miércoles, 13 de marzo de 2019

FICCI 59: LOS SILENCIOS



Esta historia ambientada en  la Isla de la Fantasía, una pequeña isla ubicada en la frontera entre Colombia, Brasil y Perú, plantea el tema de los desplazados de Colombia. Y es que el acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC para asimilar el efecto que el conflicto armado tiene en familias inocentes, inquieta en un drama alejado de la marginalidad y la exclusión social.


Si bien la cineasta Seigner realiza un filme sobre cómo pugnar honestamente con la pérdida de un ser querido e igualmente sobre la nada fácil idea de perdonar —algo difícil en el ser humano—. Aun así, Seigner cuida no presentar estos puntos reflexivos, emotivos, aunque mostrados con gran riqueza audiovisual y de manera muy explícita. Y es que a la hora de hablar del conflicto y plantear los problemas burocráticos de los desplazados, siempre habrá muchos fantasmas por descubrir.

La película en un tono —con algo de realismo mágico— tolerable y que conmueve por momentos, plantea a través de sus protagonistas la esperanza de iniciar un nuevo mundo gobernado por valores e ideas democráticas en los que no sea forzoso luchar por lograr una dignidad, y donde la aptitud dé paso a la fraternidad. Aunque resulte una reflexión cándida, podría ser considerada una muestra de vivir en paz con uno mismo y los demás.

Los protagonistas (entre ellos la niña)  terminan por rendirse al nada ilusorio universo que se abre frente a ellos. En el fondo, han encontrado la tranquilidad que se anhela entre tanta violencia. Un “compañero” —el sosiego— para poder mantener una conversación agradable con uno mismo y comenzar un negocio idealista. La idea de utilizar el deseo del trabajo y superación en una civilización utópica —alejada de la barbarie—, genera unos personajes creíbles y una historia para nada lacrimógena y con los tips propios de ese cine latinoamericano de la pobreza y exclusión social, aunque la película no acentúa la abyección como idea central.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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FICCI 59: Los días de la ballena, de Catalina Arroyave


Los días de la ballena (Catalina Arroyabe, 2019), es un drama paisa que logra plantarse en el difícil equilibrio entre la ligereza y el mensaje. 

El grafiti protagonista en el filme, se constituye en una de las expresiones de un movimiento urbano (con señales de provocador y rebelde) y en el hip hop, nacido como una ofuscación artística en la subcultura marginal en el sur del Bronx y en Harlem (Nueva York) durante la década de los setenta del siglo pasado, entre los jóvenes latinos y afroamericanos. Incluso se pueden hallar orígenes en pinturas paleolíticas o en la antigua Roma, cuando se dejaban recados sobre las columnas o paredes.

Cuando observamos en la película ambientada en la ciudad de Medellín a la pareja protagonista (caracterizada por Laura Tobón Ochoa,  David Escallón Orrego) charlar sobre sus asuntos personales y al fondo se lee el graffiti: “Menos balas y más orgasmos”, se evidencia sin que resulte tautológico en el  mensaje crítico, una ciudad violenta en algunos espacios y comunas. El graffiti: “Los sapos mueren por la boca”, y sobre el que se erigirá un lado de una ballena, ordenará las intenciones de un espacio heterotópico más adelante.

Esta Ópera prima de Catalina Arroyave Restrepo si bien plantea una cultura callejera y válida, el grafiti como protagonista involucra el elemento isotópico y, la música alternativa de Sigarajazz y Alcorilykoz entre otros con sus respectivas composiciones (a excepción de la canción “Medellín” por citar solo un ejemplo) asigna un espléndido estudio sobre la música diegética e intradiegética para subrayar en períodos de la diégesis, algunas intenciones dramáticas.

Sin ser en su totalidad una historia sobre la marginalidad y seres abyectos (por las condiciones sociales diferentes entre Cristina y Simón, más marginal), ya que no plantea subversión alguna, tampoco resulta incómoda y delictiva contra manejos globales capitalistas, aunque sí con adhesiones a una actitud a favor de la paz —precisamente, el título del largometraje hace referencia a esa señal.

De manera que la cineasta paisa logra que la trama y la elaboración y producto del grafitti observado como arte urbano, nada efímero y que termina por dejar rastro —al igual que, Los hongos (Óscar Ruíz Navia, 2014), que sigue el deambular de dos jóvenes grafiteros en la ciudad de Cali—; es una exaltación a la  desobediencia, calidad pictórica y oposición al grosero sistema de valores imperante. Y es que este drama a la larga invita a observar una vez más Girl Power (Sany, Jan Zajícek, 2016), una cinta documental realizada por una artista urbana de origen checo, que señala —y hay que insistir en ello— el papel de la mujer en el grafiti.

Gonzalo Restrepo Sánchez 
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FICCI 59: “MONOS”




Si bien no hubo premios India Catalina este año en las diferentes secciones del festival de cine de Cartagena de Indias, el público se recreó con una gran cantidad de cine colombiano en sus expresiones de documental y ficción. Lo que sí está claro es que algunos cineastas les van mejor en el documental que en el de ficción.

Sin ser el caso específico, un botón de muestra es el filme “Monos” de Alejandro Landes (“Porfirio”). Sin apostar por el bien o el mal, la historia en clave de thriller plantea (a través de unos niños soldados, sus rehenes y sus fuerzas) dejar a consideración del espectador unos personajes como víctimas y, otros como villanos. Asimismo la historia deja un claro eco sobre las sociedades secretas.



Y desde este punto de vista, el filme de Landes señala con cámara firme lo que esto representa en casi todos los órdenes de la sociedad y la vida del ser humano. La colectividades secretas para algunos investigadores nacen de la necesidad que tenían brujos, magos y hechiceros prehistóricos de proteger en secreto sus prácticas y sus rituales,  al mismo tiempo que los compartían con sus alumnos o sucesores.

“Männerbunde es el término germano que se utiliza para referirse a cierto tipo de organización secreta, una especie de hermandad compuesta tan solo de hombres (guerreros y cazadores) que ha existido desde los orígenes de la humanidad y que se mantuvo viva, con ligeras variantes, hasta la época del nazismo”. Muchas novelas hacen eco a esta temática (“El círculo mágico”, Matilde Asensi en “El último Catón”, Umberto Eco en “El péndulo de Foucault”) y el cine por supuesto no se queda atrás.

De manera que “Monos” abarca todo el contexto de esas sociedades secretas. Hay una necesidad en este tipo de búsqueda por dar imagen a todo, sin que esto implique un acecho a lo desconocido. Los principios que motivan esta línea, es pues la pretensión de, a través de filmar ese cosmos, luchas sin sentido que solo pueden acarrear una mayor destrucción.

Además de señalar, catalogar un paisaje o un rostro en la cámara (cualquiera de los observados en el filme), es sin lugar a dudas, dotarlos de laberintos. Aquello nunca filmado, si se revela con ingenio, es capaz de amplificar los límites de lo que deliberamos visible y audible, sin dar un paso fuera de nosotros, sin abandonarnos. 

Landes aspira a ser ecuánime, sin ser pomposo y ligero, como si no pretendiera perturbar la realidad con su cámara. No es pues una muestra de un cine violento, pero sí a su vez, mucho más perspicaz para captar los detalles de las relaciones humanas que, aunque apenas acontecen entre un grupo de personas muy jóvenes, de pronto ilustran las experiencias diferenciadas y los matices que patentizan el crisol de formas que tienen las personas de vivir sus realidades.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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viernes, 1 de marzo de 2019

The wife


Una historia para el lucimiento actoral. Y sin tener que abordar mucho sobre su trama, bien vale la pena recrear una escena flash back en que Joan Castleman (Glenn Close) —sueña con convertirse en escritora— visita a una de sus más admiradas novelistas, quien le sugiere que recoja su talento para sí misma.


La anterior secuencia situada (en los años sesentas) es tan instructiva como esencial para poder concebir el presente de una Joan mayor, que ha dedicado toda su vida a su marido Joe, un escritor a punto de recibir el Nobel de Literatura.

Y esto es todo, un presente y un pasado cargado más de cuitas que de otra cosa por parte de una mujer, cuyo talento se quedó en el devenir de una vida casi que anodina y un marido egocéntrico. Filme pues que sin saltos en el drama, no es que tenga muchos encantos, salvo eso sí: los actores que caracterizan a sus personajes.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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domingo, 17 de febrero de 2019

The mule de Clint Eastwood



Eastwood (con 88 años de edad) se dirige a sí mismo por sexta ocasión en este filme que, retrata la vida real de un señor de 87 años llamado Leo Sharp y que es a la larga, un texto social, político y emocional si se quiere, de un tema con un buen debate sobre una vida que nunca regala nada. De pronto una tragicomedia que la pone entre las mejores de sus películas últimamente rodadas.


Y es que para los tiempos que le queda a este señor Sharp, el asunto moral sobre su condición de mula en el mundo de las drogas, el personaje muestra la sabiduría de un hombre sobre su identidad y el valor social que lo acompaña y contextualiza su posición a través de una serie de escenas. Es tan campechano y magnánimo con los extraños y cerrado y apesadumbrado con su familia.

La mula” es una película que topa su tratamiento en la franqueza y encantadora ingenuidad de su idea. Hay muy poco o nada de sensibilidad ni halo de fatalidad en las ambientes que rodean a las normas del protagonista como mula, ya que, por el contrario, se opta por rendir tributo a esas clases de figuras simpáticas caradura al margen de la ley.

Filme para no hablar mucho sobre él, pues se incurriría en muchos spoilers. De todas formas, al final de la proyección, una sensación de pena sobre un hombre solitario. No solitario como Thoreau, por ejemplo, que se exiliaba en sí mismo para descubrir quién era; ni solitario como Jonás, que rogaba por su salvación en el vientre de la ballena. Soledad como forma de retirada, para no tener que enfrentarse a sí mismo, para que nadie más lo descubriera (texto citado del libro “La invención de la soledad”).

Gonzalo Restrepo Sánchez

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martes, 5 de febrero de 2019

Glass


M. Night Shyamalan es uno de mis favoritos cineastas hindúes desde que observé su primer filme en la pantalla. Respecto a “Glass”, cabe precisar que el cineasta tardó nueve años en materializar su visión sobre los superhéroes de cómic.

Desde El sexto sentido (1999), una de las películas de terror más aplaudidas de su filmografía, podemos señalar que es un cineasta dotado de una sensibilidad muy especial con unas señas de identidad bien marcadas y a veces no ha salido bien librado de la crítica.


A través de tres personajes, el guion de Shyamalan nos los muestra encerrados en un hospital psiquiátrico, en el que una doctora (una sublime Sarah Paulson) trata de persuadir de que esas facultades fenomenales que creen tener, son producto de la imaginación, ya que están afectados por una patología denominada “síndrome del superhéroe”.
Y esta es la lectura del filme. A través de héroes que nos vamos formando ante tanto semidiós observado y leído en nuestra vidas, resultamos siendo en mayor o menor grado, uno de ellos (en este sentido el cineasta transfiere la idea de servir el bien o el mal).
De manera pues que con un ritmo pausado, clímax extendido y narración en primera persona, el cineasta ofrece sin mucho aspaviento un buen filme donde da prelación a la psicología de sus personajes y los motivos que les llevan a proceder de la manera en que lo hacen.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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The Favourite



Tras darse a conocer recientemente la lista de películas nominadas en las diferentes categorías para los premios de la Academia, en el apartado de mejor filme, “La favorita” es una de las fuertes candidatas. Una historia quizá de tres lecturas que intentaremos abordar.


Desde el punto de vista político, a comienzos del siglo XVIII, una mujer se hace con el control de Inglaterra, Escocia e Irlanda. Ana de Estuardo, la primera de las reinas de Gran Bretaña, y que sus decisiones en lo político estuvieron al vaivén de medidas que dividieron a sus más cercanos colaboradores y especialmente con el asunto de Marlborough, según el filme.
El otro aspecto se relaciona con dos mujeres absorbentes y aspirantes a favoritas de Ana, a quienes amó y fueron sus asesoras y que, resulta ser una metáfora sobre lo políticamente correcto en épocas donde las estrategias tras conflictos legislativos resultaban o no. Algo favorable en la época fue la posibilidad de unir Inglaterra con Escocia.
Con base en lo anterior, la película plantea así mismo, una subversión (un viaje embriagador a la esencia y misterio de la atracción)  en el amor entre  amantes aristócratas, que con picardía y pasión burguesa, los protocolos quedan apeados. En este sentido, me quedo con una lectura más allá de lo simplemente observado: lujo, seducción, erotismo y venganzas están a la orden del día.
De todas formas, el filme y a lo largo de ocho capítulos en los que está divido el metraje, presenta un retrato feminista de una monarquía enferma como la reina Ana de Estuardo (donde la actriz Olivia Colman  brilla en su roll interpretativo). La tercera lectura, bien podrá significar un valor de la manipulación. En este sentido no hay que ir muy lejos y se puede observar en la cinta “Vice” también nominada este año para los “Oscars”.
En ambos filmes traídos a colación hoy, transmiten siempre una imagen sobre el hombre y sobre el mundo, donde la manipulación —en la película a través de  Lady Sarah (Rachel Weisz) y Abigail (Emma Stone) — busca ejercer un dominio sobre el otro y lo otro, para asignar algunas discreciones de acción (o de pensamiento), donde los argumentos persuaden sin convencer (vea el filme), para lograr propósitos particulares.
La característica dramaturgia del griego Lanthimos, el director de la cinta, es cierta teatralidad en la reflexión (un acierto de la cinta). Además, si el uso adecuado de la lente es una herramienta dramática muy importante a favor del cineasta, Lanthimos utiliza recursos visuales como el gran angular (y el ojo de pez). Los resultados son extraordinarios y en silencio. La música minimalista es otro soporte importante en su manera de querer contactar con el espectador.
Película británica pues interesante y que ampliamente recomendada, podría ser la ganadora en la noche los premios “Oscar” de la Academia de Hollywood.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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