lunes, 3 de junio de 2024

Ordinary Angels

 


La historia arranca en 1993, y a fe que desde los primeros fotogramas del filme, ya nos arrastra por un drama a seguir con interés. Lo primero que habría que decir es que no hay nada más confortable que ver a la colectividad unirse para auxiliar a seres humanos desesperados, principalmente a una familia que sobrelleva la muerte y el padecimiento. Incluso, sirve para recordarnos que no hacen falta grandes sucesos celestiales para saltar sobre los problemas. Todo a lo que se invita es quizá la empatía 




Hilary Swank (que encarna a Sharon) habitualmente realiza un trabajo sólido cuando está frente a un papel con dimensión dramática y cierta complejidad (para una muestra este filme). La dos veces ganadora del “Oscar” mide con toda su actitud kinésica la intensa constancia de una Sharon, así como su delicadeza frente a la ansiedad y la congoja. Ambientada en Louisville a principios de los años 90, el filme empieza mostrándonos a su ambigua heroína, Sharon (Swank, con cabello largo), que engalana faldas cortas, una cerveza en el bar local, antes de saltar a la barra y bailar estridente “Boot Scootin' Boogie”. Está claro que Sharon tiene un inconveniente con la bebida, pero que ese arrebato por la embriaguez esconde una enorme agitación en su interior.

En las manos de Swank, el arco previsible del interlocutor se vuelve grande, evocando persistencia, apego y fuerza en abundancia. Asimismo, aporta naturalismo a las escenas (compartidas con Emely Mitchell, Skywalker Hughes, Tamala Jones y otros actores), que ofrecen toda la veracidad, aunque por momentos creemos anticipar lo que vendrá

El punto de vista que adopta la película, sin embargo, no es el del director, ni de la niña enferma (que nos aprisiona), sino de ese “ángel” llamado Sharon, y que la cámara la sigue prácticamente a todos lados. Sin lugar a dudas, el gran acierto de la estructura narrativa de la propuesta de los cineastas Jon Gunn y Rick Skene. Un drama como experiencia puede representar muchas cosas y “Ordinary Angels” no quiere que nos perdamos nada de lo que ocurre.

Si los dos primeros tercios del filme suceden sin esperanza alguna frente a lo que observamos y sentimos, hacia su último tramo, la película consigue escaparse (o nosotros) de esa situación de una niña adorada pero enfermita y ese problema que afronta personalmente Sharon. Ensimismada la trama en el clásico conflicto entre la vida y la muerte, la cámara, en un recorrido omnisciente por los espacios y el alma de los personajes, nos permite concluir que la oportunidad en la vida (dada o buscada a través de la tenacidad) solo favorece a aquellos que saben como cortejarla.