Moretti
le ha divertido jugar con cierto ironía en una película tan atiborrada de homenajes
al cine, a los principios, pero sobre todo quizá a la nostálgica y sus
respectivas apariencias y ofuscaciones. El italiano Moretti conquistó la “Palma
de Oro” gracias a ‘La habitación del hijo’ (2001), pero la cinta que mejor ilustra
su carrera es ‘Caro diario’ (1993), filme equidistante en un cineasta hipocondriaco
caracterizado por él mismo. Desde entonces, ha retomado a ese ‘alter ego’, paralelamente
desde detrás y delante de la cámara, en varias oportunidades: en ‘Abril’ (1998)
destacó su vena política —como en el filme que hoy nos ocupa—, en ‘Mia Madre’
puso el reflector en su vida familiar.
Si
bien, en “El sol del futuro”, observamos a un cineasta sumergido en el rodaje
de una película sobre el comunismo en la Italia de los años 50, por su desenvoltura
en las escenas observadas, es la placidez del cine. Y Moretti en un acto
instintivo lo plasma con formidable ironía y garbo en este su reciente filme,
pero por otro lado, quizá tan hondamente afligido que, como suele ser frecuente
en él, Moretti se dice a sí mismo —con todo su ideario—, ese soliloquio tan personal
en el que desmigaja lo social, lo introspectivo, lo político (la evocación
además, del filme “San Michele aveva un gallo” de los hermanos Taviani) y por
supuesto lo cinematográfico —hay varios guiños cinematográficos.
Cabría
señalar en estas primeras consideraciones que el cineasta recurre a su 'alter ego'
—el Giovanni de la pantalla—. Un director de cine ocurrente, perspicaz, que divulga
su filosofía en cada frase y que tiene una aptitud especial para arrasarlo
todo, su matrimonio, la relación con su hija, y sus aspiraciones como director
de cine dentro de la industria. Aquí vale la pena recordar de la cinta (perdón
por el spoiler) cuando interrumpe una escena cargada de violencia que está
rodándose, y más adelante llama a Scorsese para preguntarle cuanto ha cambiado
la violencia desde “Taxi driver” hasta ahora. Para este cronista, esta es la
mejor escena del filme puesto que relaciona e incorpora la “verdad” del cine
con la verdad de cada uno de los participantes de la cinta a rodarse, y por supuesto
de los espectadores.
El
debate continúa con su esposa que es la productora —la sublime, frecuente y vehemente
de su cine Margherita Buy—. También en este contexto de idas y venidas sobre la
moral y otros asuntos en el cine, los diálogos que evocan al cineasta Casavettes
(en el primer tercio del filme) pronosticando por supuesto lo que alguna vez
leí: “el cine no es el reflejo de la realidad, sino la realidad de ese reflejo”
(Godard).
Algunas
ideas a modo de conclusión: el cineasta italiano demuestra en ‘El sol del
futuro’ pretender hacer una especie de catálogo de su vida, su obra, las bandas
sonoras de su vida y sus convencimientos. Una aproximación muy personal
a la autoficción, la sensibilidad y el surrealismo. Una buena película pues llega
a la fibra de todo espectador amante del cine.