Película
basada en las memorias 'Elvis and Me', escritas por Priscilla Beaulieu Presley,
publicadas en 1985 y que relatan el largo noviazgo y turbulento matrimonio de
Elvis y Priscilla, desde una base militar alemana hasta su finca de ensueño en
Graceland.
Todo comienza cuando Priscilla y Elvis se conocieron
en Alemania, y cuando ella tenía 14 años y él, 24. Ella era hija de militar y
él cumplía con el ejército. Sostienen las crónicas del famoso cantante que
Elvis fue un abusador de carácter infantil y que la relación que mantuvo con su
mujer y madre de su hija fue desfavorable, lúgubre o penosamente machista.
La película en perfecta armonía con la época, relata
de forma pausada y mirada desde lejos por su directora Sofía Coppola, una
biografía si se quiere, ampliamente conocida por los seguidores de la pareja
norteamericana. Para quienes no conocen toda la historia de la pareja, el filme
resulta válido en el sentido de mostrar personalidad y situaciones propias de
una vida sin prisa. Y es que montaje nada frenético ambiciona hablar del tiempo
de la juventud de Priscilla y Elvis.
El cine de Sofía Coppola ha circulado por la pantalla
gigante como una especie de culto taciturno, inagotablemente pendiente del término
puntual en el que el significado de los discursos se difumina (con excepción
tal vez de “Vírgenes suicidas”). Hasta el momento ha sido un cine en indeleble abstracción
sobre el sentido mismo de la imagen visual y de la representación. La puesta en
escena plantea la exploración desmedida del pormenor y con el gusto (teatral)
por los espacios engalanados en demasía sin renunciar eso sí, a la figura
íntima del semblante, siempre pendiente de inexpresividad.
Esta es una película que hace su discurso mediante un manejo
estético muy claro: no gentrificar [aunque sea un término más en el contexto
del urbanismo] el tiempo de la juventud que parece interesarle más a Coppola. Sin
pensar en más tarde o más temprano, la película se convertirá en un soplo expresivo
del amor entre ellos. Mi prejuicio, el último: Las películas que van a la
fuerza y no rivalizan los prejuicios, no se deben a nada más que a su entropía
creativa. De todas formas la película resulta un tanto aburrida, Se embriagan de
sí mismas y muchas veces se salen de sí mismas. No abraza lo inesperado, se
pierde con sus interlocutores y quiere serlo todo [y es que la propia juventud,
es el tiempo para ambicionar ser todo, ya habrá instantes de conformarse con
nada].
Lo que rescataría es la música del Elvis y la banda sonora con la firma de Phoenix.