Regresa Will Smith (léase Mike), fresco como una
lechuga y protagonizando la cuarta entrega de “Bad Boys” junto a Marcus (un
Martin Lawrence en su punto y parte noble de los avatares de la vida). Hasta
1995, Michael Bay era un perfecto desconocido, pero su carrera como director de
acción se catapultó con “Bad Boys” (“Dos policías rebeldes”), película que además,
santificó en el género a Will Smith y Martin Lawrence.
La película arranca a lo magnánimo y predice el banquete
de acción y refriegas a mansalva. Subidos en un Porsche de infarto y
conduciendo a lo loco, los dos policías de Miami que conocemos hace largo rato,
llegan tarde a un encuentro muy significativo: la mismísima boda de Mike.
Si bien, la película es más de lo mismo. Era de esperar
que su metraje incluyera sucesos con helicópteros, detonaciones, seguimientos y
combates y disparos diseñados (que a ratos trascienden regios y a menudo son escuetamente),
hay que mostrarse de acuerdo en el derroche de energía. También, su peripecia
en la trama no posee por completo de sentido (hay mucho Deus ex machina), y entorpece
al espectador la tarea de interesarse en lo que sucede, fundamentalmente por lo
que respecta a un manojo de personajes secundarios que no significarán nada (para
quienes no recuerden las entregas previas de la saga).
Estamos pues ante la demostración química entre dos
actores, y una historia al más puro estilo "buddy cop", como en los
clásicos de la famosa “Arma letal”, donde la acción compensa su peso con el
humor y el "bromance" entre los dos actores ya aludidos.
“Bad Boys 4” no es una trabajo de enérgico calado
sensorial, pero que se apuntala muchísimo en el ambiente donde se desarrolla la
acción (una Miami ya conocida)) y en la poco insinuante partitura musical de Lorne
Balfe, para forjar una atmósfera no demasiado alejada a la que inundaba a las
cintas precedentes.