Esta es la nueva película del cineasta danés Nikolaj Arcel, la
primera que rueda tras la mala experiencia en el cine norteamericano con la
fallida adaptación de 'La Torre Oscura' de Stephen King estrenada en 2017.
Mads Mikkelsen encabeza el reparto de este western
dramático ambientado en 1755. El empobrecido capitán Ludvig Kahlen se dispone a
conquistar los duros e inhóspitos páramos daneses con un objetivo aparentemente
imposible: Crear una colonia en nombre del Rey. A cambio, recibirá un nombre
real que anhela con desesperación. Sin embargo, el único gobernante de la zona,
el despiadado Frederik de Schinkel, cree arrogantemente que esa tierra le
pertenece.
“No se
empieza con el asesinato, con el deseo de cometerlo, ni siquiera pensándolo. Se
empieza siendo, sencillamente, avaricioso, queriendo tener más de lo que se ha
de recibir”. A. Christie
El
thriller colombiano —como el latinoamericano, a excepción de algún título
argentino— no ha tenido el éxito que se esperaba y son muchos los criterios
para evaluar. En esas formas de expresión, y que de pronto vale la pena traer a
estas líneas, es que hasta ahora en la cinematografía nacional el thriller se
posiciona —y en un contexto social colombiano—, como un género asumiendo “un
diálogo” (acciones, pláticas, estilos, etc.) entre lo local y lo global desde
el mismo interior de su dispositivo, y con esos inconvenientes socioculturales
y estéticos.
Por otro
lado, el “cine latinoamericano” y como Ruffinelli (2011) afirma: “[es] un cine
que pone en relieve el acto de mostrar sobre el acto de contar, lo
contemplativo sobre lo narrativo” (pp. 121-131). Interesante idea, que invita
de alguna manera a pensar que para el caso del thriller, quede relegado frente
a otros y de otros continentes. Pero esa no es la discusión sobre la nueva
película de Jacques Toulemonde —autor de sus propios proyectos, co-guionista
con Ciro Guerra de “El abrazo de la serpiente”, “Anna” (2016) —. Y que también
trabajó en la serie de Netflix “Frontera verde”.
En esta
nueva película de Netflix de Colombia (título original: “Historia de un crimen:
Mauricio Leal”), la trama se basa en la archiconocida historia del crimen de un
joven famoso estilista colombiano, donde los medios informativos de Colombia,
la divulgaron hasta el cansancio. Y todavía es un caso sin resolver.
Así pues
con base en lo anterior, el rompecabezas del crimen en la trama es investigado
por la agente Rebeca (Juana del Rio) y su acompañante Dublín (Walter Luengas).
En este contexto, las pesquisas que surgen sobre el atroz crimen, y de esa
cierta frialdad en su exposición; sería la razón por la cual se entrevé que
ciertos interlocutores no se sienten atrapados en situaciones relacionadas con
su existencia o su destino. Además, esto va de la mano de una fotografía muy
elemental, privilegiando espacios no muy abiertos.
Considero
que las escenas nocturnas hicieron mucha falta, y cuando se aprovecha la idea
de traducir al lenguaje de la luz los ásperos contornos del interlocutor
asesino, todo el tono de la cinta resulta más atrayente al espectador. Para un
tipo como el homicida —con un rostro inexpresivo, su rencor e hipocresía— una
luz sutil y multifocal, una oscuridad luminosa, hubieran dado una idea más
próxima al thriller, sin revelar demasiado ante el espectador.
Por otro
lado, “Historia de un crimen: Mauricio Leal” sucumbe frente a la idea de
encontrar que, hasta el personaje más impar observado en la intriga, desea
igualmente alimentar su ego. Claro está
que frente a ciertas grietas existencialistas, por ejemplo las de la detective
Rebeca (donde la actriz colombiana no desmerece su papel) y las del presunto
asesino; se pudo haber ideado una mejor puesta en escena sobre las fragilidades
psicológicas de ellos mismos y esto no se consiguió. “La narración es, de
hecho, una concatenación de situaciones en la que tienen lugar acontecimientos
y en la que operan personajes situados en ambientes específicos” (Casetti y Di Chio,
1991, p.172).
La
película cumple con un mínimo y hasta cierto punto su cordura de thriller. Y si
me apuran, dadas las escasas evidencias emocionales trazadas en los personajes
—y las del principal sospechoso del doble crimen—; pudo haber sido un thriller
con acento psicológico. Pero el director y escritor del guion Jacques
Toulemonde se limita a través de la nula introspección observada del asesino, y
con un pulso débil de una cámara que va al pasado y al presente dejando de lado
los auténticos confines de la experiencia humana —esas intenciones reales y
debatibles del hermano del famoso peluquero con la intención de asesinar a su
familia—; a la corta voluntad de exteriorizar algún que otro detalle
trascendental del cine: conceptos de estética visual y contenidos
psicológicos.
En
definitiva, “Historia de un crimen: Mauricio Leal” no toca la fibra del
cinéfilo, pues es un retrato poco alentador y sugestivo. Pese a otros atributos
y particularidades cinematográficas, hay algo en el guion que no acaba de cuajar.
Preciso que no existe nada objetivamente adverso en esta producción, si bien,
no es el resultado final esperado; su calificación —si se quiere— escasamente
pasable, aun cuando pudo aspirar sin traspié alguno, al sobresaliente.
Referencia
Ruffinelli,
J. (2011).Nuevas señas de identidad en el cine de América latina. Vargas J.C.
(compil.)
Casetti
y Di Chio (1991). Cómo analizar un film. Grupo Planeta (GBS).
Película de Islandia inspirada en las primeras
fotografías encontradas de la costa sureste de Islandia, de un pastor danés,
llamado Lucas (Elliot Crosset Hove)—hallazgo que según otros críticos nunca tuvo lugar—.
Aclaro de todas formas esta idea preliminar, ya que el filme nos relata
(creería) toda esa historia que precede a las fotografías. Sin embargo, esta
cintaque es sobre los pioneros, asimismo lo es acerca de la vida
de Dios y su potestad del universo.
El
islandés Hlynur Pálmason y según nos comunica un texto introductorio, es su
tercer largometraje e inspirado como lo he resumido en una compilación de
placas fotográficas del siglo XIX que fueron halladas fortuitamente en alguna zona
de Islandia. Cuando en lugar de llegar a su destino el pastor danés simplemente
por mar, prefiere cruzar el país a caballo para patentizar el territorio con
una cámara, y ese deseo que revela un engreimiento. Después de todo, el pastor se
empeña en reivindicar quietud a través de la fotografía frente a un mundo que
se alimenta del desconcierto y de la evolución constante.
Es “Godland” al mismo tiempo un wéstern y principalmente cine de
aventuras —misticismo—. Así que este cine de autor,con un formato
de imagen diferente, ininteligible y trascendental; adusta y sosegada; advierte
ciertos postulados del cine de género. Es de insistir que el directorHlynur Palmason
reivindicará la importancia del cine para volver a esa imagen primitiva, esencial,
y convertirla en memoria.Una escritura audiovisual de la que se servirá para
hacer una lista de las cosas que le acarician el corazón, o para ofrecerlas o para
borrarlas. En ese instante, la poesía estará concebida por todos.
Por el otro, y para concluir: la naturaleza majestuosa
e impasible sin el engreimiento del pastor, la cámara (a ratos) examina desde diferentes
trechos para no deponer manifiestamente la insignificancia de los humanos, o
bien la intención del cineasta es aprehender a través de breves articulaciones
de imágenes fijas recordándonos lo efímero de todo lo vivo.
Describir lo que el filósofo y teólogo francés Pierre
Teilhard de Chardin denomina el Punto Omega, sería a lo mejor la circunstancia exaltada
del no-tiempo, la transformación del ser humano en algo a lo que tiende y que
está más allá de sí mismo. Este podría ser un punto de partida de la película arranca
con el crédito “Alrededores de París” y en off una música de piano. Luego vemos
a un judío sefardita que encomienda a un personaje (base y misterio en la
historia), para que busque a su hija. Ese personaje [y su película que nunca
existió] es el punto de partida de Víctor Érice para que estemos atentos al
devenir de la trama.
Con base en lo anterior, obliga a que el juego del
plano/contraplano del cine clásico, logre una dimensión plena, como si cada
palabra entre los interlocutores estableciera un orden de datos en el que el
habitante de la sala de cine se ve obligado a reorganizar la investigación a
medida que parece se dispersa, pero no. Esta puede ser la clave de un gran
filme, y si ambicionamos profundizar un poco más desde lo cinematográfico para
justificar mi apreciación, dos ideas:
Primero, podríamos decir quelos planos de “Cerrar los ojos” tienen vida interior,
y por una razón: las miradas de todos los personajes así lo circunscriben y se
evidencia el talento de los actores [José Coronado, Ana Torrent, Manolo Sojo,
Soledad Villamil, Josep María Pou, etc.] que utiliza Érice.La disposición
de la imagen, consiente que en cada encuadre subraye dos niveles expresivos:
uno, la piel de la película, donde la mirada y/o la voz de uno o más interlocutores
fascinan la solicitud del espectador.
El regreso de Víctor Erice al largometraje presume hipnotizarse
de nuevo ante él, y como diría un crítico de cine: “el mejor retratista de lo
invisible”. “El espíritu de la colmena” (1973), “El sur” (1983) o “El sol del
membrillo” (1992) son su legado y por supuesto este curto filme, que dura tres
horas y de pronto pareciese algo monótono, pero de pronto surge ese algo que un
filme que marca el regreso de Érice.
De manera que frente a la película que nunca existió y
la sentencia que escuchamos:“En el cine ya no hay milagros desde que murió Dreyer”,
esta propuesta del cineasta español de rebuscar en el cine dentro del cine elprólogo y el
epílogo donde juzga proporcionar el subterfugio a un jeroglífico que solo vemos
en parte [por aquello de los invisible], el tiempo agarrotado [porque parece no
tener prisa], desmoronando gota a gota en la profundidad de la pesquisa; «cada
momento perdido es la vida»: la vida del tiempo que nos deja y que se puede ver
con los ojos cerrados.
Para empezar hay que señalar que
“Todos los nombres de Dios”contiene lo
mejor del cine del director vasco Calparsoro: acción, complot, nerviosismo, y logra
niveles de espectacularidad y buen ritmo. Así que la película es un palpitante
thriller de acción ambientado en Madrid, que entreteje los destinos de un apesadumbrado
taxista (Luis Tosar) y de un fanático suicida —interpretado por Nourdin Batan
(30 monedas)—, quien resuelve en el último segundo no detonarse un artificio
que carga.
También se puede observar que no es la trama vehemente
—construida desde el habilidoso guion de Gemma Ventura—, lo que resalta en “Todos
los nombres de Dios”, sino el carácter real en que Daniel Calparsoro involucra
la historia. Respecto al director de fotografía Tommie Ferreras —con las cámaras
RED que permiten capturar los movimientos rápidos y ráfagas de luz sin curvarse,
sin sacrificar nada de su calidad de imagen—, desdobla el ultimátum terrorista
por localizaciones tan representativas como el Aeropuerto de Barajas, el Paseo
de la Castellana, y la Gran Vía madrileña, epicentro del desenlace final.
Desde su filme ‘Salto al vacío’ (1995), Daniel
Calparsoro lleva toda su carrera en temas sobre la violencia. Amante de protagonistas
duros y sentimentales, estamos pues frente a una película básicamente buena, si
bien de pronto cae en algún cliché de este tipo de cine, pero qué duda cabe la
espectacularidad propuesta por el cineasta español.
Son poquísimos los cineastas españoles que hacen este
tipo de cine con mano firme, un cine más de exportación. La industria del cine
español si intenta proteger el futuro del cine, solo tiene que copiarse la reglamentación
francesa. No olvidemos que es el segundo productor, consumidor y exportador de
cine después de los Estados Unidos.
Siendo breve: más de lo mismo. Un filme flojo que
invita a admirar los efectos visuales y su diseño. Respecto a la trama de la
cinta,Black
Manta, que aún no ha podido vengar la muerte de su predecesor a manos de
Aquaman, sigue empeñado en la tentativa y no se detendrá ante nada para
quitarlo de en medio.
Cargado el guion de Deus ex machina, no hay más
remedio que seguir las acciones de los personajes, conociendo de antemano quién
ganará a quien. Otra sensación que nos queda es la de algunos escenarios ya observados
en otros filmes del género.Esa flotable y poco volátil lienzo mágico de personajes,
locaciones y enfrentamientos, prorrogan un perfil atemporal que no se rompe frente
a una banda sonora, siendo la música la relación motora con la actualidad y
nuestro presente y futuro.
Para el director no es un escueto aderezo gratis, la jerarquía
de la música, es capital para concebir los significados de la película, sin ir
más lejos, todo ese ejercito de personajes bajo el agua haciéndolos armonizar
en un mismo valor de conocimiento y conducta. Por momentos, todo lo observado
bajo el agua, con matices nada sobrenaturales, pero de pronto, un sentido
laberíntico.
Respecto a la fotografía, su director Don Burgess lleva
a cabo un trabajo de iluminación extraordinario. Una luz que sin moverse de un
lado a otro del encuadre circula en el carácter anímica de los protagonistas. Hay
“Aquaman” para rato, lo importante son los guiones que se escriban, y ofrezcan
pareceres bien estimulantes a las intrigas de la trama. Claro que sin llegar a
evocar otras películas (algo bien difícil, pero se puede).
Para concluir este breve análisis, no olvidar el espectador
que el género fantástico tiene muchas cosas imprevisibles. Al respecto González
Requena (2007) afirma:“[…] en el núcleo mismo de la estructura del relato mítico
tiene lugar sucesos no sólo maravillosos, sino también incomprensibles: sucesos
que escapan, por tanto, a toda verosimilitud y a toda previsibilidad —a toda
otra previsibilidad que la que el mito garantizaba con su misma existencia. O
todavía en otros términos: que quiebran todas las hipótesis previsibles, que no
responden a ninguna inferencia razonable distinta de la que el mito mismo funda
con su existencia”. “Aquaman” es un ejemplo de ello.
“La clave del misterio de un gran artista es que, por
razones desconocidas, se regalará sus energías y su vida sólo para asegurarse
de que una nota sigue a otro... y nos deja con la sensación de que algo está
bien en el mundo”. Leonard Bernstein
De entrada “Maestro” es una película correcta. De
hecho, relata la larga y espinosa boda entre Leonard Bernstein el compositor de
‘West Side Story’ y la actriz Felicia Montealegre. En este sentido, la historia
luce lineal y cargada de situaciones de todo tipo del gran compositor norteamericano.
Centrándose Bradley Cooper (quien actúa como el músico, es co-guionista y
dirige el filme), parece centrarse más en asuntos propios del biopic como
género, donde los clichés surgen aunque en su estilo a veces escueto.
Pero más allá de la dirección de actores y la puesta
en escena, Cooper no renuncia a esa habilidad surgida quizá por todo lo que
aprendió de “Ha nacido una estrella” —un filme elogiado por la crítica
norteamericana—. Por otro lado, “Maestro” es la oportunidad para que el
cineasta y actor vuelva a buscar nominaciones por la Academia. Casi con la
misma desesperación de un principiante. Y esto lo señalo porque se percibe un
esfuerzo demasiado en su filme “Maestro”.
Otro asunto importante, es que rara vez Cooper refuerza
la idea a que conozcamos mejor las almas de los personajes —que es de lo que
debería inquietar de un biopic—. Si bien, el guion conquista la apropiada disposición
de someter esa especio de “beneficios artísticos” de Bernstein en su comunicación
con Felicia Montealegre (Carey Mulligan está magistral), aun así tampoco logra advertir
las motivaciones por las que estos interlocutores deberían interesarnos.
¿Cómo competir con los seres humanos que creemos ser?
Es la pregunta que se deriva de la relación de Leonard Bernstein con el mismo,
su bisexualidad, la música, y su relación con su familia. Respuesta bien difícil.
Por ejemplo, la poesía ha pretendido saltar el muro de la lógica y ha acudido
al símbolo, a la imagen, a la metáfora; para extraer lo más escondido del
misterio humano.
El
ser humano continúa preguntándose por valores tan centrales y definitivos en su
existencia: el sentido de la vida misma, la verdad, la libertad; la felicidad y
la congoja; el éxito y la frustración; la existencia y la muerte. Pero, algunos
individuos continúan emplazados en la indolencia: no se imaginan [o no quieren
imaginar] tales cuestiones o porque pretenden poseer ya la respuesta o concisamente
porque no les incumbe la refutación o temen enredarse la existencia con tantos incógnitas.
A quienes están
instalados en la indiferencia [me refiero a Bernstein], posiblemente fue forzoso
provocarle a hacerse estas preguntas y a buscar respuestas. Ni Felicia Montealegre,
ni sus hijos, y los amantes del maestro lo lograron. Él siempre prefirió “su
libertad”.Pero, ningún ideal es
tan amado e idolatrado en el mundo actual y posmoderno como la libertad