jueves, 9 de octubre de 2025

Honey Don't! (Coen a la carga)


Si bien este filme tiene la firma en la dirección de Ethan Coen —sin mucho esfuerzo se identifica su impronta—, no es su mejor película, aunque conserva algunas de sus obsesiones cinematográficas: otro incidente lésbico con resultados menguantes, además protagonizada por Margaret Qualley (como Honey O'Donahue, una investigadora privada de Bakersfield, California) y una obra liviana, demasiado embelesada de su propia singularidad como para llegar a ser algo significativa. Y en medio de investigaciones y escenas lésbicas, una iglesia local conducida por un lujurioso Chris Evans, interpretando al reverendo Drew, un hombre santo que negocia con drogas por su cuenta y goza teniendo sexo con sus parroquianos.

“Honey Don't!” es una película que busca una versión del cine negro, pero no posee ningún beneficio en desplegar un misterio categórico. A Coen y su esposa guionista, les importa más cómo reinventar la estética del género, tiene un aire retro que se tamiza sobre el argumento.

Trabajando con el director de fotografía Ari Wegner, Coen brinda imágenes que muestran la sequedad del paisaje y un ambiente estropeado, pero jamás descubrimos realmente el tejido social del lugar. La verdad es que cuando fui a ver este filme, no pude evitar pensar en "Fargo", la comedia policíaca más conocida de los Coen, donde el hábitat influye en lo que sabemos de los individuos que vemos. Muy lejos pues “Honey Don't!” de esta evocación cinéfila.

Creería que la película está edificada sobre la espalda apesadumbrada de un aislamiento patológico que pretende abrir sus turbaciones a otras soledades enfermizas: esa gestualidad fría y alejada de cada personaje, sumado a que convierte cada una de sus tentativas en apropiarse en un quiebre silencioso.

Una vez introducido el carácter de narración puntual en el filme, en la medida que avanza, se me antoja en cierta medida desconectado. Quiero decir, si bien con marcación estética o cuerpo en el relato, denota prontitud o tal vez apatía en su construcción. Por desgracia para el conjunto de la cinta, el retrato del o los personajes termina resultando incompleto. Esto, sin embargo, parece no molestarle a Coen. Porque sin hacer manifiesta su fijación por el nudo del conflicto, se percibe el deambular de estos interlocutores, quienes acaban colisionando contra la lóbrega realidad del pequeño pueblo de una manera frontal e ineludible.

Para finalizar, Coen emplea su humor particular, característico de sus películas con su hermano. Sin embargo, que exprese que es una película de serie B no aparenta precisamente que quiera serlo. La realidad es que “Honey Don't!” lucha por conservar el camino que se asignó, y con fallos sorprendentes, la película en conclusión no satisface. 



viernes, 26 de septiembre de 2025

One Battle After Another

 

Esta es una de esas películas de las cuales uno no sabe por dónde empezar, pero intentando ordenas las ideas, señalar que “One Battle After Another”, escrita, dirigida y co-iluminada por Paul Thomas Anderson (“El hilo invisible”), está basada en la novela de Thomas Pynchon, quien y según expertos en el autor, es un escritor inadaptable e inadaptado que pareciese solo le interesa cinematográficamente hablando a Paul Thomas Anderson.


Con una estructura narrativa excelente, este director puntualiza su particular visión de la historia de los Estados Unidos en una épica aventura en un país en beligerancia consigo mismo (los grupos terroristas de extrema izquierda y las sociedades secretas fascistas), y que el cineasta con maestría a través del montaje paralelo y las acciones sincrónicas queda la correlación afectiva entre un padre y una hija como una viable cronotopía de reconciliación (no cometeré spoiler alguno), arropada por una música (al mejor estilo de Satie)

Si el primer tramo del filme es una clara manifestación de lo eficaz que resulta ese tipo de planificación de la trama a la hora de forjar una cierta emoción de estatus en los diferentes espacios (los inmigrantes latinos). En los dos restantes, y con referencias cinéfilas (“La batalla de Argel”) y en una parte del final al western —lo que permitirá con el tiempo convertirla en un clásico. Y todo esto quizá, debido entre otras cosas, a los actores de altísimo nivel: El sensei de Benicio del Toro, la Willa de Chase Infinity o la Perfidia de Teyana Taylor, el Bob Ferguson de Leonardo Di Caprio y ni hablar del personaje de Sean Penn que “la sacó del estadio” y creería que un “Oscar” asegurado.

Dos cosas para terminar, si bien podría sacar un libro de esta cinta. Primero ese “realismo mágico” que refleja el fascismo norteamericano. Y segundo, algo de mixtura de drama social-thriller-comedia negra. Lo que el cineasta ofrece es la perspectiva de un desclasado: el latino sometido a órdenes inexpresables en el campo de batalla, y un país que tampoco lo reconocerá como uno más y lo confinará a espacios marginales, a la delincuencia y a la corrupción.

domingo, 21 de septiembre de 2025

“Camina o muere”

 

Stephen King (bajo su seudónimo, Richard Bachman) escribió “La larga Marcha”, una historia sobre un grupo de chicos —igualmente designados por sorteo— que participan en un torneo anual para superarse unos a otros hasta la muerte, donde hay un ganador y no hay final. King no se planteó escribir un thriller político, pero al estar al tanto sobre las permanentes noticias de ese derramamiento de sangre que encerraba las vidas de aquellos jóvenes estadounidenses en Vietnam, muchos temas se le manifestaron de todos modos, y de ahí la idea de esta historia, hoy una película.

Pero dos cosas a señalar, primero, que estamos en un universo distópico. Ese cine distópico nos habla de sociedades más o menos convencionales donde todo se ha ido al diablo: la cima de los regímenes totalitarios, la exaltación religiosa, la violencia o el colapso social, entre otros elementos. Así que los personajes que este mundo habita serán mártires de esta anarquía o si prefiere sus finales.

En la actualidad, la distopía es un género repetido del cine y la televisión con paradigmas como “Minority Report” de Steven Spielberg (2002) o “Black Mirror”, por citar dos títulos que vienen a mi memoria entre muchos otros y que han recogido un gran éxito. Todas estas leyendas inscritas en el celuloide son un buen partido para descubrir las dificultades que nos sobrevienen, y un buen inicio para combatirlas.

Por tanto, “Camina o muere” no es una obra que da vueltas sobre un tiovivo de la desesperanza (aunque parezca), mientras lo observado de sus imágenes son devoradas por unas situaciones algo grises que se pegan en los cuerpos de unos chicos privados de expresividad en las miradas. La película está edificada sobre el dorso maltratado y agotado de un aislamiento patológico que pretende por momentos abrir sus turbaciones posiblemente a otras soledades patológicas a través de caminar “hacia ninguna parte” a la larga.

Si existe alguna gestualidad distante de cada interlocutor, sumado a la ausencia de vida feliz, convierte cada uno de los intentos de los chicos caminando (y caminando) el no poder socializar en algún quiebre, ideas que no agujereen su ya de por sí reducida esperanza en un callejón sin salida (y que a la larga eso es la vida: no way out).

miércoles, 10 de septiembre de 2025

Highest 2 Lowest (“Del cielo al infierno”)

La película, por momentos me decepciona; por momentos no. En realidad, no sé qué pensar de esta reciente película del director indie Spike Lee. De todas formas, me quedo con el último tercio de la cinta y los últimos minutos de la parte final, ya que en voz de David King (Denzel Washington), el magnate del hip-hop, podría estar lo que verdaderamente interesa como mensaje, dadas las características del guion, que entre otras cosas, aparece el crédito de Kurosawa, lo que nos remite a la vez que estamos en un remake del magistral clásico “El infierno del odio” (“High and Low”, 1963) de Akira Kurosawa.

 

Desde sus títulos de crédito iniciales, “Del cielo al infierno”, los primeros fotogramas exteriorizan como un afectuoso mensaje de apego a Nueva York, y como música extradiegética sobre ellos: “Oh, What a Beautiful Mornin” y que según los expertos músicos y amantes del género es la mítica canción introductoria del musical “Oklahoma!”. De todas formas, el cineasta de Brooklyn compone un solícito collage de planos sobre Manhattan.

 

No obstante en el filme de Lee, hay referentes cinéfilos, música puertorriqueña (destaca el pianista Palmieri, recientemente fallecido), presurosas escenas de acción y una mirada crítica al mundo actual y musical. Una vez más, y a modo de panegírico, la imagen actúa como un ente que concreta y amplía pedazos de la realidad verdadera. Esto revela aquello que nos embarga con turbación y emoción personal en cualquiera de sus formas, y nos permite evaluar en toda su tremenda magnitud lo que está sucediendo alrededor de lo observado.

 

Denzel Washington —(David King): Toshirô Mifune en el filme Kurosawa— se reencuentra con el cineasta de Brooklyn años después de “Mo’, Better Blues” y “Malcolm X”, para, más que realizar un filme diferente en ambas filmografías, en el sentido de un thriller psicológico-policiaco y con buena música, creería que para que ambos sitúen en su interior una sentida conmemoración sobre ese mundo de la música y su eco actual en un Nueva York y su ascendencia a la pluralidad cultural.

 

Las imágenes rodadas a lo largo de las dos horas del metraje, profesan como catalizadores narrativos, que si bien por un lado, mantienen una buena parte de la carga discursiva de la película, por el otro, rompen con la rutina de los disímiles interlocutores, induciendo vínculos, choques, ausencias y esos mutismos que amontonan los ecos de todo cuanto ha acaecido en ese “fuera de campo” de lo observado (una vez más esa tercio final de la cinta).


martes, 9 de septiembre de 2025

Bonhoeffer, el espía

 

“El silencio ante el mal es un mal así mismo” con esta frase al final del filme iralndés podemos entender más aun la personalidad de Dietrich Bonhoeffer (interpretado por Jonás Dassler) en una época de la historia de la Europa convulsionada. De manera pues que más que un thriller estamos ante un biopic que no enseña la historia del teólogo alemán antinazi Dietrich Bonhoeffer, un hombre cuya fe y principios lo llevaron a convertirse en un espía y participar en un complot para asesinar a Hitler, si bien esto último lo podemos leer entre líneas del discurso audiovisual.


Si bien Dietrich Bonhoeffer, fue una voz contra la intolerancia que se afanó para proteger judíos, y que pudo haber ayudado a quienes intentaron asesinar a Hitler. La música blues que escuchamos, le dan ese tono de alegría a los personajes en sus momentos de esparcimiento, pero los diálogos le confieren a esta cinta, algunas de las pláticas angustiosas de la película —sobre todo la política que infecta a la Iglesia, la segmentación de la gente (racismo), el fomento de la falsedad y la falsedad— y que suenan adecuadas y perturban.

Hay quienes consideran que rotular la política de la película es arriesgado, ya que procede del estudio cristiano conservador Angel Studios (distribuidor de "Sonido de la Libertad"). Y todo obedece quizás a que se denuncie a partir del legado de Bonhoeffer por nacionalistas cristianos declarados, toda una serie de temas respecto a la vida y obra del personaje de marras.

Lo que sí es cierto es que hay rectitud e integridad el personaje que es difícil desconocer y ha convertido a Bonhoeffer —autor de una serie de libros antes de su muerte—, en una figura respetada y un mártir para muchas personas. Pero la película del guionista y director Todd Komarnicki, lleva el camino de enaltecer, e inspirada por la fe sobre Bonhoeffer, el cineasta aborda con claridad audiovisual no solo la complejidad de la coexistencia de la benevolencia en un solo hombre, sino como diríamos hoy un superhéroe seguro en amparo de la justicia.

Es en estos sedimentos donde el cine de este cineasta es pura contundencia. No se trata, pues, de inducir a través de lo concreto y visceral. Lo que interesa aquí es la confidencia para y de todas aquellas situaciones que demanda justicia donde solo hay silencio.

lunes, 8 de septiembre de 2025

El club del crimen de los jueves


“The Thursday Murder Club”, una adaptación cinematográfica de Netflix de la exitosa novela homónima de Richard Osman. El asunto va de unos jubilados:  Elizabeth (Helen Mirren), Ron (Pierce Brosnan) e Ibrahim (Ben Kingsley) quienes viven en Coopers Chase Retirement Village, un antiguo convento, pero no es óbice para que una vez a la semana, los jueves, este “equipo” se reúna para solucionar asesinatos sin resolver por el simple pasatiempo, ya que, las personas mayores hacen más que no hacer nada.


De manera que esta trama, mitad comedia, mitad thriller proporciona una serie de entendimientos y sentires que abarcan más de una realidad: la aventura, la vejez y cómo resolver lo que hay que solucionar (y no solo son los afectos). Así que este filme dirigido por Chris Columbus, famoso creador de contenido infantil (“Solo en casa”, las dos primeras cintas de Harry Potter, “Las Crónicas de Navidad II”), con algunas otras cintas románticas para todos los públicos (“El hombre bicentenario”, “Nueve meses”, “Quédate a mi lado”). Si bien marca la pauta de un buena historia, también, en términos de tono impregna de misterio y amor su reciente filme.

Como todo thriller que se aprecie, arranca con un crimen y a partir de ahí ese clima sin mucha crispación (por aquello de ese “toque” de comedia) que se respira en algún que otro momento de cuatros personajes y sus respectivas pesquisas. Donde Elizabeth (Hellen Mirren) es la primera interesada en tratar de descubrir la verdad para poder seguir con su vida y junto a su esposo. La cinta pues se mueve en su primer tercio y en el último, en los terrenos más propios del thriller o el drama sobre desapariciones, con ciudadanos no tan decepcionados, a manera de las historias a lo Simenon.

Encaja no contar mucho más de la trama, para que el espectador asista lo adecuadamente “inocente” al visionado de la cinta y disfrute de todo lo que esta ofrece. No solo atrapa en lo argumental —sin muchos giros de guion y muy bien hilados—, sino que asimismo lo hace por la brillantez actoral, para combinar todos los elementos de la comedia y la novela negra. Un filme pues que posee una leve y una serie de pesquisas que nos mantiene dentro de la trama.

Con ciertos semblantes formales y estéticos reiterados de novela negra, y sin impostada solemnidad alguna; un epílogo donde los cuatro miembros del “club del crimen de los jueves” revalidan su convicción, descubriendo a los asesinos, hasta entonces invisibles o inaccesibles del relato. Una película pues buena en términos generales donde a las claras se observa que algunos actores y actrices siempre admirados, ya se van haciendo mayores (pero interesantes).


domingo, 31 de agosto de 2025

La colosal ‘Frankenstein’ de Guillermo del Toro al festival de Venecia 2025

 


La trama sigue siendo la que Mary Shelley ideó en aquella célebre competición narrativa de 1816 con su futuro marido Percy y Lord Byron, encerrados en un día de lluvia en Suiza, a inventarse historias de miedo: un hombre logra crear la vida, aunque termina por generar solo muerte. Pero Del Toro aporta muchos sellos personales a su historia favorita. Un manejo espléndido de colores, maquillaje, vestuario y efectos visuales, garantías en cualquier obra del mexicano. Una atmósfera envolvente, a golpes de cámara, banda sonora y puesta en escena. Y especialmente una mirada tierna, empática, casi una caricia al monstruo, y a cualquiera que se sienta como él. El cuento de miedo se ha llenado de amor.



Fuente y fotogramas: https://elpais.com/