Toda va del profesor de inglés y escritor Thelonious
'Monk' Ellison. Un escritor que escribe para unos propósitos específicos (que
no debelaré, por supuesto). De todas formas este es un tema de la literatura, el escritor y hasta lectores. Así que esta película
dirigida por Cord Jefferson y basada en la novela de Percival Everett, pone en
el tintero el arte de escribir, nuestras historias, y ese paso definitivo a que
te lean o que el libro sea bien conocido, y de pronto de una forma un tanto
sarcástica.
El actor Jeffrey Wright interpreta a un escritor que escuetamente,
quiere consagrarse a la “alta literatura”. Y los libros que alude en la película
son de hecho una enunciación de los clásicos griegos (como el trágico Esquilo). Sin embargo, tiene un
problema: él es afroamericano. Esto habría sido un impedimento en algún
momento, por el racismo dominante de la sociedad norteamericana, que le habría impedido
editar un libro.
Buen tema pues, que levanta los aplausos a todo aquel
que mira a los escritores y sus libros, como esa opción no tan metafísica de
ser quien se es. Cuando observamos la evocación de la secuencia y con deferencia
a una de las más sobresalientes cintas de Woody Alleen (“Misterioso Asesinato
en Manhattan” —la dupla Allen y Keaton—), vemos a Jeffrey Wright simulando al
gánster afroamericano de otros títulos cinematográficos o directores de cine
negro. Una inteligente alegoría que en “American Fiction”, asienta su mensaje
contra de los estereotipos sobre los que se ven condicionados los propios
afroamericanos.
En su estreno como director, Cord Jefferson crea pues
una película que se entiende y se estremece como los dramas independientes [Hanson,
Payne, etc.], adoptando (y creería) un orden más convencional. Jefferson
utiliza “American fiction” para referir la historia de un hombre cuyo ego es su
vil enemigo.
"Ego y literatura", y otros punto de vista sobre lo que
se escribe y quienes forman parte de ese cruce de ideas. imágenes y razones. “A partir
del llamado giro icónico (Boehm 1994) o giro pictórico (Mitchell 2014), han
aparecido variados autores que llaman la atención sobre el poder o agencia de
las imágenes y el efecto performativo que tienen en sus espectadores […]. El
acto icónico sustitutivo supone ya no la inclusión de los cuerpos en la imagen,
sino un intercambio entre el cuerpo y la imagen, el cuerpo se convierte en
imagen y, viceversa, la imagen se vuelve cuerpo.” (Belgrano, 2022).