“El legado” es una película irlandesa de Lisa Mulcahy,
que aprovecha en tono de thriller psicológico una historia que aunque pausada
en sus dos tercios iniciales, el último tenemos toda la sabiduría de cómo se
desenvuelve una tensa historia familiar, que por algún momento, parecía no
tener fin. Una excelente adaptación a nuestro tiempo de la novela “Tío Silas”, de
Sheridan Le Fanu, y sin parquedad de afectar su original, tiempo, ni lugar a
mediados del siglo XIX en la campiña irlandesa. La directora, Lisa Mulcahy, y
empleando un término beisbolístico “la sacó del estadio”.
El punto de partida de esta novela, titulada en
versión original de una manera mucho más misteriosa, “Lies We Tell” (“Las
mentiras que contamos”), la debutante guionista Elisabeth Gooch no hace un viaje
lineal, sino que plantea el viaje emocional de la protagonista: una joven
heredera (Agnes
O'Casey) que queda huérfana en una
remota finca de Irlanda.
La puesta en escena y la elección de los espacios, es
una de las medidas más profundas y sutiles que hay tras su rodaje. Efectivamente
la hacienda es un protagonista más, que nos consiente inhalar el aire de la
época victoriana al caminar sus pasillos, pasar por sus misteriosos exteriores
y, en suma, sumergirnos en el contexto adecuado para que se desenvuelva la fábula
de forma verosímil.
Con la llegada del tío Silas a la mansión habitada por
la heredera Muade, y ante la mala reputación del tío debido a una oscura muerte
de un conocido que provocó su alejamiento del fallecido padre de Maude; el
hombre afirma y reafirma su inocencia, pero es un hombre altanero con una
cuenta que saldar y una sobrina con la que pretende casar a su propio hijo, requiriendo
así la propiedad que concibe que le han burlado.
De todas formas, O'Casey, bisnieta del grande
literario irlandés Sean y figura de la serie de televisión “Ridley Road”, tiene
el punto de partida en este filme, para dejar su huella. Además, tiene el arrojo
de su personaje para llevar la película sobre cualquier dificultad que se le
presente.
El choque de la vida mayoritariamente rural frente al
campo irlandés con el espacio de la fábula, aunque sea sencillo, se esgrime
como señuelo de valores, costumbres y emociones olvidadas o totalmente lánguidas.
Si algo puede atribuírsele a esta película, es su representación pausada, y una
situación emocional para un tipo de cine poco común en las pantallas del mundo.
Y frente al final de lo observado: un día en que “mirándote al espejo” no te queda titubeo
alguno de que la vida no tiene sentido, y resigna ser un tránsito invariable
quizá hacia el pretexto.