Muy pocas películas latinoamericanas llagan a nuestras
carteleras por no decir que es nula la exhibición de películas de nuestro
continente. Valdría la pena revisar el asunto, pues nos permite entre otras cosas,
analizar que es que lo se hace fuera del territorio colombiano. Aunque entiendo
que es un problema de distribución y exhibición nada fácil de solucionar.
Pasó por FICCI 61 la reciente película de la cineasta
argentina María Álvarez “Las Cercanas” [ganadora en el reciente festival de
cine de Mar del Plata como la mejor película argentina 2021]. De entrada
podemos decir que es una película documental que narra la historia de las gemelas
Isabel y Amelia Cavallini [en el momento del rodaje tenían 91 años, una de
ellas falleció hace un tiempo], concertistas de piano que siempre tocaban a dúo.
A mi juicio, la historia no plantea un problema de
angustia y tristeza sobre la vejez, sino de la nostalgia cargada de melancolía
[nada de hipocondría]. De hecho, “Las cercanas” y en este contexto, aunque
parezca que no, se crece en sus pequeñas filiaciones entre la música de piano y
dos damas mayores, tanto en lo narrativo con una cámara firme, como estéticos; si
bien esa profundidad dramática en el filme apuntale en una propuesta que de
primeras puede parecer muy sencilla.
A partir de miradas y gestos que rememoran más que extensos
discursos, hasta planos concluyentes cargados de significado, como los muñecos
que tienen de compañía ambas mujeres [si bien no hay mucho plano abierto para
aislar al personaje, sí primeros planos para sentir que las emociones se aíslan
en su atenta planificación]; la cineasta argentina nos va envolviendo en su
propósito: instantes en los que en las dos ancianas se advierte cierta y
curiosa complicidad en la manera de ver las cosas, pese a lo poco que las
separa esa imperativa necesidad [involuntaria además] de conllevar un mismo
destino.
Visto así el asunto, la película es un viaje de pronto
a la soledad, con un epílogo realista. Y sobre este tema [la soledad], el cine
siempre nos ha mostrado lo mejor. Y no es que este cronista sea viejo, es que
el cine siempre nos lleva de alguna manera a donde queremos estar, y en esta reflexión
y remembranza cinéfila, la película [por ejemplo] “Cuando huye el día” (Wild Strawberries, Ingman Bergman,
1957); nos refrenda que los mejores recuerdos y nostalgias los conseguimos
cuando la soledad nos consume. Además, el desafío de la incertidumbre y el
autodescubrimiento sobre la base de los recuerdos, es la columna vertebral de
esa situación que muchos seres humanos sobrellevan. Desde el punto de vista
filosófico. Montero y Sánchez (2014) afirman:
La soledad es entendida como una condición inescapable
en la búsqueda de la autoconciencia. De acuerdo con Mijuskovic la soledad está
arraigada en la realidad primaria del individuo, inmanente y subjetiva. Dentro
de esta perspectiva, el dictum de lograr la autoconciencia enfrenta al hombre
ante el hecho de una soledad ontogenética (p. 19).
Recientemente leía que “los cineastas han estado
haciendo películas sobre la soledad desde el comienzo del cine, pero un
director contemporánea que realmente se destaca en su exploración
cinematográfica de este tema es Spike Jonze”. De todas formas en lo particular,
los dos personajes protagonistas de esta excelente película de María Álvarez,
me encantan por muchas razones y, una de ellas es la idea concluyente que deja
en mis adentros: la vida bien vale la pena vivirla. Y esto lo digo porque en lo
fenomenológico, hallamos la concepción de la soledad como una forma de
autoconciencia.