Eastwood (con 88 años de edad) se dirige a sí mismo
por sexta ocasión en este filme que, retrata la vida real de un señor de 87
años llamado Leo Sharp y que es a la larga, un texto social, político y emocional
si se quiere, de un tema con un buen debate sobre una vida que nunca regala
nada. De pronto una tragicomedia que la pone entre las mejores de sus películas
últimamente rodadas.
Y es que para los tiempos que le queda a este señor
Sharp, el asunto moral sobre su condición de mula en el mundo de las drogas, el
personaje muestra la sabiduría de un hombre sobre su identidad y el valor social que lo acompaña y contextualiza su
posición a través de una serie de escenas. Es tan campechano y magnánimo con
los extraños y cerrado y apesadumbrado con su familia.
“La mula” es una película que topa su tratamiento en
la franqueza y encantadora ingenuidad de su idea. Hay muy poco o nada de sensibilidad
ni halo de fatalidad en las ambientes que rodean a las normas del protagonista
como mula, ya que, por el contrario, se opta por rendir tributo a esas clases
de figuras simpáticas caradura al margen de la ley.
Filme para no
hablar mucho sobre él, pues se incurriría en muchos spoilers. De todas formas,
al final de la proyección, una sensación de pena sobre un hombre solitario. No
solitario como Thoreau, por ejemplo, que se exiliaba en sí mismo para descubrir
quién era; ni solitario como Jonás, que rogaba por su salvación en el vientre
de la ballena. Soledad como forma de retirada, para no tener que enfrentarse a
sí mismo, para que nadie más lo descubriera (texto citado del libro “La invención
de la soledad”).
Gonzalo Restrepo
Sánchez
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