Para empezar hay que señalar que
“Todos los nombres de Dios” contiene lo
mejor del cine del director vasco Calparsoro: acción, complot, nerviosismo, y logra
niveles de espectacularidad y buen ritmo. Así que la película es un palpitante
thriller de acción ambientado en Madrid, que entreteje los destinos de un apesadumbrado
taxista (Luis Tosar) y de un fanático suicida —interpretado por Nourdin Batan
(30 monedas)—, quien resuelve en el último segundo no detonarse un artificio
que carga.
También se puede observar que no es la trama vehemente
—construida desde el habilidoso guion de Gemma Ventura—, lo que resalta en “Todos
los nombres de Dios”, sino el carácter real en que Daniel Calparsoro involucra
la historia. Respecto al director de fotografía Tommie Ferreras —con las cámaras
RED que permiten capturar los movimientos rápidos y ráfagas de luz sin curvarse,
sin sacrificar nada de su calidad de imagen—, desdobla el ultimátum terrorista
por localizaciones tan representativas como el Aeropuerto de Barajas, el Paseo
de la Castellana, y la Gran Vía madrileña, epicentro del desenlace final.
Desde su filme ‘Salto al vacío’ (1995), Daniel
Calparsoro lleva toda su carrera en temas sobre la violencia. Amante de protagonistas
duros y sentimentales, estamos pues frente a una película básicamente buena, si
bien de pronto cae en algún cliché de este tipo de cine, pero qué duda cabe la
espectacularidad propuesta por el cineasta español.
Son poquísimos los cineastas españoles que hacen este
tipo de cine con mano firme, un cine más de exportación. La industria del cine
español si intenta proteger el futuro del cine, solo tiene que copiarse la reglamentación
francesa. No olvidemos que es el segundo productor, consumidor y exportador de
cine después de los Estados Unidos.