Las películas basadas en
profesores y su relación con estudiantes sediciosos o con ciertas dificultades,
a lo largo de la historia del cine existen filmes que muestran un lado más
oscuro y problemático de la docencia. Sería el caso entre muchas cintas:
“Los chicos
del coro”, “El club de los poetas muertos”, “Profesor Lazhar”, “El indomable
Will Hunting” y un largo etc.
Corre el año 1996, y un equipo del programa de televisión “Point West” ha llegado a una especie de escuela-reformatorio para grabar un reportaje para la edición nocturna. Así que rodada con cámara en mano, “Steve” de Tim Mielants, y si bien acontece a un ritmo pasmosamente rápido, todos los personajes allí observados e incluso el profesor Steve (un soberbio Cillian Murphy) nos permiten concentrar una reflexión profunda y en una historia aparentemente breve.
De manera que este título de “Steve” nos conduce a una cinta intensa, agobiante y voluntariamente incómoda, donde la escuela que lidera Steve, a la larga, no es un foco educativo como supondríamos normal, sino una última fortificación pública en la que concurren jóvenes para los que nadie halla solución a sus particulares ofuscaciones. Pero al margen de este argumento, algo en su estructura cinematográfica a desarrollar:
No perder de vista que
lo que venimos advirtiendo a lo largo del metraje es sobre la musicalidad y
métrica sonora de un cine que no es más que un parámetro, entre otros, de los
que conforman la poética de Tim Mielants. Además (y un poco a lo Eric Satie), notamos
una abstracción en el contorno de sus sonidos y de sus melodías para servir de “conectores
sinérgicos” a las propias (y por momentos desesperantes) imágenes cinematográficas:
esos planos flotantes tan particulares de este tipo de género e historias en
manos de su director. Esas películas en las que los rostros de sus modelos
actanciales pareciesen quedar enajenados en el aire como parte de un cosmos sin
destinos.
Uno de esos rostros, y que resulta especialmente penetrante, pero que en realidad debemos entender en un par de días más en su agotadora rutina de una escuela, es Steve. En esencia, la película es una ceremonia agridulce del arte de estar ahí para los demás en sus instantes más sombríos, aunque Steve reconoce que, a veces, se requiere del estoicismo de un santo para hacer tanto por ese prójimo.