El largometraje dirigido por los cineastas belgas de
origen marroquí Adil El Arbi y Bilall Fallah (“Bad Boys For Life”) cuenta la aterradora
historia de dos hermanos radicalizados por el Estado Islámico y de una madre
que hará lo que sea para no perder a sus hijos a raíz de una jihad —un esfuerzo
personal que debe realizar todo musulmán y en el cual está contemplada una
serie de preceptos fundamentales— que no logra concebir. Presentada en el
festival de Cannes el año pasado, más allá de la trama de esta historia, nos
invita a varias reflexiones ante un tema de nunca acabar.
Si bien la historia se bifurca en tres intereses: la del joven
Kamal, el protagonista; Nassim —su hermano pequeño—, y Leila, la madre. Lo
primero sería expresar que la cinta nos golpea con un relato que nos empuja al
infierno de la guerra de Siria y a las crueldades efectuadas por el Estado
Islámico, pero al mismo tiempo, abre a manera de reflector para escrutar los
inicios y fundamentos de la radicalización de jóvenes musulmanes en distritos
de ciudades europeas como Molenbeek y la odisea de sus familias.
Pero más allá de estas tres maneras de enfocar una
historia no tan familiar para nosotros los occidentales, los cineastas sin reducir
tiempo por un lado (filme de largo metraje), y apurando un poco más otros
eventos trágicos por el otro, pareciesen hallar un equilibrio más que satisfactorio
en lo elíptico y conductual, aunque el filme plantea una verdad que duele.
Intentar provocar a todos los espectadores desde una
cierta distancia (no olvidar que el filme está dividido en actos) una guerra,
no es fácil. No obstante, en el tercer acto —a manera de solución de todo lo
que se nos cuenta—, no es otra cosa que el encuentro entre el afecto y el
aborrecimiento. Y la madre de los dos hermanos apura este “viaje” que logra ser
un turbulento recorrido por la trastienda de lo que no anhelamos saber, y sobre
lo que sobreviene en inconvenientes que no están tan lejanos de nuestra propia
vida.
Estamos ante una buena, honesta y muy interesante
película que propicia la reflexión. Pero al mismo tiempo, estamos ante una
serie de imágenes que “se las idea” para convertir un tema en una
representación (si bien, cabría otro vocablo) de atinados referendos de
presentación visual, logrando ser asimismo, una ineludible señal de alarma y
una denuncia. ¡Ah! Y un epílogo para que usted lo observe —no se lo diré, por
supuesto.