El director griego Yorgos Lanthimos, realiza el primer
remake de su carrera. “Bugonia” [en referencia al credo antiguo de que las
abejas [primeras imágenes de la película que observamos] nacen por generación
espontánea de los despojos de los bueyes y que ilustró Virgilio en el libro IV
de las Geórgicas). No estamos pues ante una idea original, ni adaptación de la
más inclasificable de las novelas y tampoco es una invención del guionista del
filme, Efthymis Filippou.
Se trata de literalmente de un remake de la película de
culto “Salvar el planeta Tierra” del coreano Jang Joon-hwan, en 2003 (que era
una crítica social sobre el poder, la corrupción y el miedo a lo desconocido).
De todas formas, sostienen algunos expertos que es 'Bugonia' una de las mejores
películas de Yorgos Lanthimos. Dos hombres jóvenes (Jesse Plemons y Aidan Delbis) ciegos
de suposiciones conspirativas logran secuestrar a una ejecutiva (Emma Stone) de
una multinacional convencidos de que ella es una extraterrestre. Dicho
secuestro se convierte en un éxtasis, donde la intimidación verbal y física va
en aumento dentro de un sótano de una residencia alicaída donde poseen a la
mártir esposada y rapada.
A partir de ahí, el director de 'Pobres criaturas' (2023)
acomoda con socarronería asombrosa el actual momento de la vida global de los
países (así lo escuchamos y vemos en el filme). Así que todo lo que vemos sucede, por absurdo y feroz que
refleje, obedece a un acto litúrgico perverso, pero incuestionable. Creería que la
idea es conferir sentido o sinsentido mediante la exposición de argumentaciones
más intrínsecas a todo aquello que es o no es. Sí, así es de retorcida esta
película donde la anarquía, el enojo y la demencia son sobre todo las dificultades propias de
la utopía.
El cine de Yorgos Lanthimos eternamente se ha asentado en
la monstruosidad del entorno —más cercano al teatro griego, ese surrealismo en
sus primitivas películas—, aunque hoy día, más fino y presuntuoso visualmente,
con el uso de la lente (el corazón del cineasta) a su antojo.
Lo peor de esta comedia negra, thriller y ciencia ficción,
es sin duda, que sus interlocutores se reconcilian en una imitación de sí
mismos, en estereotipos exorbitantemente usados, aunque no impiden cualquier “lectura”
en sus respectivas emociones. Una película, pues, discrepante, a saber, alguna que otra brecha
de su guion, desplazamientos en el tiempo innecesarios (por lo de las imágenes observadas en
blanco y negro), que van en contra de la lógica de alguna ilación de su discurso, puntuales
instantes en los que la franqueza de la puesta en escena no desaparece por
completo, y una escasa y abusiva utilización de la música extradiegética para
dejarnos la idea al final “del fin del mundo”, y volver a la imagen con que
empezó el filme: las abejas.
