Este
filme de Mendes, ambientado en una ciudad costera inglesa a comienzos de la
década de 1980, es una intensa y enternecedora historia sobre el vínculo humano
y la magia del cine. Pero por otro lado, toca el tema del racismo con vigor y
sin estereotipos, aunque, pareciese que sí. La pregunta es sí, el filme [Mendes
es el guionista], a modo de prólogo en
su primer tercio: ¿pretende amplificar la impresión de distancia del [o los] personajes
(Hilary, Stephen, Dorlan, Norman) con respecto a los hechos de la vida misma o
lo que verdaderamente busca, es situar de manifiesto la naturaleza melancólica
del relato?
Creería
que lo último. Y las razones no sobran. También la película, puede ser considerada
como un autorretrato íntimo, porque el sexo y la intimidad en el que la
protagonista desarrolla su vida, tiene una influencia constante en su evolución
psicológica, como no podía ser de otra manera. De este modo, la sociedad en la que
vive durante su infancia, juventud y madurez [nos enteramos a través del
diálogo], aparece reflejada como un elemento de una importancia determinante en
su vida adulta, y filtrada por supuesto a través de la subjetividad de Hilary.
Respecto
al tema del cine, su melodrama
interno, que se funde con la melancolía de la cinefilia del pasado [la premier
de Carros de fuego no es solo uno de los momentos centrales de
la película —Hilary recita antes de la
proyección del filme frente a los espectadores, el poema “Los deseos del corazón”]. Justificando el
ejercicio de vida y nostalgia propuesto con su acostumbrada habilidad de estilo
por Mendes, que, sin embargo, por otro lado, disipa la idea un poco, cuando ambiciona
ennoblecer su obra en la búsqueda social de los años más convulsivos del
thatcherismo.
Cuando casi en la escena final, Hilary decide que
le proyecten en la sala vacía un filme. Al ver [ella y nosotros] las imágenes
de “Being There”, con Peter Sellers; nos deja sin alentó y no solo cinéfilo. Reflexión
final: Todos tenemos que enfrentarnos a la vida, bien seamos protagonistas [en
carne y hueso] como habitantes de las salas de cine, y por supuesto los que
vimos durante la proyección.