“La clave del misterio de un gran artista es que, por razones desconocidas, se regalará sus energías y su vida sólo para asegurarse de que una nota sigue a otro... y nos deja con la sensación de que algo está bien en el mundo”. Leonard Bernstein
De entrada “Maestro” es una película correcta. De
hecho, relata la larga y espinosa boda entre Leonard Bernstein el compositor de
‘West Side Story’ y la actriz Felicia Montealegre. En este sentido, la historia
luce lineal y cargada de situaciones de todo tipo del gran compositor norteamericano.
Centrándose Bradley Cooper (quien actúa como el músico, es co-guionista y
dirige el filme), parece centrarse más en asuntos propios del biopic como
género, donde los clichés surgen aunque en su estilo a veces escueto.
Pero más allá de la dirección de actores y la puesta
en escena, Cooper no renuncia a esa habilidad surgida quizá por todo lo que
aprendió de “Ha nacido una estrella” —un filme elogiado por la crítica
norteamericana—. Por otro lado, “Maestro” es la oportunidad para que el
cineasta y actor vuelva a buscar nominaciones por la Academia. Casi con la
misma desesperación de un principiante. Y esto lo señalo porque se percibe un
esfuerzo demasiado en su filme “Maestro”.
Otro asunto importante, es que rara vez Cooper refuerza
la idea a que conozcamos mejor las almas de los personajes —que es de lo que
debería inquietar de un biopic—. Si bien, el guion conquista la apropiada disposición
de someter esa especio de “beneficios artísticos” de Bernstein en su comunicación
con Felicia Montealegre (Carey Mulligan está magistral), aun así tampoco logra advertir
las motivaciones por las que estos interlocutores deberían interesarnos.
¿Cómo competir con los seres humanos que creemos ser?
Es la pregunta que se deriva de la relación de Leonard Bernstein con el mismo,
su bisexualidad, la música, y su relación con su familia. Respuesta bien difícil.
Por ejemplo, la poesía ha pretendido saltar el muro de la lógica y ha acudido
al símbolo, a la imagen, a la metáfora; para extraer lo más escondido del
misterio humano.
El
ser humano continúa preguntándose por valores tan centrales y definitivos en su
existencia: el sentido de la vida misma, la verdad, la libertad; la felicidad y
la congoja; el éxito y la frustración; la existencia y la muerte. Pero, algunos
individuos continúan emplazados en la indolencia: no se imaginan [o no quieren
imaginar] tales cuestiones o porque pretenden poseer ya la respuesta o concisamente
porque no les incumbe la refutación o temen enredarse la existencia con tantos incógnitas.