En
el libro del Nobel Modiano, "El café de la juventud perdida" —su
mejor obra a mi juicio— se lee: “Cuando de verdad queremos a una persona, hay
que aceptar la parte de misterio que hay en ella”. Aquí podría estar la lectura
de este filme considerado como el mejor del año por Sight &Sound.
Si
bien el filme es la historia autobiográfica de una estudiante de cine en los
años ochenta, resulta a la larga ser “un coming age”, y la cineasta Hogg
influenciada por el cine europeo, logra asimismo, y, como lo escuchamos en el
primer tercio del filme, una meditación sobre ciertos y complejos asuntos
emocionales.Para ello, y en su análisis
textual, vemos que la protagonista del filme Julie (Honor Swinton Byrne, hija
de Tilda Swinton) desea filmar una relación entre una madre y su hijo que viven
en la pobreza.
Como
si la vida nos hubiera arrinconado, el decidir ser directora de cine, es la
mejor propuesta para buscar culpabilidades. Y esta es la metáfora para hablar
sobre la creación en personajes que entran y salen tanto en la vida real como
imaginada de Julie. En este contexto y un guion cargado de diálogos (todos
están en su lugar), evoca a Rollo May y su texto “La necesidad del mito”. Se
lee: “un problema de la psicología y del ansia espiritual para levantar la
vista con valor y al acercarnos al mito (es) poder orientarnos hacia la verdad,
con todo lo nebulosa que pueda resultar esa palabra”.
Película
pues que se refiere a la quintaesencia de la costumbre humana, a su sentido y
significado. Filme que nos habla no solo a nuestro cerebro, sino a nosotros,
sin la miseria de tener un juicio intelectual. Ahora, el sublime lenguaje dispuesto
a acercarse a estos argumentos, es el lenguaje alegórico, que brota de lo instintivo
y a la vez puede hacerlo vibrar.
“El
irlandés” es una película que abarca cuatro décadas en la vida de sus
personajes caracterizados por Robert De Niro, Jo Pesci y Al Pacino en una
historia de mafiosos, pero, asimismo ha abierto la extraordinaria posibilidad
al futuro de los efectos visuales, sobre todo el maquillaje y la
interpretación, gracias a la técnica del rejuvenecimiento digital o de-aging.
Respecto
al filme propiamente dicho —adaptación del libro “I Heard You Paint Houses”, de
Charles Brandt, a cargo del guionista Steven Zaillian (“La lista de Schindler”,
“American Gánster”) —, la historia arranca con un plano medio de Frank Sheeran
(Robert de Niro) evocando una boday el
crédito “He oído que pintas casas”. Todo ese pasado cargado de un flash back ilustrando
y particularmente en mi mente —y en su sentido dramático—aquella sentencia de
“El corazón de las tinieblas", de Corman: “La fuerza de uno es solo un
accidente que se deriva de la debilidad de los otros”.
En
la jerga criminal escuchada en el filme como “pintar casas” —se refiere a matar
a sangre fría— siendo a veces (y con otro apelativo, al autor directo del
asesinato). Sheeran logra una larga amistad con Jimmy Hoffa (Pacino) —en medio de
acontecimientos como la elección y muerte de Kennedy o la intervención en Cuba—.
No obstante, El corpus lo forma una leyenda sobre el crimen de una época ya
lejana en la sociedad norteamericana,para poder recorrer esa
obscura selva de informaciones y datos que muchas veces surgen aparentemente
inconexos y, al mismo tiempo, uno a otro imbricados en el cosmos del gánster.
Con
la bellísima banda sonora, canciones muy célebres y con muy buenos valores
diégéticos e intradiegéticos en la historia, además del aporte original de
Robbie Robertson frente el hechizo de las melodías escuchadas; con la nostalgia
cinematográfica de Scorsese a otros filmes de la historia del cine y de él
también, las tres partes en las que se divide y constituyen el guion de “El
irlandés” componen la crónica sobre la vida de un Sheeren (de Niro) y su amigo
Hoffa (Pacino) en medio de la política y el crimen.
Y
es que a la larga el crimen es el protagonista también del filme. Nicole Rafter
en su libro “Shots in the mirror” incluye esa idea en la narrativa de filmes sobre
gánsters. Para los efectos de una reseña histórica, se puede escribir queel
cine de gángsters empieza a concretarse con el estreno casi consecutivo (1930-1931)
de “The Doorway to Hell” (Archie L. Mayo) y el filme “Hampa dorada” (Mervyn
LeRoy) con el protagonismo del habilidoso Cesare Rico Bandello, en una narrativa
calculada en presentar básicamente la ascensión social y posterior caída de
este personaje.
De
todas formas, en “El irlandés” parece coexistir una ambigüedad moral manifiesta
en una sociedad ambicionada por el poder y, Scorsese, lejos de cualquier disonancia
en ello, calcula un relato bien blindado contra cualquier interferencia. Ya la
historia del cine en filmes como “La ley del hampa” (“Underworld”, 1927), “Los
muelles de Nueva York” (“The Docks of New York”, 1928), dirigidos ambos por Von
Sternberg, lo mostraban.
A
efectos de configuración genérica y de periodización histórica, puede
establecerse que el cine de gángsters empieza a cristalizar con el estreno casi
consecutivo (octubre de 1930-enero de 1931) de “The Doorway to Hell” (Archie L.
Mayo) y Hampa dorada (Mervyn LeRoy), con el protagonismo del habilidoso Cesare
Rico Bandello, con una línea narrativa centrada en mostrar la ascensión social
y posterior caída de este personaje.
Para
Scorsese el lugar donde emplaza la cámara como en cada decisión del montaje,
nos permite aseverar y concluir que estamos ante un relato genial donde el mito
o la idea de un mito (la amistad entre gánsters y el espacio histórico y
cinematográfico donde ocurre) sobrevuela dicha sociedad, donde agitando sus
infelicidades con “la conflictiva brisa de sus axiomas” empieza a revelarse y
desintegrarse al mismo tiempo.
Aceptando
que la narración de esta cinta es muy propia de la serie B, Roland Emmerich
logra un buen trabajo cinematográfico, aunque se sale de la sala de cine con la
sensación de que le faltó un poco más, y sin entrar a evocar otras películas
del género bélico de pronto un dramatismo fácil y exaltación evidente a los
logros de una batalla —y tiene que ser así, pues una película norteamericana
para norteamericanos.
Esta
historia real sobre la batalla naval que tuvo lugar entre las fuerzas estadounidenses
y japonesas —del 4 al 7 de junio de 1942—, cerca del atolón de Midway en el
océano Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, vemos como —inclinada la
balanza visualmente hablando— los pilotos de bombarderos estadounidenses, como
el Teniente Dick Best (Ed Skrein), el acercase intrépidamente a un portaaviones
japonés y dar el blanco era su último fin. Sin lugar a dudas estas son las
mejores escenas de la película.
Para
terminar este breve análisis,el filme dentro de su conjunto sucumbe pues
ante un dramatismo fácil. Es decir si bien el filme de Emmerich no se detiene
en la anécdota, entre líneas, el director no habla de temas trascendentales
para las nuevas generaciones; no hay desarraigoy una mirada al alma.
El
argumento de “Long Day's Journey” nada tiene que ver con la obra homónima del
dramaturgo Eugene O'Neill. El filme toma comopunto de partida el retorno de Luo Hongwu a
Kaili —su ciudad natal—, tras el fallecimiento de su padre. En esa ciudad, el
interlocutor emprenderá sus pesquisas sobre una mujer de la que estuvo muy
enamorado (Wan Quiwen) y de quien no ha vuelto a saber nada.
La
historia que empieza conversando de los sueños a través de sus protagonistas con
la extraordinaria y provocativa fotografía de Huang Jue y esos lentos
movimientos de cámara para transiciones a través de unos travelling en
apariencia simples, pero, que siempre ayudan al espacio (generando planos
secuencias perfectos), logran alcanzar
encuadres de una delicadeza lánguida pero sugerente con un ritmo apoyado por la
música extradiégetica. Seducción sería el término para lo que acontece ante los
ojos del espectador.
Lo
atrayente de todo, es que en esta indagación de un tiempo lejano (y presente a
la vez) lo relata —en el primer tercio de la trama— el mismo Hongwu con su voz
en off sobre la lluvia y el cuerpo de la mujer: “la diferencia entre películas
y memoria, es que la primeras siempre son falsas, se componen de una serie de
escenas, pero los recuerdos mezclan verdad y mentira, aparecen y desaparecen
delante de nuestros ojos” Y eso trata la película, cualquier
evento no es una invención, pero de pronto disimulo, que es un ensueño sobre un
evocación y sobre un pensamiento —que no es otra cosa que una retrato. Gonzalo Restrepo Sánchez Visite:elcinesinirmaslejos.com.co
Una película argentina y que en esta oportunidad de
exhibe en las salas locales y que se recomienda, es el filme del cineasta
argentino Sebastián Borensztein director de “Un cuento chino”, y que dirige en
esta oportunidad “La odisea de los giles”, protagonizada por Ricardo Darín,
Luis Brandoni, Verónica Llinás y Chino Darín entre otros —teniendo en cuenta
que es una historia coral y de personajes de los cuales es imposible no
empatizar— y nos narra en tono de comedia, un hecho dramático y social durante
aquel año 2001 del «corralito».
Sin querer comparar, pero para que deduzcamos un poco mejor el
asunto del filme argentino—si usted me lo permite—, coexiste una ligera
reminiscencia al filme «Ocean’s eleven» —pero en este caso de pueblo— aunque en
clave de fábula, donde elex jugador de fútbol Fermín
Perlassi, el personaje que caracteriza Darín es el líder del clan.
Los
dispositivos del guion —respecto a ciertos elementos del thiller, drama y sobre
todo la comedia— escrito por Borensztein y Eduardo Sacheri, autor de la novela
en la que está basada la película, “La noche de la usina”, andan muy bien,
dejando asimismo al espectador más desprevenido una reflexión de lo que somos para bien y para mal los seres humanos.
Y
es que cuando se engaña a un buen ser humano, es que hay malos seres humanos.
En este sentido y ceñidos a la película argentina, esta historia de injusticias
a la larga, conlleva a decisiones por parte de los personajes a tomarse la
justicia por sus manos. Esto sin determinar si es bueno o malo, el guion
permite aceptarlos —aunque nadie debe tomarse la justicia por sus manos—.
“La
odisea de los giles” se presenta pues como el mejor filme latinoamericano
(excluyendo “Pájaros de verano” de Ciro Guerra) exhibido en la cartelera local
y donde poco a poco el espectador se entusiasma por recomendación de otro
habitante de las salas de cine.
Este filme alemán de Thomas Stuber
es un agraciado reclamo sobre el evento de tropezar el amor hasta en los
escenarios menos accesibles. Así que el cineasta alemán adapta el cuento “In
the Aisles”, de Clemens Meyer y formula
en dos horas entre los anaqueles de un supermercado del país germano, la rutina
en apariencia de Bruno y a veces matizando los espacios observados con el
"Danubio azul" de Strauss que escuchamos como valor intradiegético.
Sin
embargo, la situación dramática de su protagonista cambia cuando aparece el
amor —agridulce— y sus ojos se fijan en una compañera (perdón por el spoiler).
De todas formas y la vida es así, todo acude cinematográficamente hablando sin
reparos visuales. Y es que los encantos sumisos y airosos a la vez de esta
trama, se presentan en película como golpeando (a veces) los clichés.
Una
mirada pues sobre la luxación y la soledad del individuo actual, con una
narrativa obligada que bordea a la larga el compromiso chico-conoce- chica, sin
dejar a un lado el problema de identificar exactamente donde pretende situar el
cineasta la crítica: si sobre sí mismo, o sobre la imagen que puede dar
exteriormente o incluso sobre los caprichos del destino, lo cual sería
paradójico —sin buenos ni malos.
En
1988, un oficial de la policía de Filadelfia Thomas Lockhart (Boyd Holbrook), está
deseoso en ser un detective ante una serie de circunstancias a las que tiene
que enfrentarse y que será la premisa básica de este thriller del cual podemos
expresar tres aspectos al respecto.
Primero
que la película —con un buen arranque— es un género de mash-up, que si bien, es
un término que sirve para aproximarnos a un estilo o género musical, en el cine
y para este cinta con grandes e extraordinarios intereses, resulta ser igualmente
válidos, aunque a mi juicio el actor Boyd Holbrook no termina de encajar
emocionalmente en el espectador.
El
segundo criterio de “In the Shadow of the Moon” es que a través un ángel justiciero
—afroamericano— con su cabeza rapada y de nombre Rya —interpretada por la
actriz australiana Cleopatra Coleman, cuya expresión y rasgos maduros, subraya aún
más por su misterio— la trama bien ocupa tonos de ciencia ficción.
Tercero
(aunque podría tener más ítems) los manejos espacio temporales, la cinta podría
ser un buen ejercicio para manejar el concepto de distopías ucrónicas, ya que se
trata de fábulas basadas en versiones alternativas de hechos históricos —recorre
cinco períodos de tiempo diferentes que están separados por nueve años (1988,
1997, 2006, 2015 y 2024)—.
De
todas formas se puede concluir que es un buen thriller, con momentos brillantes
aunque el actor bien pudo ser más carismático (importante para el cine del
siglo XXI).