miércoles, 29 de diciembre de 2021

'The card counter'

Tras la monumental película “El reverendo” (2017), El cineasta Paul Schrader nos presenta su reciente filme “El contador de cartas”, una crónica personal, donde William Tell (Oscar Isaac), un hombre de visible frialdad, se dedica [profesionalmente] al póker, diligencia que lo mantiene en apariencia lejos de su pasado y una coartada para su futuro. Un poco el personaje Tell, nos remite a su guion “Taxi driver” (1976) y la rutinaria existencia de un excombatiente de Vietnam encerrado en un taxi [Travis Bickle (Robert De Niro)].



Es Tell ¿un muerto en vida? No tanto, pero sí una extraña liturgia, donde un cineasta calvinista como Schrader contrasta el azar de los naipes con una vida cargada de senderos que fueron espinosos de transitar, si bien Tell parece tener otro sentimiento como el de indiferencia a ello. De todas formas, el peso de esta maquinación en la mente del espectador, acaba descubriendo la psique de un personaje, llevándonos [junto al transcurrir de la película] hasta la inevitable resolución del interlocutor. “El camino metodológico para rescatar de este reductivismo pasa por comenzar a percibir que lo personal es inseparable de lo arquetípico y que el camino holístico pasa por la liberación de las polaridades reductivo/prospectivo, personal/ arquetípico, asociación libre/ amplificación” (Byington, 1990)

Por lo demás, el cineasta estructura su película sin la arbitrariedad de una sucesión de escenas al estilo del flash back para solucionar tanto misterio. Ajustadamente, si algo se le puede reprochar a la trama, es que corre el riesgo de resultar demasiado bien hilada, para mostrar una vez más al espectador, un protagonista con sus “propias coartadas” y, con ello, pretender estar pidiendo algo el perdón de uno mismo. Una realidad en el fondo, no tan demasiado lejana [si nos atenemos al final del filme].

Respecto del “perdón” en tanto como una dimensión simbólica estructurante a la consciencia, es necesario reconocer aquella vivencia [en la cinta las escenas de las tortura de los prisioneros en Abu Ghraib, uno de tantos incidentes de ignominia en el pasado reciente de los Estados Unidos], nada borrosa, muy visual y emocional que crea rutina, pero que no siempre será atractiva; ya que contiene el dolor, el reparo, la ira y la agresión.

Este personaje de Tell [y quienes le rodean], tiene un tiempo subjetivo que accede ir construyendo conciencia en la relación yo-otro, aunque por eso, no pide comprensión y misericordia, además sin la imposición ética de los cánones determinados por una sociedad dada. “El ser humano se desarrolla formando consciencia y sombra, y depende de la cultura, del conocimiento y de la función ética para rescatar su parte de sombra y ampliar su consciencia” (Byington, 2005, p. 10).

Sinceramente creo que el quid de la cuestión en la película, muy bien se haya en la frase que cito de Byington. Todo ser humano “vivencia un proceso de desarrollo centrado en la elaboración simbólica normal y patológica” de sus experiencias, e imagina una psicopatología simbólica como diferenciación de un desarrollo simbólico normal su propia conciencia [y colectiva].

Referencias

Byington, C. Polaridades, redutivismo e posições arquetípicas. Junguiana, Sao Paulo, n. 8, p. 7-42, 1990.

Byington, C.  Envidia creativa. Sao Paulo, SP: Linear B, 2005. 

 

Gonzalo Restrepo Sánchez

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