Alex Garland procede de la hipótesis al contexto para disponer
un retrato injurioso, indeterminado, embarazoso y muy salvaje de una guerra
civil en los Estados Unidos. De todas formas, un excelente filme (de universo distópico) que tiene a mí
parecer dos puntos de vista, por un lado el tema del periodismo en el cine, y por
otro las guerras civiles.
Desde luego, la película tiene la estelar actuación —entre
la desesperanza y el más indudable fracaso—, de una Kirsten Dunst enorme. Ella
da vida a la fotoperiodista experimentada en mil batallas y el compromiso moral
de una situación bélica bien profunda.El tema del cine y guerra (“Las flores de Harrison”,
de Elie Chouraqui), cine y periodismo está atiborrado en la historia del cine
universal. Cada nuevo filme sobre el tema, no es que traiga nada nuevo a la memoria
colectiva, pero cada cinta es un punto de partida más, para entender que las
guerras no sirven para nada.
En
“Guerra civil” el director, además de convidar unas preocupaciones alrededor de
la beligerancia, cuenta una historia de cubrimiento periodístico, y en busca de
la información. La cinta arranca sin sobresaltos sobre la decisión de unos periodistas
“rumbo” (con todos sus peligros) a Washington, pero que deja bien planteado en
la narrativa del filme si saldrán bien librados en las relaciones entre ellos y
ante sus aspiraciones formales.
Por
último, el relato fotográfico y lo angustioso que es sentir la muerte a través
de los protagonistas y sin que sea un pretexto la búsqueda de la verdad está
bien diseñado en su puesta en escena sin cliché alguno. De manera pues que la
película termina siendo una buena lección de dinamismo y agilidad en un ritmo
riguroso y al servicio de una idea despojada de retóricas morales.
Al esbozar un nivel crítico con
base en lo anterior. El hecho de que, como señala Gilles Deleuze al distinguir
la “civilización de la imagen” frente a una “civilización del cliché”, nos debe
llevar a fortalecer las competencias del comunicador social al observar la
sociedad en la que se desenvuelve.Sensibilizar en este
sentido y creería que seríamos capaces de ver lo que nunca llegaríamos a ver,
si no fuera con la imaginación gracias al espejismo feliz que apuntaba
Nietzsche de familiarizarnos con lo desconocido. ¡No vemos, en fin, lo que
vemos sino lo que sabemos!
Este filme colombiano que se presentó en el reciente
festival de cine de Cartagena de Indias, si bien, es una co-producción con el
Reino Unido, es dirigido por una cineasta australiana residente en Colombia
llamada Emma Rozanski. Respecto a la película y si tomamos como punto de
partida el joven personaje femenino Bernicia (le llaman “Berni”) y su vida en
la montaña, la familia y su relación con su entorno natural, podemos tener dos
puntos de vista respecto a cómo abordar el filme.
Primero, sería que en esa relación observada entre “Bernie”-caballo
(que parece ser el catalizador en la vida de la mujer))-paisaje, nos remite de
alguna manera y sin alegoría alguna, al llamado género Western —otros géneros y
escuelas cinematográficas han sacado también provecho por ejemplo, de la poesía
emocionante del paisaje—. Y segundo
asunto, cuando escuchamos en la cinta: “los sueños viajan con el viento”.
Respecto a la primera relación y con una puesta en escena sencilla aunque con
algunas angulaciones de la cámara propias del Western en algunos momentos de la
diégesis, bien permite expresar con claridad que la cineasta saca beneficio de
esas particularidades consecuentes, en las que se reconoce de común el Western,
y que no son más que los signos o los símbolos de su escena (sin llegar a mito
alguno).
También, sería preciso plantear de la cinta que,
mediante unos diálogos casi que susurrados, no se requiere nada más.A través de ellos, se puede
captar toda la acción que discurre, ciertamente, y sin encuadre alguno que
permita disipar esa línea entre realidad y ensueño, así como entre el pasado
(por lo de las remembranzas), presente y futuro de unos interlocutores sin
máscara alguna. Creería que el asunto es así.
Unos personajes que en ese escenario campestre, la
cineasta —y ahí su talento— sabe seducir a través de sus “perfecciones esenciales”
(percibirse así mismo sin temor) a la vista de cualquiera que quiera fijarse. La
beldad no queda comedida a universos ancestrales, míticos y encubiertos (no
obstante, la guajira que llama a través del sueño y no es una imagen onírica).
Queda pues por referir el paisaje de la película que
al impregnar de su soledad a quienes pueden convivir con ella, deja cierta
sensación de sosiego, y algo que intencionalmente elabora la cineasta: tanto si
como el aparato narrativo se expande con una luminosidad comprensible, debida,
y además, a un modestísimo argumento que no oculta nada.
De pronto, para este tipo de planteamientos
narrativos, el filme pudo haber sido estructurado en capítulos (mediante el
fundido), en el sentido —y justificación— de no sentirnos tan aprisionados por
el manejo del tempoDe todas formas, concluyente la dinámica de este plan
argumental, así como su carácter de documental que nos atrapa para bien.
Cuando escuchamos: “los sueños viajan con el viento” y
sin nada de aspaviento. Quizá sea la mejor forma de expresar parte de la
ideología de quienes habitan un gran espacio como el observado en el filme; donde,
no es que se interprete que el lenguaje no verbal de los personajes no resplandezca,
ni mucho menos —no se hallan trazas del cine mudo en este filme—, es que todos
los gestos y movimientos que realizan todos los interlocutores observados son
de una simpleza abrumadora. Y diría que comprensible para darle cierta sensatez
a una trama lineal.
Y es que la película en un momento, pudo haberse
inclinado hacia un western psicológico, pero, no, cambia sus códigos de la
acción y es algo a rescatar del guion. De pronto, todo sea la metáfora (que
recorre los mejores westerns)del renacer día a día sin tormento —Rozansky lo
plantea así—. Y es la decisión consecuente por parte de “Berni”; de deleitarse
además, sin fractura psíquica sobre su realidad y cualquier sospecha de
precariedad.
Me gustaría insistir que este tipo de cine colombiano
abarca el concepto de cine de autor.En últimas, “[…] se puede decir, es alguien [el autor]
que nos manifiesta su metáfora de la vida con gran humanidad, en un film”
(Gutiérrez, 2014, p.4).Otra
particularidad ya más bien orgánica del cine moderno es el manejo del guion o
narrativa. Muchas veces el cine moderno reclama por la narración de arte y
ensayo, y otra gran contraseña de este cine moderno, es la indagación sobre las
circunstancias íntimas del sujeto. Al salir de la sala de proyección, el
silencio del espectador lo dice todo.
En
últimas, no obstante la teoría de autor tiene sus contradictores en el mundo
actual, continúa siendo un modelo seductor para tener en cuenta a la hora de discutir
de una película y su director, sobre todo si se estima y se cree que el cine
puede ser un fruto de “expresión personal”.
Mariana (Estefanía Piñeres) y Gabriel (Emmanuel
Restrepo) es la joven pareja sobre quienes se apoya este drama colombiano de la
cineasta Natalia Santa, donde parece que todas las intenciones personales de
amor hacia los demás (y hacia uno mismo), plantean una eventualidad no de
reconciliación, pues la pareja se ama, pero sí de reflexión catártica y de
enfrentamiento con las derivaciones de la propia vida, interioridades y
desatenciones, dejando una conformidad aparente para una depuración de la conciencia
individual, y todo se revela cuando ella habla a su pareja de ir (o huir) hacia
Malta (la isla. Por supuesto), más en un sentido figurado de un viaje a ninguna
parte y caminado de noche por fría acera de la ciudad.
“Malta” es de esas películas para “Un certain regard”
en Cannes, donde cabe este tipo de historia. Pero, una reflexión que deja este
nuevo tipo de cine colombiano (aunque reconozco la imprudencia de señalarlo
así), es plantear una formulación en torno a la mirada femenina en el cine. Se
podría escribir que el cine colombiano ya —a paso lento— va revelando este
camino para nada frívolo.Sobre la terminología “cine de mujer”, deliberando
“¿cuál es la relación entre las intervenciones culturales realizadas por mujeres
y las intervenciones culturales feministas? Planteado así el asunto, es fácil ver
que las dos cosas no son necesariamente una y la misma. Los cuadros, las novelas
o las películas hechas por las mujeres pueden o no ser feministas, y es posible
afirmar, aunque algunas feministas discreparán, que los hombres pueden producir
obras de carácter feminista” (Kuhn, 1991, p.22).
La cinta colombiana, si bien, no se sustenta en las
sólidas interpretaciones de Piñeres y Restrepo. Sería pertinente señalar que la
cineasta se esfuerza por ocultar o evidenciar un marcado carácter alineado a la
ideología del filme y sobre todo de Mariana (“el viaje a ninguna parte”, pero
que es ese lugar que se necesita ir”), debido a la cadencia y el tempo en el
que se desdoblan los pedazos de diálogo de su guion. Por momentos creería que
todo cuanto se dice parece estar departiendo directamente a la audiencia.
“Malta” sin substraer de entidad humana a su elenco
protagonista, convierte unas funciones narrativas que tratan de ejemplificar y en
fragmentos comprensibles, que todas las relaciones son complejas a pesar de que
parezcan apacibles desde fuera.
Para concluir creería que el cine colombiano entra en
esa esfera del cine independiente, cine de autor (no obstante, el cine de autor
existió desde casi el comienzo del cine).Según el gran crítico francés André Bazin (fundó la
revista de crítica de cine “Cahiers du Cinema” en 1951 en Paris) y Francois Truffaut
entre otros, un autor es aquel director que consigue a través de una marca
estilística única: la manera en que usa el lenguaje fílmico, y formula su
visión del mundo, su pensamiento, y sus obsesiones. ¡Natalia Santa se salió con
la suya!
Referencia
Kuhn, A. (1991). Cine de mujeres: Feminismo y Cine. Ediciones Cátedra.
Una historia que se puede resumir bien pronto, pero
que deja una excelente oportunidad de analizar muchas cosas de nuestro mundo
contemporáneo.La tunecina Kaouther Ben Hania cuenta la desdicha a
una madre y sus cuatro hijas.Así que esta cinta de Ben Hania, es una merecidísima
heredera de aquellos otros cineastas que “se atrevieron” sobre esa idea de
identidad en el mundo islámico. La directora de “El hombre que vendió su piel” plantea
algo similar. Tal vez no tan afanoso, pero igual de insinuante, chocante, seductor
y fascinante. Todo en uno.
Se cuenta la historia real de Olfa Hamrouni, la mujer
que consiguió la fama de forma muy penetrante, cuando en 2016 atacó al gobierno
Túnez por no imposibilitar que dos de sus cuatro hijas se unieran al Estado
Islámico. Claro que todo es contado a través de un metalenguaje (el cine dentro
del cine). En el transcurso de la historia del cine se han filmado muchas
cintas que o bien exploran los secretos, disputas y quimeras que suelen tener
lugar en un set de rodaje, o bien, lo esgrimen como aposento de tentativas en
la que observar cómo se ejecutan crueles abusos de poder (para que el amor se
convierta en odio) o para que el ser humano pierda la cabeza por completo (Gaspar
Noé, en Lux Aeterna, 2019).
Las voces en off del filme y las revelaciones mirando a
cámara por momentos apuestan a todo el nervio de unas escenas (y hay que
reconocerlo) son reiteradas. De todas formas, hay que estar pendiente de los diálogos
en algunos momentos para alcanzarla sutileza como conector que neutraliza el empuje entusiasta.
Mostrado entonces este juego de una narración dentro
de otra narración, las interacciones entre los personajes momentos, casi que al
instante revelan un texto y un subtexto que se irán solidificando gradualmente.
Conforme avanzan las escenas, la tensión acerca de lo que cada uno oculta de
sus propias vivencias, y cada línea de diálogo repetida expresa “las heridas” (en
el sentido de actos y omisiones) o a lo mejor y es la constante: impulsos diferentes
pero ineludiblemente conexos.
Para empezar dos ideas que surgen de nuestro cine colombiano
(ese que nunca llegará a las salas de cine comerciales). Primera, a modo de la
avant-garde cinematográfica, hay una serie de películas que serán el reflejo de
su tiempo (“Carropasajero”, por ejemplo). Y para ese nuevo habitante de sala de
cine, colombiano, recordar lo que dijo el fotógrafo y pintor húngaro
Moholy-Nagy, cuando aseveraba que “el analfabeto del mañana no será aquel que
no sepa leer o escribir, sino aquel que no sepa nada de fotografía”.
Pero por otro lado, ese ser memoria-cine vincula
la realidad, no obstante, no todos las películas se muevan —a priori—, bajo el interés
de difundir el pasado o presente con carácter reflexivo. “Como objeto de su
tiempo, una película concentra información relevante que nos acerca al periodo
en el que se produce, aunque debamos tener siempre presente que toda imagen
técnica, a pesar de su aparente objetividad (…) no deja de ser una
representación de la realidad que responde a motivaciones estéticas,
ideológicas o culturales de su autor o comitente”.
Y segundo, el cine es arte,
tecnología, medio de comunicación y asimismo un inicio de comprensión y
sensatez por ser un objeto de su tiempo que irradia, a través de un relato
visual, no solo temáticas establecidas, sino las ansiedades y desvelos de su contemporaneidad.
Tomo este punto de partida para mi análisis de la excelente película de la
cineastaYennifer Uribe Alzate.
Y segundo, el cine es arte,
tecnología, medio de comunicación y asimismo un inicio de comprensión y
sensatez por ser un objeto de su tiempo que irradia, a través de un relato
visual, no solo temáticas establecidas, sino las ansiedades y desvelos de su contemporaneidad.
Tomo este punto de partida para mi análisis de la excelente película de la
cineastaYennifer Uribe Alzate.
La
película donde a través de Sandra (una mujer trabajadora, joven, madre soltera)
se enfrenta a sí misma, a esa especie de sinsabores con su sexo y su relación
con su hijo, y su amante. Lo que Sandra nos permite discernir es que lospersonajes
e interlocutores ya no son héroes como en el cine clásico, ni sujetos del común
como en el cine moderno, son anti-héroes, y casi [digo casi] que podría exponer
algo así como de las historias sobre los contrarios como protagonistas.
En
lo estrictamente cinematográfico, el montaje no es rápido y pendenciero donde “el
corte” es algo manifiesto, pero de eso se trata, dada la vida de Sandra. Y es
que sobre el filme y sus personajes, los temas tratados son preferidos de todos
aquellos que critican precisamente la vida interior de cada quien. Sin el regocijo
por apresar un nuevo espacio en el mundo y sin el recelo a desvelar su
identidad, surge un sentimiento de quietud sin neurosis. Aunque creería que
Sandra pareciese que tiene una naturaleza así de particular y que se libera sin
tener que desvelar su verdadero rostro.
La
relación entre Sandra y quienes están a su alrededor conservará y creería en un
alto porcentaje el tratamiento del arco clásico del melodrama. No obstante, las
actitudes entre los protagonistas se vuelven cada menos resplandeciente. Por
una razón fundamental: la joven madre extrapolará su propia aprobación al mundo
y este, salvo excepciones, Sandra está convencida que la envolverá y abrigará.
Por
otro lado, el filme invita a reflexionar que la quimera en ciertos aspectos de
la vida no necesita ilusiones. Lo que sí es invariable en la película de la
cineasta Jennifer Uribe Alzate es su compasión para —por muy singular— un “paisaje
retratado”, y saber seducir su beldad esencial: aquella que a la vista de
cualquiera que quiera fijarse; la ausencia de desengaño, y de sinsabores que
lleve a una nostalgia del ser como tal.
Referencia
De las Heras, B.
(2022). Cuando la forma se convierte en fondo. La avant-garde cinematográfica
como reflejo de su tiempo, Hispania Nova,
1 Extraordinario, pp.13-40.DOI: https://doi.org/10.20318/hn.2022.6973
Lo primero que habría que decir es que la actriz
Marisa Abela encarna más que suficiente el roll de la cantante. En este sentido
el personaje es creíble dada la complejidad del mismo.
Y aclarando algunas ideas, primero rotular que “Back to Black”, el álbum de 2006 que da título a la
película biográfica de Amy Winehouse, es un disco establecido sobre una atenta
refutación alrededor del alma de la cantante y su manera de amar (su única
forma de mar).
Los seguidores de Emy nunca saldrán defraudados, y es lo
que importa para quienes seguimos la música de la cantante. Y para ultimar si
bien, hay mucho más por expresar, que más que disimular, acotar que el guionista
Matt Greenhalgh un especialista quizá en películas biográficas, se ha reunido
con Sam Taylor-Johnson, quien hizo su debut cinematográfico en 2009 con su
guión de los primeros años de John Lennon, “Nowhere Boy”.
La voz de Winehouse y las leyendas del jazz como Sarah
Vaughan y Billie Holiday son los dioses de ese olimpo. Sin embargo, cuando
escuchas las letras de las canciones de Amy, entendemos no solo son tan “reales”
como la medianoche, sino la “realidad” de la misma cantante y lo reafirmo.
Respecto a su composición “Rehab” (“Rehabilitación”) que es la canción
principal del álbum “Back to Black”, debe ser a ciencia cierta, la tonadilla
más alegre jamás grabada sobre un adicto a las drogas y al alcohol que convierte
todo por momentos en un desastre de vida (por aquello del sus amores y
desamores).
Los dos primeros tercios quizá de la película resultan
un poco desafiantes a una estructura sobre la personalidad de la cantante, pero
es que ella es así de compleja, debido a su naturaleza y todo sumado a las
drogas.Amy graba su primer
álbum, “Frank” (2003), como un disco de jazz seriamente acordado a estar más
como es ella. Le interesa más la música, ya que el dinero no le importa (así lo
expresa uno de sus diálogos en el filme). El álbum lleva el calificativo de su
ídolo, Frank Sinatra (si bien, la película jamás nos da huellas sobre eso). A
la larga, ella quiere hacerlo a su real entender y sentir.
Si conocemos a Amy en su juventud, es comparativamente
más correcta y respetable, aún antes de un piercing en el labio superior, y
antes de hallar su semblante particular (y de rímel presuroso). Señalar que una
joven judía del distrito Camden de Londres, y devota de Nan Cynthia (Lesley
Manville), una ex cantante de un club nocturno de los años 50 a quien
finalmente le quitará ese peinado de época y con la que siempre reconoceremos a
Amy.
Entonces, si prorrogamos un tipo de historia (o
historias) de amores apurados de Amy: logramos trazar que todo es solidariamente
abusivo, difícilmente chiflado y que vence a Amy en sus, cada vez execrables
adicciones a las drogas (muchos de sus conciertos los hacía bajo el efecto del
alcohol). Taylor-Johnson esgrime pues el melodrama de la pareja (Amy y su
esposo) como un ancla poderosa.La película a ciencia cierta será examinada desde el
punto de vista de cómo evitar el juego de la culpa y el error. Mientras que
Amy, en el documental de 2015 de Asif Kapadia, rotulaba, entre otros, a su
progenitor por exprimir su carrera discográfica y no tener en cuenta sus
principales logros. Las tres canciones de Amy con la termina el filme parece
indicarlo todo, escúchela y después hablamos.
El domingo 21 de abril concluyó FICCI
2024 en su versión número 63. Con nueva gente al timonel para dirigir es
festival (Alessandro Basile, su director, Ansgar Vogt, director artístico),
todo parece indicar que el certamen en mejores manos no pudo quedar.
Al
margen de las secciones y sus filmes (algunos casos realmente interesantes), el
festival cerró con la película “In the summers”. Esta cinta que es dirigida por
Alessandra Lacorazza (colombiano-estadounidense queer) muestra la historia de
las hermanas Violeta y Eva, quienes cada verano visitan a su amoroso, pero
imprudente padre llamado Vicente, el cual es interpretado por el multi ganador
del Latin Grammy René Pérez J.
No
obstante, la película estrenada, lo que hay que resaltar es el tipo de cine que
se viene para los futuros FICCI. No es el hecho de citar películas y cineastas
colombianos, cine europeo y de América Latina, en esta nota periodística. El
público colombiano que asista al festival en los próximos años, tendrá que ir
acostumbrándose a este tipo de cine. Y lo que sí puedo casi que afirmar es que
quizá nunca lleguen a las salas de exhibición por la complejidad del asunto y
ese denominado cine de autor, del cual no estamos acostumbrados.
Para empezar, dos ideas que surgen de nuestro cine colombiano
(ese que nunca llegará a las salas de cine comerciales). Primera, a modo de la
avant-garde cinematográfica, hay una serie de películas que serán el reflejo de
su tiempo (“Carropasajero” o “La laguna del soldado”, por ejemplo). Y para ese
nuevo habitante de sala de cine, colombiano, recordar lo que dijo el fotógrafo
y pintor húngaro Moholy-Nagy, cuando aseveraba que “el analfabeto del mañana no
será aquel que no sepa leer o escribir, sino aquel que no sepa nada de
fotografía”.
Pero por otro lado, ese ser memoria-cine vincula
la realidad (“Estancia”, de Andrés Carmona, “El vaquero” de Emma Rozansky), no
obstante, no todas las películas colombianas del FICCI 2024 se muevan —a priori—,
bajo el interés de difundir el pasado o presente con carácter reflexivo. “Como
objeto de su tiempo, una película concentra información relevante que nos
acerca al periodo en el que se produce, aunque debamos tener siempre presente
que toda imagen técnica, a pesar de su aparente objetividad (…) no deja de ser
una representación de la realidad que responde a motivaciones estéticas,
ideológicas o culturales de su autor o comitente”
Y segundo, el cine es arte,
tecnología, medio de comunicación y asimismo un inicio de comprensión y
sensatez por ser un objeto de su tiempo que irradia, a través de un relato
visual, no solo temáticas establecidas, sino las ansiedades y desvelos de su contemporaneidad.
Tomo este punto de partida para mi análisis de la excelente película de la
cineastaYennifer Uribe Alzate.
De
acuerdo a la política de autores desarrollada por la crítica cinematográfica francesa
de los años cincuenta, el cine de autor es un producto de la expresión personal
del director.Se examina y observan los influjos sociales,
disposiciones estéticas. También “miradas al mundo” y esas obsesiones de
algunos autores del cine moderno y posmoderno.
Otra
particularidad ya más bien estructural del cine moderno es el manejo del guion
o narrativa. Muchas veces el cine moderno apela por la narración de arte y
ensayo descrita por Bordwell (1996), estructura que se relaciona muy bien con
la otra gran contraseña del cine moderno, y que es la búsqueda de las
circunstancias intrínsecas del sujeto (“La piel en primavera”, de la colombiana
Jennifer Uribe).
En
la narración clásica según Bordwell (1996) o narración fuerte según Casetti y
Chio (1991), el protagonista es un héroe positivo con un carácter definido, con
metas y objetivos claros que logra alcanzar al final del film y trayendo mucha
complacencia al espectador y con una sensación de que en la vida todo es
posible. En este contexto parece que es demasiado previsible que no ocurra en
casi todas las películas que se observaron en la sección por ejemplo del cine
colombiano (“Yo vi tres luces negras” de Santiago Lozano, pero buena película
en su tono y puesta en escena).
Destacar
para terminar los tributos al cineasta iraní Asghar Farhadi (“Una separación”),
el cineasta colombiano Sergio Cabrera (“Ilona llega con la lluvia”) y la
realizadora de cine español Isabel Coixet (“La vida secreta de las palabras”).
Tributos merecidos por sus visones particulares del ser humano y de la vida
misma.
A
propósito de Sergio Cabrera. “La estrategia del Caracol” es una de las
películas más importantes de la historia del cine colombiano. El viernes 19,
esta producción tuvo un homenaje en Cartagena por motivo de su 30 aniversario.
Uno de los asistentes fue su propio director, Sergio Cabrera, quien contó que
la cinta tuvo un proceso de restauración digital (llevado a cabo por la
Fundación de Patrimonio Fílmico Colombiano) a partir de una copia positiva. ¡Recuerde
que el cine nunca tiene vacaciones!
Gonzalo Restrepo Sánchez
Referencia
De las Heras, B.
(2022). Cuando la forma se convierte en fondo. La avant-garde cinematográfica
como reflejo de su tiempo, Hispania Nova,
1 Extraordinario, pp.13-40.DOI: https://doi.org/10.20318/hn.2022.6973