lunes, 12 de febrero de 2024

Cuando acecha la maldad

 

Podemos escribir que esta es una de las mejores películas de terror del año pasado. Lejos de las encrespadas tentativas por refrescar el género sin conseguir moverse jamás del mismo territorio que suelen plantearnos la mayor parte de las producciones americanas de terror que llegan a nuestras salas de cine regularmente, esta creación argentina logra darnos ciertos sobresaltos muy perfectos, y planta la intranquilidad en el espectador desde un encontronazo del género que retorna al punto de partida del mismo en los años setenta (¡Y vive Dios que lo digo es cierto!).

El miedo, en su significado más puro —por maloliente—, no es más que el irreflexivo de cada frustración por incomunicado de cada una de las subsistencias tomadas aisladamente. Tan particular y complejo como individual. De esta forma se puede resumir este filme argentino cargado de un terror insuperable. Parafraseando un colega al evocar a H.P. Lovecraft: la mejor representación del horror es la que no existe, la que abandona todo el compromiso a la fantasía del lector.

El argentino Demián Rugna en su película 'Cuando acecha la maldad' va de una inoculación que se desarrolla sin más motivo y con el único propósito de hacer daño. Los infectos reconcilian su desesperanza en el mejor subterfugio para la muerte. El mal es tan embarazoso y tan recóndito que solo explora la autodestrucción. Con este punto de partida, la cinta fluye por la pantalla con aspaviento engreído y provocador. El asistente es retado a tragar saliva y no apartar la mirada. La película y por instantes, cuesta muchísimo mantener esa mirada.

'Cuando acecha la maldad' no está tan remotamente lejano de Tobe Hooper en “La matanza de Texas” o Wes Craven. La suya (la película) es de una epidermis escabrosa, si hay algo dotado de hermosura del filme es su cabida para ser creyente a un juicio aislado que encuentra edificarse sobre el viaje, a medida que perversamente violenta a sus opuestos a revelar coartadas para vencerlo o rendirse. Es ese lugar sin demarcaciones donde los cuerpos estallan como si no acaeciera un alba. Quizá, puesto que no lo hay.

domingo, 11 de febrero de 2024

Ferrari



Un log line para este filme sería: verano de 1957. El expiloto de carreras Enzo Ferrari está en crisis. Y con este premisa podemos decir que esta cinta del destacado director Michael Mann —“El último mohicano” (“The Last of the Mohicans”, 1992: “Heat” (1995) —, permite el paradigma de cómo un cineasta puede aprovechar un retrato real, para hablar de la vida del fundador de la escudería de coches. 


Dada su filmografía, Mann abdica a cualquier arresto de condición narrativa para acomodar una vaga y exagerada proximidad a la vida del fundador de la escudería de coches. Estamos ante un buen filme en término general y bien planteado la metáfora de que nada vale la pena para acelerar las cosas de la vida.

En su sentido exacto, no es una película biográfica. La historia parte del año de 1957, en el que la vida tanto familiar como industrial del ya viejo patriarca Ferrari se halla en un punto decisivo. Y es con la pérdida del hijo reciente, que el protagonista se ve en la disposición de traspasar su imperio a un mejor oferente (Fiat), a la vez que el otro hijo (fuera del matrimonio) solicita su lugar en el mundo. Todo se solventa en una carrera (la Mille Miglia) que transita toda Italia y en la que se verán las caras la marca del cavallino rampante y Maserati.

En lo cinematográfico, Mann pone su impronta y entre líneas deja el diseño de un evento como las carreras de autos cargada de emoción por momentos, y mesura del señor Ferrari. Prudencia en el orden de no ser desmedido, y la potestad para ubicar al espectador al lado de cada situación emocional. En primera súplica —y por el prólogo en blanco y negro—, podemos pensar que la puesta en escena, es igualar (al menos es la intención) la realización de las antiguas carreras de autos en los años cincuenta, y que se transmitían con filmadoras sujetas a un eje que realizaban esos barridos sobre cada distancia del circuito. Aunque queda bien evidente que el director Mann emplea dos elementos válidos: los drones (para tomas desde arriba), y emplaza la cámara a los autos para brindar imágenes subjetivas, muy válidas para esta visualización de los coches en carrera.

Desde mi punto de vista si no es la mejor cinta de Mann, si reconocemos en su impronta como realizador, todo su talento, para dejarnos respirar, negando la espectacularidad que de pronto intuimos, pero no.

 

 

 

 

 


“American Fiction”

 

Toda va del profesor de inglés y escritor Thelonious 'Monk' Ellison. Un escritor que escribe para unos propósitos específicos (que no debelaré, por supuesto). De todas formas este es un tema de la literatura,  el escritor y hasta lectores. Así que esta película dirigida por Cord Jefferson y basada en la novela de Percival Everett, pone en el tintero el arte de escribir, nuestras historias, y ese paso definitivo a que te lean o que el libro sea bien conocido, y de pronto de una forma un tanto sarcástica.

El actor Jeffrey Wright interpreta a un escritor que escuetamente, quiere consagrarse a la “alta literatura”. Y los libros que alude en la película son de hecho una enunciación de los clásicos griegos (como el trágico Esquilo). Sin embargo, tiene un problema: él es afroamericano. Esto habría sido un impedimento en algún momento, por el racismo dominante de la sociedad norteamericana, que le habría impedido editar un libro.

Buen tema pues, que levanta los aplausos a todo aquel que mira a los escritores y sus libros, como esa opción no tan metafísica de ser quien se es. Cuando observamos la evocación de la secuencia y con deferencia a una de las más sobresalientes cintas de Woody Alleen (“Misterioso Asesinato en Manhattan” —la dupla Allen y Keaton—), vemos a Jeffrey Wright simulando al gánster afroamericano de otros títulos cinematográficos o directores de cine negro. Una inteligente alegoría que en “American Fiction”, asienta su mensaje contra de los estereotipos sobre los que se ven condicionados los propios afroamericanos.

En su estreno como director, Cord Jefferson crea pues una película que se entiende y se estremece como los dramas independientes [Hanson, Payne, etc.], adoptando (y creería) un orden más convencional. Jefferson utiliza “American fiction” para referir la historia de un hombre cuyo ego es su vil enemigo.

"Ego y literatura", y otros punto de vista sobre lo que se escribe y quienes forman parte de ese cruce de ideas. imágenes y razones. “A partir del llamado giro icónico (Boehm 1994) o giro pictórico (Mitchell 2014), han aparecido variados autores que llaman la atención sobre el poder o agencia de las imágenes y el efecto performativo que tienen en sus espectadores […]. El acto icónico sustitutivo supone ya no la inclusión de los cuerpos en la imagen, sino un intercambio entre el cuerpo y la imagen, el cuerpo se convierte en imagen y, viceversa, la imagen se vuelve cuerpo.” (Belgrano, 2022).

sábado, 10 de febrero de 2024

El color púrpura

 


“El color púrpura” basada en la novela: Alice Walker, es una nueva versión del filme de Steven Spielberg, una película que en su momento tuvo 11 nominaciones al Oscar y no consiguió ninguno. Hoy día un musical espectacular (cargado de Gospel y Blues) y también por supuesto toca el tema del racismo (sobre todo las luchas de toda la vida de una mujer afroamericana a principios del siglo XX).

Esta nueva versión (una película correcta y sin extremos), claro está es un poco diferente, y el músico y cineasta Sam Blitz Bazawule abre la historia con dos hermanas (Celi, violada y ultrajada por su padre) y antes de entrar en el melodrama nos entrega esa musicalidad muy propia de la raza afrodescendiente. “El color púrpura” qué duda cabe que está cerca de la perfeccion: Fantasia Barrino caracteriza a Celie (el papel originalmente interpretado por Whoopi Goldberg); Taraji P Henson da vida a la estrella y cantante Shug Avery (Margaret Avery antes) y Danielle Brooks se hace cargo del papel de Sofia (por el que Oprah Winfrey hizo su debut cinematográfico).

En este sentido la importancia de un excepcional reparto, le confiere una verosimilitud. Así que la mayor carga dramática, recae sobre los hombros de Fantasia Barrino, aunque la actuación que más ha llamado la atención ha sido la de Danielle Brooks (excelente nominación al Oscar de este año), que remite a su trabajo en “Orange Is The New Black”. Es una actriz tocada con el super poder de un performance más allá de la excelencia.

Ante la maldad que nos rodea (el déspota Albert y sus acciones) es evidente que siempre está al alcance el factor de la justicia, y ese elemento emocional confiere todo el interés a todos aquellos que sufren. Este punto de vista y la partitura musical en algunas escenas, alimentan la ilusión de una pronta solución a todo.

De nuevo, sin el primer plano de los moradores en el habitus de Celie, adquiere todo el protagonismo. Expresiones inquietantes no tan cerca de la lente, abren paso a una serie de semblantes de infinita congoja como símbolo topográfico de una capitulación contemporánea. Creería que el cineasta compone así la propuesta, a medio camino entre el musical y el drama que envuelve a una pequeña comunidad negra de la que todos nos sentimos observadores.

 

 


martes, 6 de febrero de 2024

Pobres criaturas

 

La adaptación de la novela de Alasdair Gray se convierte, en manos del director griego Yorgos Lanthimos en una deslumbrante fábula fantástica sobre una mujer —con una Emma Stone enorme [como Bella Baxter, una joven revivida] y con todas las probabilidades de ganarse el “Oscar” a mejor actriz —. Además, y coincido con otros críticos de cine, que es una película que podría imaginarse el reverso del mito de Frakenstein.

En una Inglaterra victoriana, y por tanto tan farsante como barroca, un galeno desequilibrado —al que da vida Willem Dafoe— resuelve revivir a una mujer preñada después de un infausto suicidio. La idea no es otra que ubicar el cerebro todavía vivo de la criatura, en la cabeza de la difunta. Pero más allá de expresar asuntos de la trama, en lo estrictamente cinematográfico, la película da verdaderas lecciones de puesta en escena, timing, colores, y música.

No es hablar de un monstruo [o criatura] como una mujer totalmente libre y con el organismo de una hembra desarrollada y la mente todavía no dominada de un bebé. De pronto [y lo afirmo] es un asunto particularmente sexual. Y lo es, no por lo sensorial en su sentido más refinado y empalagoso, sino por insubordinado (el personaje Bella lo es). ¿Qué quiere esto decir? Así Levine (2002) lo afirma: “El modo en que la desnudez erótica se desenvuelve —se presenta y es—, esboza los fenómenos originales del impudor y de la profanación (p.267). Hacía largo rato ya, que ese cine comedido y reservado a todo el mundo, no osaba tanto y de manera tan frontal y radiante. 

En “El yo y la totalidad” (2002) de Levine cuando plantea que “[…] más allá de ese modelo de pensamiento enfocado hacia la identidad y unidad, que privilegia la semejanza y anula la alteridad primordial de lo radicalmente otro, el filósofo se decanta por un paradigma alternativo que consiste en “pensar lo infinito, lo trascendente”, que repercute en toda identidad, pero de manera simultánea es su condición de posibilidad, ya que cada aproximación a la comprensión [como un acto mental], [está] en cada búsqueda […] (Fernández, 2205, p.426). Y es que el paradigma se halla de forma evidente en el personaje de Bella. Y a partir de esta reflexión de Levine se resumen un filme de altos quilates.

La cimentación audiovisual, en lo visual y en sus tiempos, prevalece por lo tanto en asuntos estéticos y fuertemente argumentales [no cometeré spolier]. A la pregunta: ¿cuál es el tiempo perfecto para que un plano —su distancia— o qué colores condensan un explícito placer u otro? Pues “participar” el espectador (como prótesis simbólica) del asistente a la sala de cine en el espectáculo audiovisual que “Pobres criaturas” propone para conseguir agrietar puertas realmente atrayentes a argumentos de imagen, puesta en escena y de montaje. Personajes que ambicionan hallar su propio lugar y gradualmente conquistar la búsqueda de la libertad.

 

miércoles, 31 de enero de 2024

Priscilla



Película basada en las memorias 'Elvis and Me', escritas por Priscilla Beaulieu Presley, publicadas en 1985 y que relatan el largo noviazgo y turbulento matrimonio de Elvis y Priscilla, desde una base militar alemana hasta su finca de ensueño en Graceland.


Todo comienza cuando Priscilla y Elvis se conocieron en Alemania, y cuando ella tenía 14 años y él, 24. Ella era hija de militar y él cumplía con el ejército. Sostienen las crónicas del famoso cantante que Elvis fue un abusador de carácter infantil y que la relación que mantuvo con su mujer y madre de su hija fue desfavorable, lúgubre o penosamente machista.

La película en perfecta armonía con la época, relata de forma pausada y mirada desde lejos por su directora Sofía Coppola, una biografía si se quiere, ampliamente conocida por los seguidores de la pareja norteamericana. Para quienes no conocen toda la historia de la pareja, el filme resulta válido en el sentido de mostrar personalidad y situaciones propias de una vida sin prisa. Y es que montaje nada frenético ambiciona hablar del tiempo de la juventud de Priscilla y Elvis.

El cine de Sofía Coppola ha circulado por la pantalla gigante como una especie de culto taciturno, inagotablemente pendiente del término puntual en el que el significado de los discursos se difumina (con excepción tal vez de “Vírgenes suicidas”). Hasta el momento ha sido un cine en indeleble abstracción sobre el sentido mismo de la imagen visual y de la representación. La puesta en escena plantea la exploración desmedida del pormenor y con el gusto (teatral) por los espacios engalanados en demasía sin renunciar eso sí, a la figura íntima del semblante, siempre pendiente de inexpresividad.

Esta es una película que hace su discurso mediante un manejo estético muy claro: no gentrificar [aunque sea un término más en el contexto del urbanismo] el tiempo de la juventud que parece interesarle más a Coppola. Sin pensar en más tarde o más temprano, la película se convertirá en un soplo expresivo del amor entre ellos. Mi prejuicio, el último: Las películas que van a la fuerza y no rivalizan los prejuicios, no se deben a nada más que a su entropía creativa. De todas formas la película resulta un tanto aburrida, Se embriagan de sí mismas y muchas veces se salen de sí mismas. No abraza lo inesperado, se pierde con sus interlocutores y quiere serlo todo [y es que la propia juventud, es el tiempo para ambicionar ser todo, ya habrá instantes de conformarse con nada].

Lo que rescataría es la música del Elvis y la banda sonora con la firma de Phoenix. 






Io capitano

 


“Io Capitano”, película de Matteo Garrone, le da la vuelta al imaginario más clásico: el de identificar al diferente y necesitado, para desde el igualmente más antiguo de los relatos de Homero, referirnos la historia de un emigrante. Y la historia del cine tiene siempre mucho que contar al respecto.



“Io Capitano”, película de Matteo Garrone, le da la vuelta al imaginario más clásico: el de identificar al diferente y necesitado, para desde el igualmente más antiguo de los relatos de Homero, referirnos la historia de un emigrante. Y la historia del cine tiene siempre mucho que contar al respecto. Si Seydou y Moussa son dos jóvenes que abandonan Dakar por razones de superaciones económicas y emocionales que saltan a la vista en los primeros fotogramas (aunque las danzas africanas inviten a la libertad espiritual). Es el punto de partida para la reflexión.

En verdad el asunto se defiende solo, en el sentido de las vivencias sobre la migración. El anonimato se quiera o no, bifurca realidades y tristezas. Y si hay que hablar de algunos elementos que se hallan en la película, es la mirada honesta hacia el compromiso humano. No se cae en lo panfletario. Sobre el tema específico de la migración, resulta ser una clase magistral. Galiano (2008) subraya:

             […] De los emigrantes en el mercado de trabajo, aspectos del género y la emigración como la feminización de la explotación de las trabajadoras emigrantes en los países de origen y de destino, la evolución del rol de la mujer en las historias de emigraciones, los problemas más diversos sobre la situación real de la población emigrante, la solidaridad social, el racismo, la xenofobia y la percepción pública de la racialidad y la etnicidad […] (p.171).

[…] la construcción mediática sobre los emigrantes, los límites de la representación política de la democracia formal, las políticas migratorias, etc., incluso soportes concretos y visibles sobres aspectos diversos de las distintas teorías explicativas de la migración, la geografía de la migración y los sistemas migratorios, aproximaciones visibles a distintos elementos que conforman la macro y micro economía de la migraciones (Galiano, 2008, p.171).

Regresando a la película de Garrone dos ideas para resaltar. Una estructura ordenada desde la cual la acción narrativa se desplaza centrándose en el desconsuelo de los emigrantes, así como sus fortuitos momentos de enfrentarse a la muerte. Y segundo, un acabado técnico compacto, gracias, entre otros, a la fotografía de Paolo Carneray imprescindible junto al diseño de producción para conseguir retratar época, espacio y desolación muy específica de la trama.