Stanley Tucci e Isabella Rossellini acompañan a Ralph
Fiennes en una oscura historia que sigue la elección del nuevo líder de la
Iglesia. Elcinesinirmaslejos presenta el
primer tráiler oficial de este esperado thriller ambientado en el Vaticano.
Stanley Tucci e Isabella Rossellini acompañan a Ralph
Fiennes en una oscura historia que sigue la elección del nuevo líder de la
Iglesia. Elcinesinirmaslejos presenta el
primer tráiler oficial de este esperado thriller ambientado en el Vaticano.
Para empezar dos ideas que surgen de nuestro cine
colombiano (ese que nunca llegará a las salas de cine comerciales). Primera, a
modo de la avant-garde cinematográfica, hay una serie de películas que serán el
reflejo de su tiempo (“Carropasajero”, por ejemplo). Y para ese nuevo habitante
de sala de cine, colombiano, recordar lo que dijo el fotógrafo y pintor húngaro
Moholy-Nagy, cuando aseveraba que “el analfabeto del mañana no será aquel que
no sepa leer o escribir, sino aquel que no sepa nada de fotografía”.
Pero, por otro lado, ese ser
memoria-cine vincula la realidad, no obstante, no todos las películas se muevan
—a priori—, bajo el interés de difundir el pasado o presente con carácter reflexivo.
“Como objeto de su tiempo, una película concentra información relevante que nos
acerca al periodo en el que se produce, aunque debamos tener siempre presente
que toda imagen técnica, a pesar de su aparente objetividad (…) no deja de ser
una representación de la realidad que responde a motivaciones estéticas,
ideológicas o culturales de su autor o comitente”.
Y segundo, el cine es arte,
tecnología, medio de comunicación y asimismo un inicio de comprensión y
sensatez por ser un objeto de su tiempo que irradia, a través de un relato
visual, no solo temáticas establecidas, sino las ansiedades y desvelos de su contemporaneidad.
Tomo este punto de partida para mi análisis de la excelente película de la
cineasta Yennifer Uribe Alzate.
La
película, donde a través de Sandra (una mujer trabajadora, joven, madre
soltera) se enfrenta a sí misma, a su relación con su hijo, a esa especie de
sinsabores con su sexo y su amante. Lo que ella nos permite discernir es que
los personajes
e interlocutores ya no son héroes —como en el cine clásico, ni sujetos del
común como en el cine moderno—, son anti-héroes, y casi [digo casi] que podría exponer
algo así como de las historias sobre los contrarios como protagonistas.
En
lo estrictamente cinematográfico, el montaje no es rápido y pendenciero donde “el
corte” es algo manifiesto, pero de eso se trata, dada la vida de Sandra. Y es
que sobre el filme y sus personajes, los temas tratados son preferidos de todos
aquellos que critican precisamente la vida interior de cada quien. Sin el
regocijo por apresar un nuevo espacio en el mundo y sin el recelo a desvelar su
identidad, surge un sentimiento de quietud sin neurosis. Aunque creería que
Sandra pareciese que tiene una naturaleza así de particular y que se libera sin
tener que desvelar su verdadero rostro.
La
relación entre Sandra y quienes están a su alrededor conservará, y creería en
un alto porcentaje, el tratamiento del arco clásico del melodrama. No obstante,
las actitudes entre los protagonistas se vuelven cada menos resplandeciente. Por
una razón fundamental: la joven madre extrapolará su propia aprobación al mundo
y este, salvo excepciones, Sandra está convencida que la envolverá y abrigará.
Por
otro lado, el filme invita a reflexionar que la quimera en ciertos aspectos de
la vida no necesita ilusiones. Lo que sí es invariable en la película de la
cineasta Jennifer Uribe Alzate es su compasión para —por muy singular— un “paisaje
retratado”, y saber seducir su beldad esencial: aquella que a la vista de
cualquiera que quiera fijarse; la ausencia de desengaño, y de sinsabores que
lleve a una nostalgia del ser como tal.
Referencia
De las Heras, B.
(2022). Cuando la forma se convierte en fondo. La avant-garde cinematográfica
como reflejo de su tiempo, Hispania Nova,
1 Extraordinario, pp.13-40. DOI:
https://doi.org/10.20318/hn.2022.6973
Mariana (Estefanía Piñeres) y Gabriel (Emmanuel
Restrepo) es la joven pareja sobre quienes se apoya este drama colombiano de la
cineasta Natalia Santa, donde parece que todas las intenciones personales de
amor hacia los demás y hacia uno mismo, plantean una eventualidad no de
reconciliación, pues la pareja se ama, pero sí de reflexión catártica y de
enfrentamiento con las derivaciones de la propia vida, interioridades y
desatenciones, dejando una conformidad aparente para una depuración de la
conciencia individual, y todo se revela cuando ella habla a su pareja de ir (o
huir) hacia Malta (la isla. Por supuesto), más en un sentido figurado de un
viaje a ninguna parte y caminado de noche por fría acera de la ciudad.
“Malta” es de esas películas para “Un Certain Regard”
en Cannes, donde cabe este ejemplo de historia. Pero, una reflexión que deja
este nuevo tipo de cine colombiano (aunque reconozco la imprudencia de
señalarlo así), es plantear una formulación en torno a la mirada femenina en el
cine. Se podría escribir que el cine colombiano ya —a paso lento— va revelando
este camino para nada frívolo. Sobre la terminología “cine de mujer”, y deliberando
“¿cuál es la relación entre las intervenciones culturales realizadas por mujeres
y las intervenciones culturales feministas? Para lo Formulado así el asunto, es
fácil ver que las dos cosas no son necesariamente una y la misma. Los cuadros, las
novelas o las películas hechas por las mujeres pueden o no ser feministas, y es
posible afirmar, aunque algunas feministas discreparán, que los hombres pueden
producir obras de carácter feminista” (Kuhn, 1991, p. 22).
La cinta colombiana, si bien, no se sustenta en las
sólidas interpretaciones de Piñeres y Restrepo. Sería pertinente señalar que la
cineasta se esfuerza por ocultar o evidenciar un marcado carácter alineado a la
ideología del filme y sobre todo de Mariana (“el viaje a ninguna parte”, pero
que es ese lugar al que se necesita ir”) debido a la cadencia y el tempo en el
que se desdoblan los pedazos de diálogo de su guion. Por momentos creería que
todo cuanto se dice, parece estar departiendo directamente a la audiencia.
“Malta” y sin substraer de entidad humana a su elenco
protagonista, convierte unas funciones narrativas que tratan de ejemplificar y
en fragmentos comprensibles que todas las relaciones son complejas a pesar de
que parezcan apacibles desde fuera.
Para concluir creería que el cine colombiano entra en
esa esfera del cine independiente, cine de autor (no obstante, el cine de autor
existió desde casi el comienzo del cine). Según el gran crítico francés André Bazin (fundó la
revista de crítica de cine “Cahiers du Cinema” en 1951, en Paris) y Francois
Truffaut entre otros, un autor es aquel director que consigue a través de una
marca estilística única: la manera en que usa el lenguaje fílmico y formula su
visión del mundo, su pensamiento, y sus obsesiones. ¡Natalia Santa se salió con
la suya!
Referencia
Kuhn, A. (1991). Cine
de mujeres: Feminismo y Cine. Ediciones Cátedra.
El actor protagonizará el film que narra la historia
de un ex piloto de ‘F1’. Su estreno está previsto para el 2025. Brad Pitt,
reconocido actor estadounidense será el protagonista de una película de
Hollywood en la que hace el papel de Sonny Hayes, una antigua estrella de la
Fórmula 1 que regresa para competir con el equipo APXGP, junto con un novato
interpretado por el actor Damson
Idris.
Otros actores del reparto son Kerry Condon, Javier
Bardem, Tobias Menzies, Sarah Niles, Kim Bodnia y Samson Kayo. El rodaje de la
película se lleva a cabo en escenarios reales de la Fórmula 1, como el ‘British
Grand Prix’, en Gran Bretaña, y ‘Rolex 24' en Daytona’.
‘F1’ estará en las pantallas de cine el 27 de junio
del 2025. El film es producido por el siete veces campeón del mundo, Lewis
Hamilton, quien además colaboró de manera creativa con todo el equipo y así
garantizar autenticidad en la producción.
Fuente y fotogramas:https://zonacero.com/
El cineasta Thomas Bidegain regresa con su segundo
largometraje como director, un drama sobre un matrimonio llevado adelante con
valentía por Mélanie Thierry y Gilles. Una hisotira con dos personajes que no
aburre que nos agradan y ponen a prueba al espectador a entender hasta qué
punto “la soledad” puede ser cómplice para la reconciliación en pareja.
Una idea sencilla, pero cargado de unos diálogos con
mucho carácter dramático, y es la clave del interés por lo que le pueda ocurrirá
lo largo de la trama y en una isla desierta.
Y
es que Ben y Laura inician
un viaje de “última oportunidad”: una postrera coyuntura para ver el universo
antes de que termine, pero asimismo para salvaguardar su relación. Y es que este
viaje en un velero hasta los límites del mundo acarrea el límite, de alguna
manera.
Al emplazar a sus personajes el director, en un terreno
fuertemente incompatible, donde las intuiciones predominan sobre los emociones,
de repente, exterioriza ese elemento de esta pareja, que ya establecida desde
el comienzo del filme, es también lo que justifica su supervivencia. El
habitante de la sala de cine se intranquiliza aquí, en efecto, por la resistencia
de dos cosas: la de los interlocutores, y esta relación, también obligada a
justificar su existencia.
No es la primera vez que el cine se involucra en este
tipo de temas. En 1995, uno de los más originales, personales y emocionantes
directores americanos coetáneos, Richard Linklater, labró una película claramente
intimista, “Antes del atardecer”, el encuentro entre dos amantes, él, americano
(Hawke); ella, francesa (Delpy), quienes en el último tiempo de su noche de
amor se proporcionaban una cita en Viena.
Volviendo a la película que hoy nos ocupa, Thomas Bidegain substrae
a la relación de la pareja su dimensión social contigua para conseguir su médula
e intuir qué es lo que les consiente permanecer más allá de los aprietos, los discrepancias
y las desilusiones. Los intérpretes (y protagonistas) revelarán la condición de
su afecto mutuo y de su amor, pero asimismo expresarán lo que podría colocarlos
en peligro. La supuesta debilidad de Laura dará paso a una admirable constancia,
encarnada en la eficaz interpretación de la a ctriz francesa Melanie Thierry.
Este filme es un documental sobre el show de Gaga y nada que aprobar desde lo estrictamente cinematográfico y así de sencillo. En cuanto al repertorio musical, la cantante sabe sacar lo mejor de su legado musical, donde los swiftties pudieron gozar de “Cruel Summer”, “I Knew You Were Trouble” y hasta la transcripción de 10 minutos de “All to well”.
El esperado sexto álbum de la superestrella incendió
las almas jadeantes de los fans cuando se avisó su primer sencillo en febrero
de 2020, solo dos semanas antes de que el mundo se cerrara. Primero, Gaga
planeó un lanzamiento de álbum efusivo.
Para Chromatica, Gaga tenía proyectado un
performance sorpresa en Coachella junto a Blackpink, además, actuaciones en
entregas de premios, una gira publicitaria mundial y muchas otras maravillas joviales
que tuvieron que descartarse cuando apareció el famoso Covid-19. Y luego,
estuvo el Chromatica Ball, la gira mundial originalmente planeada para el
verano de 2020 y que tuvo que retardarse tantas veces que se bautizó como una
broma entre los fans de Gaga.
Pero observando la película, no se escatimó
nada y el show realmente cumple todas las expectativas de gran estrella y en todos
los sentidos en una puesta en escena de este de producciones. Gaga Chromatica Ball se fracciona en un
preludio y cuatro actos, y cuando Gaga emprende el Acto I con “Alice”, la
canción arranque de Chromatica, se aprecia como una señal destacada a la larga calzada
de la cantante de vuelta al escenario.
Canta “¿Podrías sacarme de esto con vida?”
suspendida en el aire y ligada a una losa de concreto. Un clip de avance de la
edición publicado en las redes sociales la semana pasada, infundió algunos
golpes de los entusiastas, pero qué duda cabe que los cortes delirantes marchan
a favor de la tonadilla. Al comienzo del espectáculo, conocemos a una Gaga que
está trabajando dentro de su mente, alternando furiosamente de ver más allá de
sí misma y su propio miedo.
Y aunque la edición de la película que Gaga controló
en su totalidad, puede ser un poco lógica, y es la refutación a una estrella
del pop cuya carrera entera ha estado en entretejer subtextos con una
musicalidad ruidosa y fiel juguetonamente hablando. Nada más que decir de esta
película, que sin necesidad de spoiler, todos sus fans la observarán.
Con ese final de la cinta, Gaga Chromatica Ball
se concibe tan interesante como estar presente en el espectáculo. Es una
experiencia de visualización tan fascinante, que te hará danzar, cantar y transpirar.
Es paradójico tener tanta cercanía con una artista donde está más en su dispositivo:
el escenario.
Interesante reflexión deja esta película que si bien
no es una obra maestra, su planteamiento da una pista de hasta qué punto esta
película solo es creíble con un Nicolas Cage exultante y lleno de gracia. El
director Kristoffer Borgli imagina un mundo como el nuestro o el suyo, en el
que, de repente, todos conllevamos el mismo sueño o más puntual, en el que
todos los sueños aparecen protagonizados por el mismo personaje.
Pero esto en el fondo es la gran metáfora, porque la
reflexión al respecto es la de evaluar que significa tener éxito y estar
vigente. Pero también deja otra sensación bien interesante, la gracia está en
no saber de ningún modo qué es la realidad y qué el reflejo; dónde sigue el pasadizo
y dónde chocaremos de frente contra nosotros mismos. Evidentemente la cuestión
es qué pasará cuando las fantasías se conviertan en alucinación y broma, ya que
eso parecía una condena.
Kristoffer Borgli se las arregla para acomodar una
comedia por momentos con un tono de terror y que poco a poco sobreviene otra
metáfora persuadida de que la realidad no es más que una extensión de nuestros deseos.
¿Son las quimeras el sublime espacio aún virgen de usufructo comercial? ¿Dónde
queda entonces el imaginario colectivo? ¿Por qué “soñamos” los seres humanos a
modo de 'Nicolas Cages?
Todas estas preguntas tienen en nuestro interior las
verdaderas respuestas. Para que pongamos pues los pies sobre la tierra. Vivimos de una manera absurda
de hacernos populares que si nos cambia la vida y la relación con nuestros
semejantes, hasta qué punto los sueños son rebeldes y su exégesis peligrosa.
Kristoffer Borgli divierte su fábula con el alternado
de realidad y quimeras, consintiéndonos ver al interlocutor en su anodina vida
real y en la voluble mente de sus semejantes. No obstante, lo atrayente de la
película son las cavilaciones sobre todos esos argumentos tan superficiales que
mueven nuestra sociedad (la gloria insignificante, el murmullo de redes, la
'cultura' de masas, o la voluptuosidad de la fama).
Todo a la larga, resulta, en realidad, más ennegrecida
que comedia, aunque el filme tiene algún momento de humor turbador, y es
Nicolas Cage quien rige los emociones hacia su interlocutor con una
interpretación coloreada y con una entrega muy personal a Paul Matthews, que,
de alguna manera, confiesa a algunos asuntos que habrá debido solventar Nicolas
Cage sobre sí mismo, un actor de imaginación y de espejismo.