viernes, 11 de octubre de 2019

Gisaengchung (Parasite). Palma de Oro Cannes 2019




La cinta galardonada en Cannes “Parásito”, dirigida por el surcoreano Bong Joon-ho (“Okja”, “Memories of a Murder”) nos permite ver con gran maestría como confronta una Corea del Sur que por un lado habita una burguesía espléndida —que disfruta de todos los beneficios de un país próspero— y, los olvidados (no a lo Buñuel) de la sociedad: pobres que para poder subsistir tienen que arreglárselas —el filme comienza cuando Gi Woo (Choi Woo Shik) que vive en el bajo de un edificio, trata de encontrar un rincón de su cuartucho, en el que pueda conectarse a la línea wifi gratuita de algún vecino del edificio. Los Ki-taek viven en una zona pobre de Seúl.


A través de la hipótesis sobre las representaciones sociales (de pronto en occidente), se observan intentos de avanzar hacia la discusión de conceptos teóricos donde el paradigma de las representaciones sociales se vincula de manera implícita al concepto de imaginario (Arruda-De Alba, 2007). Y es que si bien el filme a través del contraste entre una familia pudiente y los Ki-taek, quienes no lo son —con todas las aflicciones que cada nivel de la familia puedan vivir—, el cineasta sin rodeo alguno deja también la idea de quienes son los parásitos en una sociedad dada.

Si bien el cineasta en el último tercio del filme conduce a la locura en un violento y tétrico tramo final en el que creemos que cualquier cosa es posible —nada de lo humano me es ajeno—; su logro mayor y realmente sorprendente de un cineasta asociado hasta ahora al cine fantástico, es el de  introducir un subtexto de denuncia y advertencia social en su propuesta.
Para quien el imaginario supone esquemas diferentes que actúan siguiendo el principio de la equivalencia y se expresan mediante imágenes simbólicas creadas de manera dinámica como giro argumental, brotan interacciones entre las pulsiones y lo social en una sátira irreverente.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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