Aunque un poco ya lejana desde su estreno, no quiero
dejar pasar la cinta colombiana “Pepe Cáceres”, de Sebastián Eslava [dirigida y
protagonizada por su propio hijo] y Camilo Molano Parra. En términos generales
un buen filme, donde las escenas de matar al toro son bien resueltas con las elipsis.
Si bien, es una película para homenajear al más famoso torero colombiano, se
pudiese pensar que un poco demasiado tarde, teniendo en cuenta que la
tauromaquia casi esta desparecida en Colombia
Este biopic se resuelve cinematográficamente hablando
a través de un guion sim complicaciones, diálogos sencillos y una ambientación
de una época con rigor. ¿Por qué no funcionó en la taquilla? Pues son esos
insondables destinos de todo filme colombiano en este país, donde si bien
existe una buena cinefilia, la industria del cine colombiano no tiene una ruta
clara en su nivel de distribución y exhibición.
Eslava,
que ha participado en las series “Paraíso Travel”, “Narcos” y “Mala Yerba” y a
que pronto veremos en la película de acción “Freelance”, dirigida por Pierre
Morel —y protagonizada por John Cena y Alison Brie—, logra un emotivo y amoroso
rol personificando a su padre, un hombre testarudo, machista [muy de la época
colombiana que le tocó vivir al torero colombiano], arrogante y obstinado en
convertirse en una leyenda de la tauromaquia.
Pero
la cinta cae en una serie de clichés muy propios del biopic, que la alejan de
cierta originalidad en lo que refiere al relato cinematográfico. El cine
colombiano es dado al biopic, quizá por la necesidad de más guionistas que
afinen este tipo de cine. Además la sola figura de un personaje famoso no avala
que el espectador se halle frente a una película biográfica o ‘biopic’, porque
casi siempre se vincula a los elementos del género drama.
Además,
Scott Tobías, editor del portal The Dissolve plantea que “una película necesita
tener un personaje en conflicto que desarrolle un drama. Un elemento que
cinematográficamente sea relevante”. Para concluir, “Pepe Cáceres”, es un filme
sencillo, hecho sin prisa y que quede en la posteridad un personaje que fue
querido por un gran sector de la población colombiana.
Con un “Oscar” casi que adelantado diría sin
exageración alguna, el actor Cillian Murphy (que fue el psicótico
Espantapájaros en el primer Batman de Christopher Nolan) protagoniza
“Oppenheimer”, del mismo director. Cinta que relata la historia del físico
estadounidense Julius Robert Oppenheimer, famoso por ser el creador de la bomba
atómica. La cinta está basada en el libro —ganador del Premio Pulitzer—
“Prometeo americano: El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer” de Kai
Bird y Martin J. Sherwin. Lo primero que se me ocurre decir, y queriendo
acercarme a las declaraciones del cineasta Paul Schrader (“Taxi driver”, 1976,
“La última tentación de Cristo, 1988) es la mejor y más importante película de
este siglo.
Y lo digo sin exageración alguna. El cineasta Nolan ha
procurado en su narrativa un tono equilibrado a la manera y forma en que se ha
desarrollado la radiografía de un personaje sorprendente —portada en la revista
“Time”—. Un protagonista que en el actor Murphy, su mirada, su expresión y sus
aspavientos nos entrega toda una psicología de un científico. Y por otro lado,
el asunto de la física cuántica. En el albor del siglo XX, ya estaba dispuesto
que la luz del sol y las estrellas tenían su principio en algún tipo de energía
atómica. En 1899, el geólogo americano Thomas Chrowder Chamberlin concluía que
los átomos eran “depósitos de enormes energías”. Durante las cuatro primeras
décadas del siglo XX las bombas atómicas solo se localizaban en las páginas de
algunas revistas y algunas novelas del género, a modo de “La liberación
mundial” (1914), de H.G. Wells, o “La Tierra permanece” (1949), de George A.
Stewart. Desde entonces, la ciencia-ficción ha permanecido muy identificada con
la amenaza de un holocausto nuclear.
Una de las primeras cosas que salta a la vista en esta
cinta, es cómo el director Christopher Nolan produce una narrativa tan
personal, no solo en su desahogo visual, sino asimismo en su propuesta
dramática arropada por una música acorde a su ritmo sobre una historia del
pasado, pero cargada de la zozobra e incertidumbres de nuestros días sobre
estos temas de guerras nucleares. Con una cámara firme, el cineasta Nolan nos
arrastra al otro lado de “la estación” (metafóricamente hablando) desde y donde
podemos vislumbrar al ser humano través de un plano o contraplano, sin que sea
un simple encuadre.
Tres horas de duración que no se sienten ni fastidian
por dos razones. El asunto moral que se plantea en diversos planos de la vida
misma: el profesional y personal en Julius Robert Oppenheimer —judío de
nacimiento y de afinidad hacia el comunismo—, y sobre todo que una vez finalizada
la Segunda Guerra Mundial e iniciada la Guerra Fría, la rivalidad de los
Estados Unidos con la Unión Soviética tuvo como repercusión la caza de brujas
contra los supuestos comunistas —el denominado macartismo—. La otra razón: la
relacionada con la bomba atómica, las dudas y las derivaciones morales y éticas
que proyecta toda esta exploración en la física cuántica.
Cuando Oppenheimer pasó a liderar al conjunto de
científicos, en el Proyecto Manhattan ubicado en el desierto de Nuevo México,
que desembocó en el lanzamiento de la bomba atómica; nos imbuimos más en el
asunto del personaje de marras al lado del resto de personalidades científicas.
Para un conocedor [o no] de este asunto: Strauss (memorable Robert Downey Jr.).
Además, del general Groves (Matt Damon), y los científicos que lo acompañaron,
hasta el mismísimo Albert Einstein (Tom Conti) son personajes que permiten
observar y confrontar los motivos en la mente de Oppenheimer —con un gran
acierto y relevancia en el guion.
Al insistir en la función narrativa de la que escribía
al comienzo de este artículo, se mueve con extraordinario rigor —a pesar de la
gran cantidad de información que se ofrece—, en los ámbitos de la física
cuántica, por supuesto la política, la protección nacional, y con mucha claridad
cinematográfica (Nolan utiliza el blanco y negro y el color en sus saltos del
presente al pasado). Asimismo unos diálogos que impulsan a seguir viendo esta
obra maestra. En este sentido de la gramática cinematográfica y ante la
ausencia de una linealidad narrativa, el montaje a modo de intriga
—acumulativa—, plantea un tono de thriller, para que el habitante a la sala de
cine no aparte la mirada de la pantalla.
La película deja muchas ideas rondando en la mente
sobre la guerra y el mismo ser humano frente a ella. En este sumario de
resubjetivación, la globalización económica —y cultural— debe conceder sobre
todo a las nuevas generaciones con varias fuentes y narrativas epistemológicas.
La idea es que esta diversidad de narrativas y sentidos epistemológicos, deben
marcar en los jóvenes el inicio de un proceso de transformación moral mediante
el cual se busca rehacer la imparcialidad. Y eso nos deja como corolario
“Oppenheimer”, de Christopher Nolan. Porque quizás el cine sea —por encima de
todo lo demás—, una originaria idea de recordar o representar las ofuscaciones
de épocas pretéritas que jamás resurgirán más allá de pedazos episódicos o de
los aparentes ensueños traídos por lo que siempre recordaré como el celuloide.
Al haber tenido la oportunidad de haber toda la saga
de “Misión imposible” tanto en cine como en televisión, debo confesar y
respecto a la más reciente entrega de la saga, que es la mejor de todas las películas sobre Ethan y los líos
en que me mete. Sin lugar a dudas, el guion saca adelante la película, que fue escrita
y dirigida por el mismo cineasta. Y otro aspecto a destacar son los personajes.
Tiene y dentro de su construcción menos ligereza a los tic de siempre y lucen
para nada estrambóticos.
Un pues filme pues que pesa a sus casi tres hora (que
no fatigan ni desentonan) es una película de acción a tope que por algunos
momentos se da la licencia de inquietar al espectador. Cruise por otro lado
brinda cierta madurez a su personaje (de pronto por la edad del actor), pero
encierra pensamiento y acción más comedida en medio de los altercados de todo
tipo.La
cuestión es que a hombros de sus
«misiones imposibles», está logrando de manera instintiva la cima hacia la que
señala cierta lógica en el guion: reproducir y fraccionar —a voluntad—, las disposiciones
de la imagen más allá de los límites tópicos del espacio, el tiempo y el
movimiento. La Entidad cinematográfica es indispensablemente eso, una potencia imponente,
dominante y perdurable de la que no puede escapar Ethan Hunt ni sus camaradas
de aventuras. Constantemente atenta al presente, “Misión imposible” topa ahora
la Inteligencia Artificial, como tantas otras creaciones recientes de cine y
plataformas.
No hay mucho qué en el sentido de no cometer spoilers,
pero es evidente que la película se esfuerza por mostrar realidades y paisajes
que contribuyen a dar suntuosidad a un argumento que elude ya el tema del
enemigo corriente del occidente y que todo espectador conoce hasta la saciedad.
La película en un final abierto (y todo unas benditas llevas), deja todas las
emociones intactas. Qué bien por el director y guionistaMcQuarrie, que
parece haberte tomado el pulso a un personaje y trama que por ahora, tiene
todas las de ganar.
Con financiamiento de Israel, Polonia y Colombia, “My
vecino Adolfo” es un interesante filme que en clave de comedia nos propone la
idea de las apariencias y la percepción de la realidad con bas en nuestro
propio pasado y una reflexión final. ¿Es posible ser amigo de alguien que
alguna vez fue tu enemigo?Años antes, Malek Polsky (Hayman) se sentó frente a
Hitler en un Campeonato Mundial de Ajedrez en Berlín. Malek Jura que
reconocería "esos ojos azules" en cualquier lugar, y ahora un vecino
parece ser (está super convencido Malek) de que no hay duda que es Hitler (el
actor Udo Kier). A partir de su sospecha se viene una serie de pesquisas que
nos llevan en un excelente guion a una suposición que mantiene el interés de la
cinta.
Lo interesante además de esta comedia, es que Malek
diseña una serie de estrategias para probar su teoría y engañar aeste nuevo vecino
sospechoso (Kier), que se hace llamar "Herman Herzog", para que
revele su pasado secreto. Pero por ser precisamente un guion del que no debe
decirse mucho para que el lector vaya entusiasmo a ver el filme, hay un dato
curioso sobre el actor Kier.
Esta
no es la primera vez que Udo Kier caracteriza a alguien que podría ser Adolf
Hitler. En el cortometraje de media hora de 2002 “Mrs. Meitlemeihr”, Kier expone
cómo Hitler podría intentar de esconderse en Londres, si hubiera subsistido a
la guerra, disfrazándose de mujer. También se le puede ver en la sátira intencionadamente
pretenciosa. "Iron Sky". Y en la próxima segunda temporada de
"Hunters" de Amazon Prime, Kier aparece como el criminal de guerra
más notorio del mundo.
En
fin que el asunto no deja de ser cómico a la postre revelándose alguno que otro
gag, pues lo importante para Malek es vengarse de alguna forma.A
veces, "Mi vecino Adolf" nos aleja del tono melodramático del que su
director (Leon Prudovsky) y es cuando aparecen ciertos clichés y gags, como
cuando Polsky busca venganza tratando de orinar en el auto de Herzog (solo que
su vejiga no le lo permite, fracasando su plan). A través de sus pesquisas y después
de leer sobre las peculiaridades determinantes de Hitler, Polsky decide
verificar si Herzog tiene solo un testículo, como supuestamente hizo Hitler.
Qué
nada estamos ante un filme bien entretenido, que deja buen sabor de boca en el
sentido de que a veces nuestra realidad no es más que ciertas obstinaciones.
Por lo demás la fotografía, música y ambiente del filme, permiten aseverar de pronto
cierta parquedad, pero es que a veces nuestros protagonistas son así.
Gran Premio del Jurado (ex aequo) en el festival de
cine de Cannes 2022,“Las estrellas
al mediodía” es el reciente film deClaire Denis,
que se desarrolla en Nicaragua en plena época electoral. Así que la cineastay en un contexto
de violencia, mafia e incertidumbre; la protagonista es una joven americana —periodista
sin acreditar— y debe recuperar su pasaporte y salir del país.
“Stars at Noon”, adaptación de una novela de Denis
Johnson, es una obra sobre la ímpetu amoroso, y sobre el avidez alegórica de
mostrar los cuerpos.Como “Una mujer en África”, la cineasta indaga un cosmos
situado en un territorio y un punto en tensión por el que recorren una serie de
interlocutores que se conciben extraños. En esta oportunidad Denis parte de dos
señales. La primera, es la de situarse en la Nicaragua actual —la revalidación
de Ortega en el poder—. Y la segunda: pasión romántica, donde la falsedad se muestra con tanta fuerza, como se podría haberlo
hecho.“Stars at Noon” es en esencia, la ocasión para aprisionar
hasta el más imperceptible detalle del cuerpo de su actriz.
Si bien los actores principales [Margaret Qualley y
Joe Alwyn] que encarnan a sus personajes se les observa química actoral.Y actualizando
la novela de 1984 del difunto Denis Johnson "The Stars at Noon" al
presente [entiéndase el Covid] el filme se articula a través del melodrama por
momentos, y el sentido de afán en los roles principales.Durante dos
horas, la cineasta erige a través de los primeros planos, un formidable tapiz
con los ojos, las manos y el cuerpo íntegro de Qualley. De su figura depende
todo el dispositivo dramático, en torno a una trama que podría ser entendida a
flor de piel, frente a la idea erótica y en tantísimos sentidos.
Claire Denis envuelve el espíritu caótico a veces
observado en la cinta y desmonta la intensidad que lo erótico y el thriller han
ido edificando. ¡Qué nada! Que hay que volver a las películas de Claire.
Personajes donde el peso insufrible de quien sabe que su cuerpo jamás será su propio
feudo y que, por lo tanto, debe ser recuperado. Apuesto por ello.
El 13 de noviembre de 2015 es una fecha conocida con enorme
dolor por los habitantes de París —y del mundo entero—, debido a los múltiples
atentados islamistas pasados, de forma paralela, en diferentes puntos de la
capital francesa. Así que la directora francesa Alice Winocour en “Memorias de
París”, desde un matiz visual (y vehemente) diferente,ambiciona reflejar las heridas [todavía recientes], de
esos actos de terrorismo y horror en Europa. La protagonista de esta historia
es Mía (Virginie Efira) que advertirá cómo su cosmos de seguridad se desmorona
por completo después de salir incólume [físicamente] de uno de las agresiones
en una brasserie.
A partir de ese momento, el largometraje [estrenado en
la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes], toma su vertiente y la
identidad anterior de Mía fracturada,
nos sumerge en un asunto de indagación interior en el que la redención mental
de los hechos, alcanzará un valor fundamental, así como la necesidad de conllevar
el dolor con las restantes víctimas del vil atentado.En otros términos se podría escribir queWinocour indaga
los límites de la memoria particular y colectiva, combinando el thriller
detectivesco, el terror psicológico y el drama.
Lo que en manos de un(a) malo(a) director(a) hubiera conseguido
confluir en un melodrama a grandes pinceladas es, en manos de la directora
francesa un esforzado ejercicio de gramática cinematográfica. Salpicada de unos
parlamentos transparentes y bien escritos, rápidos en ocasiones, y finamente lenta
en otros. La película esgrime el tiempo como era de esperar en alguien que sabe
determinar con tanta precisión el movimiento de su vida. Se abre y se despoja
como una flor de ofrendas rotas, y de pronto, renace en un plano a través de un
espejo [la vida misma].
Gracias a la guionista Stefani Robinson y al director
Stephen Williams (“Watchmen”), podemos estar al tanto a una de esas estampas fidedignas
que habrían transformado todo: Joseph Bolonge, un probo violinista, genio músico,
lujoso esgrimista y devoto protector de los derechos del hombre durante la Revolución
Francesa. Así que “Chevalier: Pasión y Libertad”, es un biopic [convencional]
pero bastante conmovedor y eficaz.
Y digo convencional, ya que el guion así lo transcribe,
dejando a un lado, y un poco, ciertas normas menos clichés. Además, los diálogos
poseen ese carisma hacia una serie de personajes agradables y no tanto. En todas
formas el trabajo del histrión mete en cintura a un personaje carismático. ¿Pero
quien es él?Joseph Bolonge (Kelvin Harrison Jr.), hijo ilegítimo de un reputado
caballero francés y su esclava [de origen afrodescendiente], está viviendo un instante
espectacular en su vida: acaba de ser nombrado Chevalier de Saint-Georges por
la reina María Antonieta (Lucy Boynton).
Pero el asunto toma ritmo cuando Joseph se reencuentra
con su madre (Ronke Adekoluejo) a quién no ve desde los seis años. Y por otro
lado, una pudiente mujer acepta invertir su primera ópera, con la cual aguarda
ganar la posición de Director de la Gran Ópera de París [donde en alguna
oportunidad asistí]. El corazón de la historia pues está en la actuación de
Kelvin Harrison Jr. como Joseph Bolonge pues entrega una interpretación llena
de visos y mantos de complicación.
“Chevalier: Pasión y Libertad” es un biopic habitual, si
bien, no busca transformar el género, se admite fresca al demandar a una imagen
histórica cómo Joseph Bolonge, un individuo borrado por encargo de Napoleón
luego de tomar el poder y restablecer la servidumbre en todo el Imperio y sus
colonias. Buena película que no dejo de recomendar.