La
película que hoy nos ocupa es la adaptación de la novela "Immodest Acts:
The Life of a Lesbian Nun in Renaissance Italy (Studies in the History of
Sexuality)" de Judith C. Brown, que no creo que haya sido leída por
muchos, pero sí referenciada por esta recienta película de Paul Verhoeven
[recordar su Ópera Prima “Delicias holandesas” (1971), y con el desafío y
escándalo que siempre han acompañado a la mayoría de los proyectos que ha
abordado, recordemos que el éxito lo conseguiría con su cinta “Delicias turcas”
(1973), convirtiendo al actor Rutger Hauer en un auténtico mito erótico de la
época y en su actor fetiche].
Respecto
a “Benedetta”, es esa película en la que su director ha resuelto desbocarse
[por no utilizar una palabra soez] en todos sus caracteres fenomenológicos y
ejecutar de forma insolente [a mi modo de ver] todas las ofuscaciones que han
caracterizado a una gran parte de su cine: sexo y más sexo con desenfreno,
fanatismo, y para este filme: sacrílego [prefiero no cometer spoiler].
Algo
a tener muy en cuenta en la película y sin delicadeza narrativa alguna, es esa
ambigüedad moral de sus personajes; llevándolos al extremo en escenas cargadas
de ese coraje y arrebato instintivo, donde casi todas son coherentes, por un
lado, con las para nada escusas alucinantes de Benedetta (Virginie Efira) con
un Jesucristo al acecho —o vigilancia— incitando y avivando una descomunal
intensidad emocional en su evocación. Por otro lado, la condición humana
inmersa en su cotidianidad más vulgar [conviene no dejar de lado a la misma
madre superiora, la abadesa Felicita (Charlotte Rampling), una persona con su
propia altivez, de mirada inquisidora y gélida, preocupada más en amasar dinero
—las dotes— de las novicias].
Con
base en el siglo XVII caracterizado por el auge de la monarquía absoluta y la
sociedad estamental, de alguna manera la ideología del filme nos muestra una
época emocional, donde el ser humano y sus mecanismos existenciales operan [y
manipulan] de modo parecido al de una sucesión de parámetros de una vida nada
afectiva. Y respecto a los personajes de la trama en sí, nada de recuerdos de
un pasado mediano, a través de ese dispositivo inexplicable [el convento a modo
de metáfora] por el que no se atesoran en sus memorias cualesquiera
identificaciones con mayor claridad aunque, para Benedetta atesora en su
interior mucho más que una enérgica y sorprendente intensidad.
Cuando
Benedetta y Bartolomea se convierten en amantes entre las cuatro paredes del
convento, al mismo tiempo Benedetta a golpe de enigmáticas manifestaciones
“milagrosas”, iría ascendiendo en la jerarquía de la abadía, hasta llegar a ser
abadesa, a la temprana edad de 30 años; aunque la novicia Cristina [su
principal enemistad como en todas las cosas de la vida] no lo acepte.
La
historia que si bien arranca con Benedetta de nueve años, es sin vacilación
alguna, la caracterización [más adelante del metraje] de un personaje femenino
enérgico, provocador y hábil; que con la mirada del espectador de entender qué
es lo inexcusablemente determinante en ella, permite comprender la capacidad de
sus actos. Además, para remover las raíces de una Iglesia Católica que
evidencia en los fotogramas observados: una entidad inmunda y podrida [y no hay
tautología]. Y es que igualmente, justo a través de interlocutores de
diligencia ambigua como la del nuncio de Florencia (un excelente Lambert
Wilson) el responsable de juzgar a monja Benedetta por herejía, conviene no
dejar de lado una mirada también inquisidora.
De
todas formas, lo que queda claro en definitiva en la ideología del filme
“Benedetta”, es que a través de un fanatismo religioso y el carácter lésbico
—sin un antecedente cinematográfico cercano—, son dos componentes que,
estudiados en la misma cinta sin el impulso de caer en lo melodramático, cursi
o redundante, solo consiguen disponer de una apurada polémica y, censurada de
blasfema por sectores religiosos [católicos] si
vacilación alguna.
Ante
el contexto de la Iglesia, la pasión religiosa y la lasitud de la razón a
cualquier indicio de herejía [aunque otros opten el vocablo de heterodoxia].
La
herejía adquiere su carácter peyorativo en el momento en el cual un sistema de
creencias niega su carácter de tal y se promueve al estatuto de Verdad, más aún
cuando dicho estatuto logra ser materializado por la norma jurídica. La
resultante de esta promoción es la descalificación inmediata de quienes opinan
sobre ella, y la consecuente asociación con términos tales como error,
disparate, daño o tormento (Eira, 2008, p. 75)
Unas
pocas secuencias a piel descubierta y otras más de suplicios, alaridos y
visiones de Benedetta [la puesta en escena de esos sueños, con un Jesucristo
homérico y reparador que la salva de los peligros], permiten concluir que el
tema en general no es nada fácil. Los placeres de la carne y los sufrimientos
del alma, muchas veces a más de un ser humano que habita este planeta lo
colocan prácticamente, al borde de la locura.
Referencia
Eira, G. (2008).
Elogio de la herejía. Psicología Social. Recuperado de:
https://books.scielo.org/id/gbqz7/pdf/rivero-9788599662861-07.pdf