En su aspecto e interpretación del movimiento, la
música y el brío de los caracteres de la juventud, el filme que hoy nos ocupa, es curiosamente
más cercano a “American Graffiti” de George Lucas. Así que “Licorice pizza” de Paul
Thomas Anderson, es una película llena de
vida, de verdad y añoranza. Además, deja
como conclusión que: “los seres humanos somos animales sociales, ya que somos
sensibles a las opiniones de los demás hacía nosotros, deseando su aprobación
para cada acto que realizamos en esta vida deseando el contacto humano y
comprensión de los mismos” (Greenberg, 2000).
Cuando
nos admitimos el uno al otro, lo forjamos subordinado a lo que nos dice nuestro
interior personal [si bien, en la mayoría de las oportunidades] a unos
principios de conducta —y que han sido manifiestos por el resto de los seres
humanos— que están en nuestras vida y que con toda salvaguardia requerimos para
sentirnos llenos de “esa” certidumbre.
¿Cómo se supone que es tu pene? A partir de esta
formulación entre algunos interlocutores de la historia, se inicia la discusión
entre el ser judío y el ser cristiano, pero el tema de la cinta no irá por ahí.
Ambientada en los años setentas, la película cargada de una oralidad y la
sutileza del sexo [en alguna secuencia Alana de quince años (Alana Haim y puede
ser la sorpresa por su interpretación los premios Globo de Oro) le enseña las
tetas a Gary Valentine (Cooper Hoffman, hijo del fallecido gran actor Philip
Seymour Hoffman en su primer papel cinematográfico), un treintañero candidato a
actor, a veces henchido o casi siempre de desfachatez y vigor; quien antes de
verlas, le dice que mostrarlas en una película no le agrada si no es él, quien
las ve]. Serrano Martínez y Carreño Fernández (como se citó
en Cuetos, 2016) piensa que el “estudio de las relaciones amorosas en
psicología ha tenido un curso irregular, aunque se encuentran escritos
psicológicos sobre dicho estudio desde finales del siglo pasado, aunque
realmente ha faltado un estudio lo suficientemente desarrollado sobre el tema”
(p.2). De todas formas ha sido tema recurrente de la historia del cine en todos
sus ámbitos.
Al
margen de observar a manera de datos curiosos, los guiños cinéfilos que
abundan, el cameo de Bradley Cooper, George DiCaprio [padre
de Leonardo] como Jack, y John C. Reilly como Fred Gwynne, la placentera banda
sonora (Sweat & Tears, The Doors, Wings, Sonny & Cher, Todd Rundgren, Blood,
un largo etcétera); la música extradiegética compuesta por Jonny Greenwood, nos
atiborra —sí, y no exagero— de emociones.
Ahora,
aparte de evidenciar la intriga secundaria [hilada por el personaje cineasta-actor
Benny Safdie (Joel Wachs) como un hombre probo y político] y analizar un poco
la película en sí, podemos evaluar que es espontánea en su tratamiento y la larga,
interesante en su casuística. “Licorice Pizza” tiende además, a deambular [dentro
y fuera de las vidas de los dos personajes principales y que nos embrujan], a
veces sí, y a veces no.
Esto
lo expreso y se evidencia por las disímiles magnitudes en los afectos: una es
la ideológica [en muchas escenas se entrevé], y la otra, la cognitiva; amén de
todo lo alegórico, recíproco y hasta honesto; los cuales se interrelacionan
entre sí y dan disímiles tonos, tanto a la enunciación de la palabra amor, que
igual a la conducta amorosa que puede derivar de la misma [esto nos ha ocurrido
en alguna etapa de nuestra vida afectiva de una u otra forma y no nos llamemos
a engaño].
En
otras palabras, cuando estamos cavilando en el vocablo amor, conseguimos
analizarlo desde diferentes apariencias [que no aparentar] si tenemos en cuenta
uno u otro componente (el capricho o el verdadero amor). "Licorice Pizza"
es una magistral cinta en medio de travellings mecánicos y planos cargados de
pregnancia, que evoca y ahí está el detalle: a dos almas entre la mocedad y la
edad adulta, para amarse toda la eternidad.
Referencia:
Glenda, C. (2016). Love throughout History (tesis doctoral). Universidad de Oviedo. Área de Psicología Social.
España.
Greenberg, L.S.
(2000). Emociones, una guía interna:
cuáles sigo y cuáles no. Bilbao: Desclée de Brower.
Gonzalo
Restrepo Sánchez
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