En
el libro del Nobel Modiano, "El café de la juventud perdida" —su
mejor obra a mi juicio— se lee: “Cuando de verdad queremos a una persona, hay
que aceptar la parte de misterio que hay en ella”. Aquí podría estar la lectura
de este filme considerado como el mejor del año por Sight &Sound.
Si
bien el filme es la historia autobiográfica de una estudiante de cine en los
años ochenta, resulta a la larga ser “un coming age”, y la cineasta Hogg
influenciada por el cine europeo, logra asimismo, y, como lo escuchamos en el
primer tercio del filme, una meditación sobre ciertos y complejos asuntos
emocionales. Para ello, y en su análisis
textual, vemos que la protagonista del filme Julie (Honor Swinton Byrne, hija
de Tilda Swinton) desea filmar una relación entre una madre y su hijo que viven
en la pobreza.
Como
si la vida nos hubiera arrinconado, el decidir ser directora de cine, es la
mejor propuesta para buscar culpabilidades. Y esta es la metáfora para hablar
sobre la creación en personajes que entran y salen tanto en la vida real como
imaginada de Julie. En este contexto y un guion cargado de diálogos (todos
están en su lugar), evoca a Rollo May y su texto “La necesidad del mito”. Se
lee: “un problema de la psicología y del ansia espiritual para levantar la
vista con valor y al acercarnos al mito (es) poder orientarnos hacia la verdad,
con todo lo nebulosa que pueda resultar esa palabra”.
Película
pues que se refiere a la quintaesencia de la costumbre humana, a su sentido y
significado. Filme que nos habla no solo a nuestro cerebro, sino a nosotros,
sin la miseria de tener un juicio intelectual. Ahora, el sublime lenguaje dispuesto
a acercarse a estos argumentos, es el lenguaje alegórico, que brota de lo instintivo
y a la vez puede hacerlo vibrar.
Gonzalo
Restrepo Sánchez
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