Una película italiana en donde la reciedumbre se indaga
de una manera tan atractiva y vehemente. El tratamiento de “Las ocho montañas”
(Felix Van Groeningen, Charlotte Vandermeersch, 2022), se observa en la agraciada
forma en la que muestra una amistad entre individuos. En su viaje iniciático, acudimos
a una exaltación a la camaradería, en donde sus directores intentan cambiar la trascendencia
de los tiempos. ‘Las ocho montañas’ trata con formidable ternura los
afectos infantiles, la relación con el medio ambiente y los parentescos
paternos, además de la encantadora idea de la casa del padre como algo que hay
que rehacer y vigilar. Los espacios donde se mueve la historia son tan grandiosos,
que se estremecen con gran desahogo las emociones en ellos.
Algunas observaciones de los espectadores son sobre la
utilización del formato en la película. No es tanto una discusión, sino más
bien una cuestión sobre la necesidad de hacer ecuanimidad sobre los contextos
naturales que aparecen en la historia. La propia cineasta Vandermeersch explica
las incertidumbres y evidencia la elección del formato casi cuadrado en 4:3 en
la obstinación de conservar la jerarquía de los actores y de sus conflictos por
encima de la majestad de la campiña.
Si los personajes del filme, los niños Pietro y Bruno
se exploran como equivalentes de pequeños, y se reencuentran mayores para restaurar
lo que la vida escindió abruptamente, es por la atracción de las montañas, que
la película sabe simbolizar desde una materialidad que nutre la potencia de los
relaciones entre ambos interlocutores.
Es innegable que Von Groeningen y Vandermeersch fuerzan
la voz en off —que acentúa en abundancia la apertura literaria del filme—,y de
la música, pero también el mérito y de las excelentes interpretaciones de
Marinelli y Borghi. Con base en esto último, la película entonces transmite al
público esa relación de amistad desde la esplendidez y la empatía, inclusive
cuando el engreimiento y el hermetismo amenazan con dar al traste lo que la
montaña no ha podido. No es cómoda, en fin, atesorar una amistad que le
devuelva la mirada a la Madre Naturaleza.