El mejor estilo de Frears (“Relaciones peligrosas”,
“La reina”) donde sobresale el vestuario, el diseño, la fotografía y la actuación; esta cinta encarna la
fascinación de los personajes.
La relación personal entre la reina Victoria de 81
años y el joven Abdul (comienza siendo un vasallo y termina convirtiéndose no
solo en su secretario personal, sino en su amigo y confidente), resulta ser una
dosis de empatía entre los espectadores. Y es que a través de una primera
mirada entre ambos personajes, las cosas irían a cambiar.
Pero más allá de esta sincera amistad (aunque la
amistad debe de por sí, ser sincera), nos ilustra de la Casa Real británica, el
tradicionalismo de esta época (y de todas), siendo un filme atemporal al
servicio de la realidad política de ese país y su relación con los demás.
Con la serenidad en la dirección de actores, la
planificación de la puesta en escena y sobre todo la tarea de manejar bien el
espacio (entre otros factores y nada próximos al cine de autor), la película
provoca un acercamiento entre la propuesta, el punto de vista de los
protagonistas y el público.
Filme agradable que a la larga nos lleva a un
melodrama ampuloso si se quiere, pero que hace que todos nos sintamos en sus
casi dos horas de proyección bastante cómodos.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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