domingo, 9 de junio de 2013

EL ERIZO


El erizo es para la niña Paloma Josse (Garance Le Guillermic), la metáfora de la conserje Renée Michel (el personaje de la actriz Josiane Balasko): que los pinchos del animal por fuera son su baluarte, su fuerza, y, por dentro: refinada, solitaria y elegante. Y es que esta niña de once años, superdotada y astuta, intenta evaluar al ser humano a través de su particular mundo adulto, siendo todavía una adolescente.

Cuando escuchamos al comienzo de la cinta refiriéndose al ser humano, que “los adultos chocan como moscas con el mismo vidrio” (de su pecera), esta rica niña, plantea en su formación particular, que la vida es un absurdo. No está muy lejos Paloma de la realidad, si nos atenemos a la conducta que cada vez nos sorprende (o no debe sorprendernos ya), que si cambiar a lo que uno no ha sido destinado, bien valdría pena.

Película pues “El erizo”, basada en el bestseller “La elegancia del erizo”, de Muriel Barbery y dirigida por Mona Achache; que como una estela de espejos, nos permite mirarnos un poco dentro de nosotros mismos y equiparar el concepto de familia y los momentos felices e infelices (que podría ser la segunda historia del film entre la portera y un inquilino japonés del edificio donde ella labora). Y es que en el interior de Renée surge la pregunta al final: ¿Cómo se debe definir el valor de la vida?

Al menos Paloma encuentra la respuesta a la pregunta. Y es que en el fondo del alma de esta niña un tanto neurótica, su malestar interior, le lleva a obsesiones de suicidio, acto que al final no lleva a cabo. ¿La lección y lectura en esta parte final de la historia?

Que el individuo crece y se educa en un ambiente familiar propenso a las reacciones neuróticas ante situaciones emotivas y, por imitación subconsciente de los comportamientos de los padres (muchas escenas en el film) se desarrolla de este modo una personalidad neurótica, que desencadenará en fuertes tensiones emocionales. 

Gonzalo Restrepo Sánchez

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