro, pareciesen hallar un equilibrio más que satisfactorio
en lo elíptico y conductual, aunque el filme plantea una verdad que duele.
Intentar provocar a todos los espectadores desde una
cierta distancia (no olvidar que el filme está dividido en actos) una guerra,
no es fácil. No obstante, en el tercer acto —a manera de solución de todo lo
que se nos cuenta—, no es otra cosa que el encuentro entre el afecto y el
aborrecimiento. Y la madre de los dos hermanos apura este “viaje” que logra ser
un turbulento recorrido por la trastienda de lo que no anhelamos saber, y sobre
lo que sobreviene en inconvenientes que no están tan lejanos de nuestra propia
vida.
Estamos ante una buena, honesta y muy interesante
película que propicia la reflexión. Pero al mismo tiempo, estamos ante una
serie de imágenes que “se las idea” para convertir un tema en una
representación (si bien, cabría otro vocablo) de atinados referendos de
presentación visual, logrando ser asimismo, una ineludible señal de alarma y
una denuncia. ¡Ah! Y un epílogo para que usted lo observe —no se lo diré, por
supuesto.
“El
curandero”, una película polaca que ha encantado al público cinéfilo con una
potente fábula dramática. El film está dirigido por Michal Gazda y basado en la
novela de Tandeas Dolega-Mostowicz, créditos desconocidos por esta parte del
planeta, pero que son créditos importantes.
Cabe
enfatizar que este filme tiene un cuidadoso guion, y es de donde parte toda
estructura no solo de la historia, sino de los personajes. Además, todo resulta verosímil
si aplicamos no solo la razón, sino la intuición y emoción en la relación padre
e hija. De pronto puede suscitar alguna controversia en el tiempo cinematográficamente
hablando sobre la recuperación de la memoria del personaje Antoni, pero de
todos modos la categoría de las caracterizaciones aplican ese sentir sobre lo
intuido.
El
éxito de este tipo de historias sencillas y en la búsqueda de la verdad, está
sentida sobre un excelente casting, y es lo que ocurre. Además unos diálogos
que no están demás, sino en su justa medida aparecen para ratificar nuestros sentimientos
hacia los protagonistas. En este sentido la puesta en escena atesora dichos diálogos,
y sin muchos primeros planos.
Los
sentimientos de los padres hacia los hijos y viceversa, están a la orden del
día en el cine universal. Además son historias que llegan al alma, pues ese
amor filial nos hace ver y sentir que lo más importante en la vida son los
padres e hijos cuando reman en la misma dirección. Cuando las miradas
enorgullecen esa sangre que corren por las venas.Ahí,
la película no cede a sus maneras poéticas y mira a la realidad desde un
realismo sereno (el final del filme nos no permite sentir).
Con
base en el primer tercio del filme,el director ejecuta un acompasado
retrato costumbrista del día a día en estos pueblos de Polonia, y además,
filtrando tenues mensajes de crítica social y de denuncia de la ayuda médica a
la gente más necesitada y que si no fuera por la gente bondadosa (el médico
protagonista) pues muchos morirían.
No
es una película metafórica y si hay algo que permanece inalterable en ella es
el amor y cuidados que el padre profesa a su hija. Además, es en la segunda
mitad donde se presentan las cuestiones más interesantes que la película pone
sobre la mesa, como es la importancia de conocerse uno mismo y que acaban
tirando con fuerza y determinando el destino y los actos de cada individuo.
Película
pues recomendada por su emotividad y porque siempre deja una luz abierta a los
buenos sentimientos y comportamientos. Que son los que nos llevan por el camino
correcto hacia vida en paz en nuestro interior, que es lo que a la postre vale en
este mundo cargado de complejidades y pocas oportunidades para siempre ofrecer
nuestra mano amiga.