Podemos
escribir que esta es una de las mejores películas de terror del año pasado.
Lejos
de las encrespadas tentativas por refrescar el género sin conseguir moverse jamás
del mismo territorio que suelen plantearnos la mayor parte de las producciones americanas
de terror que llegan a nuestras salas de cine regularmente, esta creación
argentina logra darnos ciertos sobresaltos muy perfectos, y planta la intranquilidad
en el espectador desde un encontronazo del género que retorna al punto de
partida del mismo en los años setenta (¡Y vive Dios que lo digo es cierto!).
El
miedo, en su significado más puro —por maloliente—, no es más que el irreflexivo
de cada frustración por incomunicado de cada una de las subsistencias tomadas aisladamente.
Tan particular y complejo como individual. De esta forma se puede resumir este
filme argentino cargado de un terror insuperable. Parafraseando un colega al
evocar a H.P. Lovecraft: la mejor representación del horror es la
que no existe, la que abandona todo el compromiso a la fantasía del lector.
El
argentino Demián Rugna en su película 'Cuando acecha la
maldad' va de una inoculación que se desarrolla sin más motivo y con el único propósito
de hacer daño. Los infectos reconcilian su desesperanza en el mejor subterfugio
para la muerte. El mal es tan embarazoso y tan recóndito que solo explora la
autodestrucción. Con este punto de partida, la cinta fluye por la pantalla con aspaviento
engreído y provocador. El asistente es retado a tragar saliva y no apartar la
mirada. La película y por instantes, cuesta muchísimo mantener esa mirada.
'Cuando
acecha la maldad' no está tan remotamente lejano de Tobe Hooper en “La matanza
de Texas” o Wes Craven. La suya (la película) es de una epidermis escabrosa, si
hay algo dotado de hermosura del filme es su cabida para ser creyente a un juicio
aislado que encuentra edificarse sobre el viaje, a medida que perversamente violenta
a sus opuestos a revelar coartadas para vencerlo o rendirse. Es ese lugar sin demarcaciones
donde los cuerpos estallan como si no acaeciera un alba. Quizá, puesto que no
lo hay.