sábado, 7 de octubre de 2023

El castillo

  

Muy poco el cine de América Latina logra llegar a nuestras salas de cine, y el problema es el mismo de siempre. Es más, ni con premios de festivales de cine importantes, se logra motivar a muchas empresas distribuidoras y exhibidoras.

Justina y Alexia, madre e hija —existen en realidad—, y su historia es fidedigna. El cineasta argentino Benchimol que las conoció hace siete años, las filma asignando otros criterios en el contexto del relato y dramaturgia. De hecho, el protagonismo de la vivienda es decisiva ya que opera con una condición espontánea sobre los dos interlocutores, forjando que, en esta tal vez forzosa coexistencia, las relaciones entre madre-hija sean muy diferentes a lo que acaecieran en otro argumento, en otro espacio.

Al comienzo de la película, Benchimol orienta su cámara y lente detenida en un pasadizo de la casa —al son de la partitura de José Manuel Gatica que mezcla melodía clásica moderna y jazz—. Primero, entra en el encuadre un gato, seguido de Justina, a quien a su vez, le persigue un dócil cordero negro. Ella abre las cortinas y la luz entra plétora, poniendo en evidencia interiores que alguna vez florecieron pomposos y que ahora se están destruyendo.

“El castillo” centra su eje principal en la relación madre e hija, en la ambición de Alexia de evadirse de ese recogimiento impuesto por su mamá, quien no logra dejar ir las relaciones de clase que impone una sociedad. Aunque salta a la vista que ella bien podría vender su residencia.

Con base en lo anterior, surge un evidente conflicto. El social y todos sus aspavientos. Claro que todo se desenvuelve en una interesante metáfora sobre las barreras sociales en Latinoamérica, y que son mucho más que únicamente el dinero. Así que con un ritmo impecable, “El castillo” a modo de típica comedia nos lleva a un cosmos a la vez frívolo y fantástico.

Pero también podemos decir que es un filme intimista y que todos deberíamos de ver. Son muchos los mensajes, y que el cineasta los convoca y rueda durante esa visitas de familiares y que el director rueda con una sutil y fina ironía. SGA