Un
log line para este filme sería: verano de 1957. El expiloto de carreras Enzo
Ferrari está en crisis. Y con este premisa podemos decir que esta cinta del
destacado director Michael Mann —“El último mohicano” (“The Last of the
Mohicans”, 1992: “Heat” (1995) —, permite el paradigma de cómo un cineasta
puede aprovechar un retrato real, para hablar de la vida del fundador de la
escudería de coches.
Dada
su filmografía, Mann abdica a cualquier arresto de condición narrativa para
acomodar una vaga y exagerada proximidad a la vida del fundador de la escudería
de coches. Estamos ante un buen filme en término general y bien planteado la
metáfora de que nada vale la pena para acelerar las cosas de la vida.
En
su sentido exacto, no es una película biográfica. La historia parte del año de 1957,
en el que la vida tanto familiar como industrial del ya viejo patriarca Ferrari
se halla en un punto decisivo. Y es con la pérdida del hijo reciente, que el
protagonista se ve en la disposición de traspasar su imperio a un mejor
oferente (Fiat), a la vez que el otro hijo (fuera del matrimonio) solicita su
lugar en el mundo. Todo se solventa en una carrera (la Mille Miglia) que
transita toda Italia y en la que se verán las caras la marca del cavallino
rampante y Maserati.
En
lo cinematográfico, Mann pone su impronta y entre líneas deja el diseño de un
evento como las carreras de autos cargada de emoción por momentos, y mesura del
señor Ferrari. Prudencia en el orden de no ser desmedido, y la potestad
para ubicar al espectador al lado de cada situación emocional. En
primera súplica —y por el prólogo en blanco y negro—, podemos pensar que la
puesta en escena, es igualar (al menos es la intención) la realización de las
antiguas carreras de autos en los años cincuenta, y que se transmitían con
filmadoras sujetas a un eje que realizaban esos barridos sobre cada distancia
del circuito. Aunque queda bien evidente que el director Mann emplea dos
elementos válidos: los drones (para tomas desde arriba), y emplaza la cámara a
los autos para brindar imágenes subjetivas, muy válidas para esta visualización
de los coches en carrera.
Desde
mi punto de vista si no es la mejor cinta de Mann, si reconocemos en su
impronta como realizador, todo su talento, para dejarnos respirar, negando la
espectacularidad que de pronto intuimos, pero no.