jueves, 13 de abril de 2023

Empire of Light

 

Este filme de Mendes, ambientado en una ciudad costera inglesa a comienzos de la década de 1980, es una intensa y enternecedora historia sobre el vínculo humano y la magia del cine. Pero por otro lado, toca el tema del racismo con vigor y sin estereotipos, aunque, pareciese que sí. La pregunta es sí, el filme [Mendes es el guionista],  a modo de prólogo en su primer tercio: ¿pretende amplificar la impresión de distancia del [o los] personajes (Hilary, Stephen, Dorlan, Norman) con respecto a los hechos de la vida misma o lo que verdaderamente busca, es situar de manifiesto la naturaleza melancólica del relato?

Creería que lo último. Y las razones no sobran. También la película, puede ser considerada como un autorretrato íntimo, porque el sexo y la intimidad en el que la protagonista desarrolla su vida, tiene una influencia constante en su evolución psicológica, como no podía ser de otra manera. De este modo, la sociedad en la que vive durante su infancia, juventud y madurez [nos enteramos a través del diálogo], aparece reflejada como un elemento de una importancia determinante en su vida adulta, y filtrada por supuesto a través de la subjetividad de Hilary.

Respecto al tema del cine, su melodrama interno, que se funde con la melancolía de la cinefilia del pasado [la premier de Carros de fuego no es solo uno de los momentos centrales de la película —Hilary  recita antes de la proyección del filme frente a los espectadores, el poema  “Los deseos del corazón”]. Justificando el ejercicio de vida y nostalgia propuesto con su acostumbrada habilidad de estilo por Mendes, que, sin embargo, por otro lado, disipa la idea un poco, cuando ambiciona ennoblecer su obra en la búsqueda social de los años más convulsivos del thatcherismo.  

Cuando casi en la escena final, Hilary decide que le proyecten en la sala vacía un filme. Al ver [ella y nosotros] las imágenes de “Being There”, con Peter Sellers; nos deja sin alentó y no solo cinéfilo. Reflexión final: Todos tenemos que enfrentarnos a la vida, bien seamos protagonistas [en carne y hueso] como habitantes de las salas de cine, y por supuesto los que vimos durante la proyección.