viernes, 11 de octubre de 2019

Gemini Man




Un thriller de acción  Gemini Man” donde su director (el prestigioso Ang Lee) realiza un filme que a pesar de su acción trepidante, esta muy distante de sus cintas predecesoras prima la expresividad e intensidad visual. “Gemeni Man” (filmada en varias locaciones del mundo, entre ellas Cartagena de Indias, Colombia), tiene un guion frágil, donde revela la falta de cuidado en algunos asuntos dramáticos que no comentaré por evitar el spoiler.  



Una obra menor a mi juicio en la filmografía de Lee donde las imágenes de este filme —rodadas a 120 fotogramas por segundo—, resplandecen con una definición ajustada y apoyada en el uso del 3D. A la larga un fallido afán del cineasta por dotarla de una “atmósfera” muy particular. El director se persevera hasta lo inenarrable para obtener de la iluminación, el uso del color y otros aspectos de la tecnología actual, un cine o un thriller de fantasía.

De manera pues que estamos ante un guion un tanto flojo, que nació hace muchos años —en 1997 en Disney— donde los efectos digitales para poder llevar a cabo la cinta ni siquiera existían. La idea que un mismo actor caracterizara los dos papeles principales, no obstante que el joven Junior, fuera creado en su totalidad por CGI (1) —del mismo modo que han sido creados de cero los animales que hemos visto en la nueva versión de El rey león—, gracias a la técnica de la captura de movimientos o motion capture.

Las imágenes generadas por computadora o por ordenador (CGI del inglés Computer-generated imagery), son la consecuencia de la aplicación de la infografía y, más concretamente, de los gráficos 3D formados por el computador en el arte, los videojuegos, las películas, los programas y anuncios de televisión y animaciones.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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Gisaengchung (Parasite). Palma de Oro Cannes 2019




La cinta galardonada en Cannes “Parásito”, dirigida por el surcoreano Bong Joon-ho (“Okja”, “Memories of a Murder”) nos permite ver con gran maestría como confronta una Corea del Sur que por un lado habita una burguesía espléndida —que disfruta de todos los beneficios de un país próspero— y, los olvidados (no a lo Buñuel) de la sociedad: pobres que para poder subsistir tienen que arreglárselas —el filme comienza cuando Gi Woo (Choi Woo Shik) que vive en el bajo de un edificio, trata de encontrar un rincón de su cuartucho, en el que pueda conectarse a la línea wifi gratuita de algún vecino del edificio. Los Ki-taek viven en una zona pobre de Seúl.


A través de la hipótesis sobre las representaciones sociales (de pronto en occidente), se observan intentos de avanzar hacia la discusión de conceptos teóricos donde el paradigma de las representaciones sociales se vincula de manera implícita al concepto de imaginario (Arruda-De Alba, 2007). Y es que si bien el filme a través del contraste entre una familia pudiente y los Ki-taek, quienes no lo son —con todas las aflicciones que cada nivel de la familia puedan vivir—, el cineasta sin rodeo alguno deja también la idea de quienes son los parásitos en una sociedad dada.

Si bien el cineasta en el último tercio del filme conduce a la locura en un violento y tétrico tramo final en el que creemos que cualquier cosa es posible —nada de lo humano me es ajeno—; su logro mayor y realmente sorprendente de un cineasta asociado hasta ahora al cine fantástico, es el de  introducir un subtexto de denuncia y advertencia social en su propuesta.
Para quien el imaginario supone esquemas diferentes que actúan siguiendo el principio de la equivalencia y se expresan mediante imágenes simbólicas creadas de manera dinámica como giro argumental, brotan interacciones entre las pulsiones y lo social en una sátira irreverente.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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miércoles, 9 de octubre de 2019

'Perdí mi cuerpo' (I Lost My Body)


Dirigida por Jérémy Clapin y coescrita por Guillaume Laurant ( Amelie, Ciudad de los niños perdidos ), la historia sigue a una mano cortada de un laboratorio parisino mientras intenta reconectarse con su cuerpo humano, un chico de pizza llamado Naoufel, cuyos propios sentimientos florecientes para una bibliotecaria llamada Gabrielle alimenta los recuerdos de la mano que pueden proporcionar las respuestas de por qué la mano se separó de su cuerpo. El trailer evoca muchos de los mismos ritmos que las obras anteriores de Guillaume Laurant de una manera animada.


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sábado, 5 de octubre de 2019

¡Ya viene!: La última ola



Un violento tsunami amenaza con aplastar a una población ubicada en el fiordo de Geiranger, en Noruega. Un geólogo (Kristoffer Joner) a punto de renunciar a su trabajo se ve atrapado en medio del desastre natural y tratará de salvar su vida y la de los demás.



Cine noruego de factura a lo Hollywood.

Estreno nacional de "El Coco-3"


Las obligaciones forman parte de la brujería. Si de verdad quieres poner nerviosa a una bruja, hazle un favor que no tenga manera de devolverte. La obligación incumplida la roerá por dentro como un sordo dolor de tripas. "Lores y damas" (1992), Terry Pratchett.



Dago García sigue incursionando en su estilo cinematográfico y que siendo honestos le da buenos dividendos, pero al margen de lo archisabido de entretener a un público en su mayoría carente de cultura cinematográfica, sobre todo las nuevas generaciones, este aporte al cina nacional se circunscribe en la mera entretención.

Con casi todo el elenco de sábados felices, la cinta recrea en un híbrido (terror, comedia y drama) asuntos relacionados con el devenir de una idiosincrasia cargada de misterios, brujerías y pendejadas Nada nuevo en el panorama cinematográfico. Y es que haciendo historia, al morir Lope la comedia de tramoya estaba ya esbozada. Calderón le dará plena forma con El mayor encanto amor, El jardín de Falerina o El mágico prodigioso utilizando todo género de recursos escénicos.


Gonzalo Restrepo Sánchez
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miércoles, 2 de octubre de 2019

Joker (Guasón)


El cineasta Todd Phillips ha realizado con “Guasón” una película que le valió “El León de Oro” en el reciente festival de cine de Venecia. Y con esta antesala estamos seguros que, de cara a los “Oscars” le irá muy bien —hay aspectos cinematográficos de la cinta de factura— y por varias razones que intentaremos dilucidar en esta crítica.

El log line de esta cinta podría ser el de Arthur Fleck (Joaquín Phoenix), un hombre ignorado —como a muchos otros— por toda una sociedad, cuya razón de ser en su vida es el de hacer reír. Y es que el expresar el amor o consideración hacia los demás, “no es un síntoma (de vicio o de virtud), es actividad. Es una praxis (esto es, una actividad creadora) que funda y libera posibilidades. No es el camino de la abstracción, sino el de la máxima concreción […] invita a respuesta, a que tú respondas, en donde la respuesta no es formal, sino efectiva a la manera de fórmula: la suficiencia del otro —persona— interpela a asumir, proferir y alcanzar él te-amo” (Cf, Barthes, 2001, 239).

El filósofo Arquitas plantea asimismo otra figura con estas palabras: “del mismo modo que es difícil encontrar un pez sin espinas, así es difícil encontrar un hombre que no tenga en sí algún dolor clavado como una espina” (1). La espina diferencia tanto el espinazo del pez como el martirio de un ser tan patético como Guasón. Y esto es lo que le ocurre a Arthur, sobre todo cuando se necesita cariño y afecto —salvo el otorgado por su colega y que de cara al mundo, es un payaso enano—. Pero al margen de este observación, “Guasón” se desarrollara en la trinchera —el alma— del personaje, donde intenta resguardarse de los demás —con sus máscaras, que significa “persona”—, para luego en su soberanía “volver la atención” sobre sí mismo, e intentar no repetir de manera alguna los mismo errores. Y lo remarcado entre comillas, simplemente una forma simbólica de señalar su odio a la torpeza humana.

Y es que todo esto ocurre cuando la aceptación sociocultural no modula una sociedad en torno a la burla, no solo en la ciudad Gótica sino en cualquiera de las que usted habita —hipócrita a la larga—. Lo cierto es que, ese tercio final de la película —manifiesto por la ausencia de sentimentalismo—, la franqueza de los diálogos, la sobriedad de la puesta en escena —más allá de ciertas licencias e imágenes simbólicas—, como cuando Arthur encerrado en un centro psiquiátrico empieza a escabullirse más allá de su ceñido hábitat. Permitiendo que la historia se desplace más allá a lo que podría llegar a ser Arthur: “sus ojos pueden ver confusamente por dos tipos de perturbaciones: uno al trasladarse de la luz a la tiniebla, y otro de la tiniebla a la luz” (Platón).
Punto aparte merece especial atención la música de la película (un texto escrito por la joven chelista islandesa Hildur Guðnadóttir. Una partitura acertadísima  (para “Oscar”) en lo temporal con filiación de lo mucho que revela y del impacto emocional que presuma su espectro —lo cual se expone por su intensidad a la historia—. En correlación al Guasón, como personaje, la música no revela su interioridad —por eso no se “ilumina”—, pero sí se imagina habitualmente como punto de encuentro a quien suele cuestionar su entorno y al mismo tiempo enloquecer; proporcionando así una risa menos absurda.

Maladies II. Edición francesa de Jacques Jouanna, Paris: CUF, 1983. Traducción del autor.   




Gonzalo Restrepo sánchez
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lunes, 30 de septiembre de 2019

Rambo: last blood


Rambo: Last Blood” es una historia que no varía sobre las demás de John Rambo en el sentido de estereotipo de su personaje, género y estilo. Eso sí, la película muy pronto deriva hacia la violencia descomedida, al crimen sin apremios y a la réplica vengativa sin miramiento alguno. Esto hace que los personajes no se desarrollen en la pantalla.


“Rambo: Last Blood” (del cineasta Grunberg), es la ya quinta entrega de la franquicia que se inició en los 80 inspirada en la novela de David Morrel sobre las atrocidades de un veterano de Vietnam que esgrime sus conocimientos militares para impartir justicia a diestra y siniestra. Sostiene los textos publicitarios sobre el filme,  que supone la despedida definitiva del personaje (en lo particular no creo).

De todas formas, el guion donde ha participado el propio Stallone, no ofrece respiro alguno y sí cargado de mucho Deus ex machina, restándole elegancia a la trama cinematográfica. El foreshadowing que es un trámite literario en el que el autor presenta —o sugiere— posibles desarrollos argumentales o suceso que tal vez tengan lugar más adelante en la historia; tiene como principal función es crear expectativa y disponer el terreno para posibles acontecimientos inesperados.

Si bien hay muchos foreshadowing famosos en la historia del cine, de todas formas, el Deus Ex Machina que antes menciono en la trama, ocurre precisamente por no tener en cuenta el foreshadowing de una historia, de hecho, directamente lo ignora. Esto es lo que acontece en la trama con acento mexicano, donde una joven chica algo ingenua pero terca si se quiere, será el detonador de todo.

Sabiendo ya el espectador de antemano que va a suceder en la historia, pues Silvester Stallone y los otros guionistas ni se siquiera se preocupan por desviar un poco el hilo lógico de lo que se observa. A lo mejor un red herring —una falsa pista que lleva a los espectadores o personajes hacia un falso desenlace—. En este sentido, tratar de utilizar una maniobra de distracción, para que el legítimo propósito pase plenamente desapercibido.
El trabajo con la puesta en escena no desvela pues una conexión absoluta en este aspecto. En ningún escenario (tanto en México como en los Estados Unidos) llegamos a tener la sensación de transitar por un espacio reconocido. Los personajes no caminan sobre ideales que relevan sus actos, sino que, irrumpen con la violencia en la escena.

De manera que esta nueva versión de Rambo plantea un filme altamente violento y el famoso actor en España sentenció que “las otras películas de Rambo han sido más del estilo de Hollywood y se han centrado en una realidad fantástica. Esta es más dura y difícil. No me da miedo que me tachen de violento porque cuento una realidad. La guerra es lo más violento que hay en el mundo”.

Visto así el asunto, la película cumple con estándares para entretener al gran público y nada más que añadir. Una vez colgados los guantes de boxeo de su personaje Rocky Balboa, el actor neoyorquino —dice— se despide ahora de John Rambo. A sus 61 años, Stallone reconoce que está mayor para ser otro hombre de registro. Cuando se retire como actor y se consagre solo a dirigir —algo que sucederá “muy pronto”, explicó—, intentará abordar “otro tipo de historias” como cineasta.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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