sábado, 10 de febrero de 2024

El color púrpura

 


“El color púrpura” basada en la novela: Alice Walker, es una nueva versión del filme de Steven Spielberg, una película que en su momento tuvo 11 nominaciones al Oscar y no consiguió ninguno. Hoy día un musical espectacular (cargado de Gospel y Blues) y también por supuesto toca el tema del racismo (sobre todo las luchas de toda la vida de una mujer afroamericana a principios del siglo XX).

Esta nueva versión (una película correcta y sin extremos), claro está es un poco diferente, y el músico y cineasta Sam Blitz Bazawule abre la historia con dos hermanas (Celi, violada y ultrajada por su padre) y antes de entrar en el melodrama nos entrega esa musicalidad muy propia de la raza afrodescendiente. “El color púrpura” qué duda cabe que está cerca de la perfeccion: Fantasia Barrino caracteriza a Celie (el papel originalmente interpretado por Whoopi Goldberg); Taraji P Henson da vida a la estrella y cantante Shug Avery (Margaret Avery antes) y Danielle Brooks se hace cargo del papel de Sofia (por el que Oprah Winfrey hizo su debut cinematográfico).

En este sentido la importancia de un excepcional reparto, le confiere una verosimilitud. Así que la mayor carga dramática, recae sobre los hombros de Fantasia Barrino, aunque la actuación que más ha llamado la atención ha sido la de Danielle Brooks (excelente nominación al Oscar de este año), que remite a su trabajo en “Orange Is The New Black”. Es una actriz tocada con el super poder de un performance más allá de la excelencia.

Ante la maldad que nos rodea (el déspota Albert y sus acciones) es evidente que siempre está al alcance el factor de la justicia, y ese elemento emocional confiere todo el interés a todos aquellos que sufren. Este punto de vista y la partitura musical en algunas escenas, alimentan la ilusión de una pronta solución a todo.

De nuevo, sin el primer plano de los moradores en el habitus de Celie, adquiere todo el protagonismo. Expresiones inquietantes no tan cerca de la lente, abren paso a una serie de semblantes de infinita congoja como símbolo topográfico de una capitulación contemporánea. Creería que el cineasta compone así la propuesta, a medio camino entre el musical y el drama que envuelve a una pequeña comunidad negra de la que todos nos sentimos observadores.