Enzo Staiola, actor conocido por haber dado vida al joven
Bruno Ricci en la aclamada cinta de Vittorio De Sica, “Ladrón de bicicletas”,
ha muerto a los 85 años de edad. El intérprete falleció el pasado miércoles, 4
de junio, por causas que se desconocen, según informó el diario italiano “La República”.
Staiola, y según recordaba el propio actor en una
entrevista concedida en 2023 al citado medio italiano, De Sica lo descubrió un
día que regresaba a casa desde la escuela. Ese día, "un señor canoso, muy
elegante", se bajó del auto que lo estaba siguiendo y le preguntó su
nombre. "Yo me quedé callado. Y me dijo: '¿Pero usted no habla?'. 'No
tengo ganas de hablar', le contesté. Mi madre siempre me decía que no fuera
demasiado familiar si alguien me paraba...", explicó.
Valga pues la oportunidad para examinar un poco “Ladrón
de bicicleta”, por muchas razones. Una, y muy trascendental es que es una obra maestra. Su historia es amarga y literal, plenamente libre de “confabulaciones”
y escrita por Cesare Zavattini pensando exclusivamente en la cámara, la
película está basada en una novela de Luigi Bartolini, y no es más que la
historia de un desprovisto trabajador al que le sustraen su indispensable
bicicleta y que turbado intenta encontrarla durante todo un día. Él es un
hombre humilde, cartelero, que (quiero o no) debe tener una bicicleta para
poder conservar su nuevo trabajo. Él tiene una esposa y un hijo pequeño que
dependen de él. Y así, durante un extenso y sombrío domingo, él y su hijo transitan
las atiborradas calles de Roma, en busca de esa bici importante que, debemos
decirlo, nunca encuentran.
Otorgado un Oscar honorífico en 1949 por la Academia de
Hollywood, es una de las mejores películas y una de las piedras angulares del
neorrealismo italiano. Una Película sencilla y poderosa pues sobre un hombre
que necesita un trabajo. Que esta gallarda
historia acabe teniendo la repercusión emocional de una tragedia clásica, puede
sonar irracional, pero eso es lo que acontece.
“El ladrón de bicicletas” nos ubica justo ahí, nos consiente
sentir lo que resulta ser una experiencia arrolladora con estos personajes
(reales, porque no son actores) observados en la pantalla, nos permite concebir
la condición del ser humano cuando es casi indescriptible. Pero,
también es importante entender que una
bicicleta “actúa” en la película como dispositivo de separación, que retorna un
entorno sereno en un mar de apariencias e irresoluciones. ¿Quién puede reflexionar
sobre lo paradójico del hurto de una bicicleta, quién se escapa a las injusticias?
Ahí está el detalle.
Los principios del neorrealismo italiano (al que
pertenece el filme de De Sica), es un movimiento que se consolidó, en parte por
evidencia ideológica mostrando la realidad de un entonces, y en parte por la insuficiencia
y falta de recursos en la posguerra en una Italia a finales de la década de
1940 y principios de la de 1950. Citando a Bazin,
es “una nueva forma de la realidad, supuestamente dispersiva, elíptica, errante
u oscilante, que opera por bloques y con nexos deliberadamente débiles y
acontecimientos flotantes”. Entonces, en vez de incorporar un ambiente ya comprendido,
el neorrealismo apuntaba a enfrentarse con la ambigüedad y por ello, algo muy
importante, se hacía crónica.