viernes, 2 de marzo de 2018
MATAR A JESUS
"Matar a Jesús" es un filme de la cineasta colombiana Laura Mora que nos muestra la vida de una joven llamada Lila en medio de un mundo de abyección y marginalidad. De manera que con cámara en mano, la cineasta intenta dejar en el espectador que la ambición de asesinar en seres para nada "nacidos para matar", tiene implicaciones morales. Y es que sin una relación entre el amor y el odio, el asunto ofrece en el personaje femenino la disyuntiva de la venganza.
Y es que a la larga hay que vivir sin el aborrecimiento (como el caso de nuestro país) y ser un reflejo adolescente para nuestros seres queridos, en este proceso de paz. De manera que estamos ante un filme bueno en su tiempo y atmósfera, que rompe el escepticismo más clásico y a larga un ejemplo a seguir.
De manera que lo verosímil al recrear una sociedad como la nuestra, debe ser nada de egocéntrica y con la mirada puesta en decisiones para una vida (nada) marginal desde el punto de vista del alma personal. A modo de conclusión pues, una película que se recomienda a todos aquellos con deseos de encontrarse así mismo en un mundo de conflictos.
Sin el ànimo de ser adivinador, este puede ser el filme ganador de este festival de cine de Cartagena 2018, donde la Sección Oficial está enmarcada en el cine independiente latinoamericano, aunque hay que aclarar que no todo cine independiente es bueno.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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jueves, 1 de marzo de 2018
Smilling Lombana abre el telón en FICCI 58
Con la película documental “Smilling Lombana” de la
cineasta Daniela Abad Lombana, se abrió una nueva versión del festival de cine
de Cartagena de Indias, con un lleno a rebosar el Centro de Convenciones, el
filme suscitó diferentes opiniones.
Respecto al filme, podemos escribir que es un retrato de
familia, donde su montaje es excelente, logrando un buen timing entre el presente,
el pasado y las entrevistas respecto al artista. Se trata pues de un registro
sobre lo bueno y “lo bueno” sin analogía alguna. Quizá porque el artista sin
temor a equivocaciones fue único a diferencia de otros escultores.
A la hora de un estudio más en profundidad, tampoco
faltan los más criterios y hondos estudios específicos sobre el documental,
donde figura el ya clásico de Bill Nichols, La representación de la
realidad. Cuestiones y conceptos sobre el documental, no llega a
darnos varias ideas sobre el documental en sí.
Lo
primero entonces y con base en lo anterior, lo textual y desde el público es lo
referente al personaje. De pronto poco carismático, algo personalista. Tal vez
por eso sea un documental que no complació a todo el mundo, aunque el cine no
se hace para complacer a nadie.
De
manera que “Smilling Lombana” es un documental que aprueba la cineasta donde la
música agrada al oído del espectador y sin dar respuestas desde los testimonios,
el documental a veces pierde si interés. De todas formas, es el segundo
largometraje de su cineasta, quien tiene en sus manos la opción de buscar otras
verdades, pues lo que le encanta.
La sección
de documentales del festival tiene variada temática, aunque toma las formas de
la imagen más contemporánea. El cineasta español Víctor Érice señala que: el
lenguaje cinematográfico, sometido a los condicionamientos de una profunda
transformación técnica, ha dejado de ser algo en sí mismo, como lo fue durante
muchos años, para convertirse en un apéndice de lo que se ha dado en llamar el
Audiovisual. En esta situación no es exagerado afirmar que la mirada documental
-aplicada o no a una ficción explícita-, renovando la necesidad de observar las
cosas mientras se filma, hace que el cine se mantenga vigente
vigente
y en contacto con el mundo.
domingo, 28 de enero de 2018
All the Money in the World
La película arranca con
una escena donde la cámara sigue por la "Via Veneto", de Roma a altas horas de la
noche al joven de cabellera larga Paul Getty, pasando al lado de las prostitutas,
en una sutil evocación de “La dolce vita”, para luego suceder lo que tiene que
suceder.
De
manera que la dramatización de Ridley Scott (con ochenta años cumplidos) sobre
la obstinación del multimillonario J. Paul Getty a pagar el rescate por el
secuestro de su nieto en 1973, se convierte en un thriller cuyo guion de David
Scarpa, basado en el libro de 1995 de John Pearson originalmente titulado
“Painfully Rich: The Outrageous Fortune and Misfortunes ofthe Herederos de J.
Paul Getty”, soluciona eficientemente el secuestro y las consecuencias en
familias adineradas.
Pero
la película (en su mejor perfil sobre el comportamiento de los personajes ante los
ojos del espectador), tiene el imaginativo e ingenioso enfoque sobre las
circunstancias adversas de un secuestro.
Cinta
pues que sin una narrativa ambigua, y sin la justificación moral de un acto
como el secuestro, no acepta con humilde estoicismo alguno la posible fecha la
muerte de un secuestrado, sino que de alguna forma (no tan cinematográfica) se
resiste y lucha por su vida, sin gestos desgarradores.
Gonzalo Restrepo
Sánchez
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jueves, 25 de enero de 2018
The Post
Periodistas
siempre hubo en el cine. En esta oportunidad el director Steven Spielberg nos
sumerge a finales de los años sesentas. La fábula nos presenta sin vacilación
alguna, al famoso funcionario del Pentágono, Daniel Ellsberg quien, durante el
gobierno de Richard Nixon, fotocopió las siete mil páginas del informe
"Relaciones Estados Unidos: Vietnam, 1945-1967"; archivado en el
Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Estos documentos contenían
información sobre “los verdaderos motivos alrededor de la conocida Guerra de
Vietnam y por qué el Estado había decidido extender las acciones bélicas contra
el país asiático.
Pero en
estrictamente cinematográfico, “The Post: Los oscuros secretos del Pentágono”
está enmarcado como un thriller político en el que “The New York Times” y “The Washington Post”,
tomaron una valerosa posición en favor de la libertad de expresión, informando
sobre dichos documentos.
De manera que la
historia con una claridad y tono muy a lo Spielberg, ante los ojos del
espectador todo resulta creíble. Y es que sin fatiga alguna por los diálogos y
acorde a los valores del periodismo, el ritmo del filme rastrea el tema
político sin necesidad de evocación alguna (“Todos los hombres del presidente”,
por ejemplo) y cómo con agudeza superior, se obliga a unos personajes (cuyos
diálogos se corresponden la sociedad en la que viven).
Todo lo
anterior, es mostrado a través de un montaje nada fragmentado que incorpora
imágenes y planos intercalados para darle forma visual a un pensamiento tan
complejo como incisivo en la parte ideológica. Y es que esta cualidad del guion, se explota en pro de
una gran película. De la mera organización perceptiva y sin saltos visuales y
temporales, el espectador elude que está ante una partida de póker con el
cineasta.
Gonzalo Restrepo
Sánchez
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miércoles, 24 de enero de 2018
Darkest Hour
Este filme que nos relata una parte de la vida privada y política de
Winston Churchill (un Gary Oldman para “Oscar”), empieza en 1940 cuando Hitler
ocupa la por entonces Checoeslovaquia. Con una toma elevada que va bajando
hasta ver cómo se cuestiona la gestión del ministro Chamberlain en el congreso
británico, todo apunta a Churchill.
Así que durante los difíciles primeros años de la Guerra, cuando el Reino
Unido se quedó solo en su firme oposición contra la Alemania nazi, el filme con
una dirección de arte perfecta, plantea de forma nada sutil, la idea de cómo
Churchill pudo tratar de cambiar el curso de la historia mundial. Para ello
(más que la documentación histórica) se basa en la caracterización de Churcill
para hacernos creíble lo políticamente correcto (“una copa del Pol Roger”,
sugiere irónicamente como agenda ante la pregunta de un periodista).
Si bien Wright, pero sobre todo su guionista Anthony McCarten se apoyan en
un alto porcentaje en la locuacidad y oratoria, realzando la capacidad emotiva
en el personaje de Churchill, el concepto espacio-temporal, no rompe con el
discurrir narrativo, bien apoyado además en la música de Dario Marianelli.
Podríamos escribir al igual que en el filme
“Churchill” (2017) de Jonathan Teplitzky, que en lo “estrictamente
cinematográfico, cabe destacar la composición en cada plano y cómo cada
secuencia pretende no enjuiciar al gran hombre británico, sino que a través de
un relato íntimo, mostrar ese “león enjaulado”, que, en última instancia,
reformulará su ficticias ideas que tenía que afrontar (la conversación entre
Churchill y el Rey Jorge VI).
Gonzalo Restrepo Sánchez
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domingo, 14 de enero de 2018
The Shape of Water
Ampliamente galardonada, esta cinta de Guillermo del Toro (“Cronos”, 1993,
“El espinazo del diablo”, 2001 o la laureada “El laberinto del fauno”, 2006)
ofrece al espectador una serie de sentimientos, que sin lugar a dudas la
disfrutará en todo su dimensión. Y es que el cineasta pone toda su destreza
para darnos una fábula sobre los afectos de una amistad.
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Y es que en este contexto, con ritmo lento en sus fotogramas, y, sin caer en los clichés; la fábula apoyada con la música virtuosa de Alexandre Despalt, nos cuenta una bella historia de amor (ambientada en los años sesentas) de una mujer llamada Elisa y, en un contexto político que, a mi juicio es válido, pero que en el fondo, transfiere poco a una relación iniciada entre ella y un anfibio humanoide.
El mito amoroso entre un ser bello y la bestia no tiene origen en alguna película de la historia del cine, sino que se
halla en los albores de la historia de la humanidad. De todas formas, el cineasta
mexicano retorna a un mito antiguo y que además se encuentra en la historia del
cine, pero que ya formaba parte del imaginario colectivo, mucho antes de la
invención del cinematógrafo.
Con algunos elementos del terror gótico de las primeras películas de la
“Universal” y con novedosos elementos de ciencia ficción, toda la historia
adquiere el tono de thriller, para llevarnos de la mano de los intereses de los
protagonistas. Con muchas referencias cinéfilas y con algo de nostalgia a la
serie B que se palpita en el filme del cineasta mexicano, Sally Hawkins interpreta
a Elisa, la limpiadora de un laboratorio de Baltimore, junto a su amiga Zelda
(Octavia Spencer).
Evocando de alguna manera la película, “Creature from the Black Lagoon”,
1954, de pronto, y a lo largo de toda la película en su intriga secundaria, surge
la idea de que el monstruo es un animal salvaje (sin estar en su hábitat
natural). Y es que en este sentido, el debate de hacer un negocio con lo
descubierto, pone por supuesto a la ciencia como válido opositor a dichas
intenciones. El anterior argumento, por supuesto que evoca a cuestiones ya
observadas en otros muchos filmes (como “Parque Jurásico”, de Steven
Spielberg, 1993). Pero como en todo este tipo de fábula, el empresario
ambicioso corre su propia suerte.
Para terminar, estamos pues ante un cine que tiene validez en la medida que
sus cineastas transfieran una cinefilia evocando aquellas películas de ciencia
ficción de bajo presupuesto. Títulos como “Tarántula”, 1955, “El increíble
hombre menguante”, 1957 y el recuerdo a uno de los monstruos más emblemáticos
de la Universal, “La Criatura del Lago Negro”: un mutante de semblantes
anfibios y humanos que se volvería a refrendar en secuelas como “La venganza
del monstruo de La Laguna Negra (1955)” y “La criatura camina entre nosotros
(1956)”.
Gonzalo Restrepo
Sánchez
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sábado, 6 de enero de 2018
La reina Victoria y Abdul
El mejor estilo de Frears (“Relaciones peligrosas”,
“La reina”) donde sobresale el vestuario, el diseño, la fotografía y la actuación; esta cinta encarna la
fascinación de los personajes.
La relación personal entre la reina Victoria de 81
años y el joven Abdul (comienza siendo un vasallo y termina convirtiéndose no
solo en su secretario personal, sino en su amigo y confidente), resulta ser una
dosis de empatía entre los espectadores. Y es que a través de una primera
mirada entre ambos personajes, las cosas irían a cambiar.
Pero más allá de esta sincera amistad (aunque la
amistad debe de por sí, ser sincera), nos ilustra de la Casa Real británica, el
tradicionalismo de esta época (y de todas), siendo un filme atemporal al
servicio de la realidad política de ese país y su relación con los demás.
Con la serenidad en la dirección de actores, la
planificación de la puesta en escena y sobre todo la tarea de manejar bien el
espacio (entre otros factores y nada próximos al cine de autor), la película
provoca un acercamiento entre la propuesta, el punto de vista de los
protagonistas y el público.
Filme agradable que a la larga nos lleva a un
melodrama ampuloso si se quiere, pero que hace que todos nos sintamos en sus
casi dos horas de proyección bastante cómodos.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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