jueves, 4 de enero de 2024

Tráiler de 'The Promised Land', lo de Nikolaj Arcel protagonizada por Mads Mikkelsen

 


Esta es la nueva película del cineasta danés Nikolaj Arcel, la primera que rueda tras la mala experiencia en el cine norteamericano con la fallida adaptación de 'La Torre Oscura' de Stephen King estrenada en 2017.

Mads Mikkelsen encabeza el reparto de este western dramático ambientado en 1755. El empobrecido capitán Ludvig Kahlen se dispone a conquistar los duros e inhóspitos páramos daneses con un objetivo aparentemente imposible: Crear una colonia en nombre del Rey. A cambio, recibirá un nombre real que anhela con desesperación. Sin embargo, el único gobernante de la zona, el despiadado Frederik de Schinkel, cree arrogantemente que esa tierra le pertenece.

Fuente e Imagen: https://www.elseptimoarte.net/


“Historia de un crimen: Mauricio Leal”

 

“No se empieza con el asesinato, con el deseo de cometerlo, ni siquiera pensándolo. Se empieza siendo, sencillamente, avaricioso, queriendo tener más de lo que se ha de recibir”. A. Christie

El thriller colombiano —como el latinoamericano, a excepción de algún título argentino— no ha tenido el éxito que se esperaba y son muchos los criterios para evaluar. En esas formas de expresión, y que de pronto vale la pena traer a estas líneas, es que hasta ahora en la cinematografía nacional el thriller se posiciona —y en un contexto social colombiano—, como un género asumiendo “un diálogo” (acciones, pláticas, estilos, etc.) entre lo local y lo global desde el mismo interior de su dispositivo, y con esos inconvenientes socioculturales y estéticos.

Por otro lado, el “cine latinoamericano” y como Ruffinelli (2011) afirma: “[es] un cine que pone en relieve el acto de mostrar sobre el acto de contar, lo contemplativo sobre lo narrativo” (pp. 121-131). Interesante idea, que invita de alguna manera a pensar que para el caso del thriller, quede relegado frente a otros y de otros continentes. Pero esa no es la discusión sobre la nueva película de Jacques Toulemonde —autor de sus propios proyectos, co-guionista con Ciro Guerra de “El abrazo de la serpiente”, “Anna” (2016) —. Y que también trabajó en la serie de Netflix “Frontera verde”.  

En esta nueva película de Netflix de Colombia (título original: “Historia de un crimen: Mauricio Leal”), la trama se basa en la archiconocida historia del crimen de un joven famoso estilista colombiano, donde los medios informativos de Colombia, la divulgaron hasta el cansancio. Y todavía es un caso sin resolver.

Así pues con base en lo anterior, el rompecabezas del crimen en la trama es investigado por la agente Rebeca (Juana del Rio) y su acompañante Dublín (Walter Luengas). En este contexto, las pesquisas que surgen sobre el atroz crimen, y de esa cierta frialdad en su exposición; sería la razón por la cual se entrevé que ciertos interlocutores no se sienten atrapados en situaciones relacionadas con su existencia o su destino. Además, esto va de la mano de una fotografía muy elemental, privilegiando espacios no muy abiertos.

Considero que las escenas nocturnas hicieron mucha falta, y cuando se aprovecha la idea de traducir al lenguaje de la luz los ásperos contornos del interlocutor asesino, todo el tono de la cinta resulta más atrayente al espectador. Para un tipo como el homicida —con un rostro inexpresivo, su rencor e hipocresía— una luz sutil y multifocal, una oscuridad luminosa, hubieran dado una idea más próxima al thriller, sin revelar demasiado ante el espectador.

Por otro lado, “Historia de un crimen: Mauricio Leal” sucumbe frente a la idea de encontrar que, hasta el personaje más impar observado en la intriga, desea igualmente alimentar su ego.  Claro está que frente a ciertas grietas existencialistas, por ejemplo las de la detective Rebeca (donde la actriz colombiana no desmerece su papel) y las del presunto asesino; se pudo haber ideado una mejor puesta en escena sobre las fragilidades psicológicas de ellos mismos y esto no se consiguió. “La narración es, de hecho, una concatenación de situaciones en la que tienen lugar acontecimientos y en la que operan personajes situados en ambientes específicos” (Casetti y Di Chio, 1991, p.172).

La película cumple con un mínimo y hasta cierto punto su cordura de thriller. Y si me apuran, dadas las escasas evidencias emocionales trazadas en los personajes —y las del principal sospechoso del doble crimen—; pudo haber sido un thriller con acento psicológico. Pero el director y escritor del guion Jacques Toulemonde se limita a través de la nula introspección observada del asesino, y con un pulso débil de una cámara que va al pasado y al presente dejando de lado los auténticos confines de la experiencia humana —esas intenciones reales y debatibles del hermano del famoso peluquero con la intención de asesinar a su familia—; a la corta voluntad de exteriorizar algún que otro detalle trascendental del cine: conceptos de estética visual y contenidos psicológicos. 

En definitiva, “Historia de un crimen: Mauricio Leal” no toca la fibra del cinéfilo, pues es un retrato poco alentador y sugestivo. Pese a otros atributos y particularidades cinematográficas, hay algo en el guion que no acaba de cuajar. Preciso que no existe nada objetivamente adverso en esta producción, si bien, no es el resultado final esperado; su calificación —si se quiere— escasamente pasable, aun cuando pudo aspirar sin traspié alguno, al sobresaliente.

Referencia

Ruffinelli, J. (2011).Nuevas señas de identidad en el cine de América latina. Vargas J.C. (compil.)

Casetti y Di Chio (1991). Cómo analizar un film. Grupo Planeta (GBS).

 


miércoles, 3 de enero de 2024

“Godland”

 

Película de Islandia inspirada en las primeras fotografías encontradas de la costa sureste de Islandia, de un pastor danés, llamado Lucas (Elliot Crosset Hove) hallazgo que según otros críticos nunca tuvo lugar—. Aclaro de todas formas esta idea preliminar, ya que el filme nos relata (creería) toda esa historia que precede a las fotografías. Sin embargo, esta cinta que es sobre los pioneros, asimismo lo es acerca de la vida de Dios y su potestad del universo.

El islandés Hlynur Pálmason y según nos comunica un texto introductorio, es su tercer largometraje e inspirado como lo he resumido en una compilación de placas fotográficas del siglo XIX que fueron halladas fortuitamente en alguna zona de Islandia. Cuando en lugar de llegar a su destino el pastor danés simplemente por mar, prefiere cruzar el país a caballo para patentizar el territorio con una cámara, y ese deseo que revela un engreimiento. Después de todo, el pastor se empeña en reivindicar quietud a través de la fotografía frente a un mundo que se alimenta del desconcierto y de la evolución constante.

 Es “Godland” al mismo tiempo un wéstern y principalmente cine de aventuras —misticismo—. Así que este cine de autor, con un formato de imagen diferente, ininteligible y trascendental; adusta y sosegada; advierte ciertos postulados del cine de género. Es de insistir que el director Hlynur Palmason reivindicará la importancia del cine para volver a esa imagen primitiva, esencial, y convertirla en memoria. Una escritura audiovisual de la que se servirá para hacer una lista de las cosas que le acarician el corazón, o para ofrecerlas o para borrarlas. En ese instante, la poesía estará concebida por todos.

Por el otro, y para concluir: la naturaleza majestuosa e impasible sin el engreimiento del pastor, la cámara (a ratos) examina desde diferentes trechos para no deponer manifiestamente la insignificancia de los humanos, o bien la intención del cineasta es aprehender a través de breves articulaciones de imágenes fijas recordándonos lo efímero de todo lo vivo.

lunes, 1 de enero de 2024

Cerrar los ojos

 

Describir lo que el filósofo y teólogo francés Pierre Teilhard de Chardin denomina el Punto Omega, sería a lo mejor la circunstancia exaltada del no-tiempo, la transformación del ser humano en algo a lo que tiende y que está más allá de sí mismo. Este podría ser un punto de partida de la película arranca con el crédito “Alrededores de París” y en off una música de piano. Luego vemos a un judío sefardita que encomienda a un personaje (base y misterio en la historia), para que busque a su hija. Ese personaje [y su película que nunca existió] es el punto de partida de Víctor Érice para que estemos atentos al devenir de la trama.

Con base en lo anterior, obliga a que el juego del plano/contraplano del cine clásico, logre una dimensión plena, como si cada palabra entre los interlocutores estableciera un orden de datos en el que el habitante de la sala de cine se ve obligado a reorganizar la investigación a medida que parece se dispersa, pero no. Esta puede ser la clave de un gran filme, y si ambicionamos profundizar un poco más desde lo cinematográfico para justificar mi apreciación, dos ideas:

Primero, podríamos decir que los planos de “Cerrar los ojos” tienen vida interior, y por una razón: las miradas de todos los personajes así lo circunscriben y se evidencia el talento de los actores [José Coronado, Ana Torrent, Manolo Sojo, Soledad Villamil, Josep María Pou, etc.] que utiliza Érice. La disposición de la imagen, consiente que en cada encuadre subraye dos niveles expresivos: uno, la piel de la película, donde la mirada y/o la voz de uno o más interlocutores fascinan la solicitud del espectador.

El regreso de Víctor Erice al largometraje presume hipnotizarse de nuevo ante él, y como diría un crítico de cine: “el mejor retratista de lo invisible”. “El espíritu de la colmena” (1973), “El sur” (1983) o “El sol del membrillo” (1992) son su legado y por supuesto este curto filme, que dura tres horas y de pronto pareciese algo monótono, pero de pronto surge ese algo que un filme que marca el regreso de Érice.

De manera que frente a la película que nunca existió y la sentencia que escuchamos: “En el cine ya no hay milagros desde que murió Dreyer”, esta propuesta del cineasta español de rebuscar en el cine dentro del cine el prólogo y el epílogo donde juzga proporcionar el subterfugio a un jeroglífico que solo vemos en parte [por aquello de los invisible], el tiempo agarrotado [porque parece no tener prisa], desmoronando gota a gota en la profundidad de la pesquisa; «cada momento perdido es la vida»: la vida del tiempo que nos deja y que se puede ver con los ojos cerrados.

jueves, 28 de diciembre de 2023

Todos los nombres de Dios


Para empezar hay que señalar queTodos los nombres de Dios” contiene lo mejor del cine del director vasco Calparsoro: acción, complot, nerviosismo, y logra niveles de espectacularidad y buen ritmo. Así que la película es un palpitante thriller de acción ambientado en Madrid, que entreteje los destinos de un apesadumbrado taxista (Luis Tosar) y de un fanático suicida —interpretado por Nourdin Batan (30 monedas)—, quien resuelve en el último segundo no detonarse un artificio que carga.

También se puede observar que no es la trama vehemente —construida desde el habilidoso guion de Gemma Ventura—, lo que resalta en “Todos los nombres de Dios”, sino el carácter real en que Daniel Calparsoro involucra la historia. Respecto al director de fotografía Tommie Ferreras —con las cámaras RED que permiten capturar los movimientos rápidos y ráfagas de luz sin curvarse, sin sacrificar nada de su calidad de imagen—, desdobla el ultimátum terrorista por localizaciones tan representativas como el Aeropuerto de Barajas, el Paseo de la Castellana, y la Gran Vía madrileña, epicentro del desenlace final.

Desde su filme ‘Salto al vacío’ (1995), Daniel Calparsoro lleva toda su carrera en temas sobre la violencia. Amante de protagonistas duros y sentimentales, estamos pues frente a una película básicamente buena, si bien de pronto cae en algún cliché de este tipo de cine, pero qué duda cabe la espectacularidad propuesta por el cineasta español.

Son poquísimos los cineastas españoles que hacen este tipo de cine con mano firme, un cine más de exportación. La industria del cine español si intenta proteger el futuro del cine, solo tiene que copiarse la reglamentación francesa. No olvidemos que es el segundo productor, consumidor y exportador de cine después de los Estados Unidos.

 

 

miércoles, 27 de diciembre de 2023

Aquaman and The Lost Kingdom

Siendo breve: más de lo mismo. Un filme flojo que invita a admirar los efectos visuales y su diseño. Respecto a la trama de la cinta, Black Manta, que aún no ha podido vengar la muerte de su predecesor a manos de Aquaman, sigue empeñado en la tentativa y no se detendrá ante nada para quitarlo de en medio.

Cargado el guion de Deus ex machina, no hay más remedio que seguir las acciones de los personajes, conociendo de antemano quién ganará a quien. Otra sensación que nos queda es la de algunos escenarios ya observados en otros filmes del género. Esa flotable y poco volátil lienzo mágico de personajes, locaciones y enfrentamientos, prorrogan un perfil atemporal que no se rompe frente a una banda sonora, siendo la música la relación motora con la actualidad y nuestro presente y futuro.

Para el director no es un escueto aderezo gratis, la jerarquía de la música, es capital para concebir los significados de la película, sin ir más lejos, todo ese ejercito de personajes bajo el agua haciéndolos armonizar en un mismo valor de conocimiento y conducta. Por momentos, todo lo observado bajo el agua, con matices nada sobrenaturales, pero de pronto, un sentido laberíntico.

Respecto a la fotografía, su director Don Burgess lleva a cabo un trabajo de iluminación extraordinario. Una luz que sin moverse de un lado a otro del encuadre circula en el carácter anímica de los protagonistas. Hay “Aquaman” para rato, lo importante son los guiones que se escriban, y ofrezcan pareceres bien estimulantes a las intrigas de la trama. Claro que sin llegar a evocar otras películas (algo bien difícil, pero se puede).

Para concluir este breve análisis, no olvidar el espectador que el género fantástico tiene muchas cosas imprevisibles. Al respecto González Requena (2007) afirma: “[…] en el núcleo mismo de la estructura del relato mítico tiene lugar sucesos no sólo maravillosos, sino también incomprensibles: sucesos que escapan, por tanto, a toda verosimilitud y a toda previsibilidad —a toda otra previsibilidad que la que el mito garantizaba con su misma existencia. O todavía en otros términos: que quiebran todas las hipótesis previsibles, que no responden a ninguna inferencia razonable distinta de la que el mito mismo funda con su existencia”. “Aquaman” es un ejemplo de ello.

viernes, 22 de diciembre de 2023

Maestro

 “La clave del misterio de un gran artista es que, por razones desconocidas, se regalará sus energías y su vida sólo para asegurarse de que una nota sigue a otro... y nos deja con la sensación de que algo está bien en el mundo”. Leonard Bernstein

De entrada “Maestro” es una película correcta. De hecho, relata la larga y espinosa boda entre Leonard Bernstein el compositor de ‘West Side Story’ y la actriz Felicia Montealegre. En este sentido, la historia luce lineal y cargada de situaciones de todo tipo del gran compositor norteamericano. Centrándose Bradley Cooper (quien actúa como el músico, es co-guionista y dirige el filme), parece centrarse más en asuntos propios del biopic como género, donde los clichés surgen aunque en su estilo a veces escueto.

Pero más allá de la dirección de actores y la puesta en escena, Cooper no renuncia a esa habilidad surgida quizá por todo lo que aprendió de “Ha nacido una estrella” —un filme elogiado por la crítica norteamericana—. Por otro lado, “Maestro” es la oportunidad para que el cineasta y actor vuelva a buscar nominaciones por la Academia. Casi con la misma desesperación de un principiante. Y esto lo señalo porque se percibe un esfuerzo demasiado en su filme “Maestro”.

Otro asunto importante, es que rara vez Cooper refuerza la idea a que conozcamos mejor las almas de los personajes —que es de lo que debería inquietar de un biopic—. Si bien, el guion conquista la apropiada disposición de someter esa especio de “beneficios artísticos” de Bernstein en su comunicación con Felicia Montealegre (Carey Mulligan está magistral), aun así tampoco logra advertir las motivaciones por las que estos interlocutores deberían interesarnos.

¿Cómo competir con los seres humanos que creemos ser? Es la pregunta que se deriva de la relación de Leonard Bernstein con el mismo, su bisexualidad, la música, y su relación con su familia. Respuesta bien difícil. Por ejemplo, la poesía ha pretendido saltar el muro de la lógica y ha acudido al símbolo, a la imagen, a la metáfora; para extraer lo más escondido del misterio humano.

El ser humano continúa preguntándose por valores tan centrales y definitivos en su existencia: el sentido de la vida misma, la verdad, la libertad; la felicidad y la congoja; el éxito y la frustración; la existencia y la muerte. Pero, algunos individuos continúan emplazados en la indolencia: no se imaginan [o no quieren imaginar] tales cuestiones o porque pretenden poseer ya la respuesta o concisamente porque no les incumbe la refutación o temen enredarse la existencia con tantos incógnitas.

A quienes están instalados en la indiferencia [me refiero a Bernstein], posiblemente fue forzoso provocarle a hacerse estas preguntas y a buscar respuestas. Ni Felicia Montealegre, ni sus hijos, y los amantes del maestro lo lograron. Él siempre prefirió “su libertad”. Pero, ningún ideal es tan amado e idolatrado en el mundo actual y posmoderno como la libertad