Una cosa curiosa ocurrió cuando se presentó esta
película en la versión número 61 de FICCI. Faltaba poco para terminar la
proyección del filme, cuando de pronto se fue el fluido eléctrico. Lo que más
sorprende es que nadie se movió de su butaca, aun cuando alguien del festival
anunció que se proyectaría en otro momento. Esto indica a las claras que el
argumento de la cinta había cautivado a todos los presentes y querían ver el
final. Una buena y única razón posiblemente para considerar que se estaba ante
una buena película.
Con relación a la historia totalmente caribeña [de la
costa norte de Colombia] y la película dirigida por un cachaco [nacido en el interior del país y no es un vocablo
peyorativo] Joan Gómez Endara, plantea de entrada las relaciones poco cariñosas
entre un adulto esquivo llamando Eliecer y una niña [llamada Esperanza] en un
viaje en apariencia a ninguna parte. La trama que parte del año 1999, por
consiguiente, y conforme a las circunstancias económicas y afectivas de los
interlocutores, nunca da la expectativa de un final rosa y una situación
rebuscada o compleja. Y, permitiendo al mismo tiempo al espectador, disfrutar
de la sorpresa y de su desarrollo. Al escribir sobre esas capas que sostienen
el meollo dramático del filme, asimismo se valoran a través de una gaita
sanjacintera, que tiene su protagonismo y que nos ayudará a encontrar expresión
e identidad.
Antes de proseguir con el análisis, bien merece la pena
aclarar el origen del instrumento musical. Carmona, Dean y Borja (2019)
aclaran:
En sus inicios el
instrumento era denominado “Kúisi” como lo expresa el docente Puello en la
entrevista, este tipo de música pertenecía a la gente de clase humilde y era repudiada
por las personas de clase alta. En este tipo de música los indígenas, obreros y
en general la gente común contaba sus vivencias y situaciones (p. 24).
Una gaita en consecuencia, y que en la película como
metáfora a la larga que es, nos permite entender las vivencias [si bien no se
observa, pero se entrevé] de una niña y
un adulto, y que son las clásicas intuiciones de una omnisciencia narrativa importante,
que confiere una verosimilitud entre la presencia y/o la ausencia de otro ser
querido; no obstante pensemos que siempre todo está por suceder.
Bella propuesta cinematográfica en consecuencia tanto
por su narrativa como estéticos compases musicales, y desde miradas y gestos
que evocan difusas arengas de un parco Eliecer [al igual que su destello de una
vida protagonista y anodina —conmovedora por momentos—]; hasta planos concretos
cargados de significado. Entonces surge la pregunta, ¿por qué la gaita en ese
contexto? Intentemos aproximarnos a ello.
Si las representaciones sociales están estrechamente
atadas con los denominados imaginarios colectivos, que se crean desde la
interacción entre los seres humanos. Según el psicólogo social rumano Moscovici: “las
representaciones sociales” emergen principalmente en situaciones de crisis y
conflictos. De conformidad con la teoría de las representaciones sociales de
Moscovici (citado por Rateau y Lo Monaco, 2013) es viable pensar que los
individuos transfiguren una significación en una imagen [en un núcleo alegórico].
Esto explica [y no solo en la película] por qué la música de gaitas o la cultura
de la gaitas se transforma en la imagen que recuerda la casa, o el pueblo para
esos caribeños que están lejos. Lo anterior viene a propósito, porque la gaita
en el filme tiene un protagonismo omnisciente interesante.
En otro orden de ideas que propongo, es que al
plantear “ese reflejo” que de los hechos se produce en la mente del espectador
tras observar “El árbol rojo”, es debido
a que es una historia sensible e identificable en la región Caribe. Muchas
niñas [hoy mujeres] han transitado ese camino lleno de incertidumbres, y, de ahí que la
evolución del relato no huye de todo ese lugar común que es el Caribe y plantee
una pregunta quizá enérgica en las mentes del espectador tras observar a
Eliecer y la niña. ¿Quién puede prescindir de quien en la vida que les puso en
el camino? Dicha formulación además nace de las escenas donde sin artimaña
alguna, adquieren a su vez otros niveles emocionales, puesto que la vida
inocente que observa y concibe la niña [inmersa en su mundo inocente], no es la
misma que la del adulto.
Toda esta formulación y profundidad dramática a su
vez, es apuntalada en una propuesta que de primeras [e insisto en ello] puede considerarse
muy sencilla: dos personajes relevantes, y escasamente pocas localizaciones
principales y un tratamiento caracterizado en general por una economía
narrativa. Más no se puede y ahí está la versatilidad del cineasta Gómez
Endara.
A decir verdad importan más ciertos silencios que
algunas palabras entre los interlocutores, las exiguas elipsis que escenas
explícitas sobre lo acumulado y se siente además, cómo ciertas perturbaciones [que
se podrían repasar a través de los personajes] no resultan importantes cuando
se entiende que la brecha generacional otorga el distanciamiento entre esos dos
seres apocados [Eliecer y Esperanza muy poco hablan entre sí]. Si bien la puesta en escena no es perfecta,
lo que importa es que, sin caer en la efectismo melodramático, prioriza el
drama puro y simplemente humano.
Referencias
Carmona, Y. Dean, W. y W. Borja (2019). Procesos comunicacionales y
representaciones sociales que tienen los jóvenes sobre la música de gaitas y su
influencia en la tradición musical desee San Jacinto, Bolívar. Tesis pregrado. Universidad Tecnológica de Bolívar.
Teradata. https://biblioteca.utb.edu.co/notas/tesis/0067357.pdf
Lo
Monaco, G., Lheureux, F. & Halimi-Falkowicz, S. (2008). Le
test d’indépendance au context (TIC): une nouvelle technique d’étude de la
structure représentationnelle.
Swiss Journal of Psychology, 67(2), 119-123.