Adaptación en inglés del guion 'Ikiru' (1952), de Kazuo
Ishiguro, Akira Kurosawa. El asunto va de un veterano funcionario llamado
Williams, cuando ya “la vida” no es prioridad. En este sentido, el director
Oliver Hermanus adapta el guión del novelista Kazuo Ishiguro sobre la propia
cinta del japonés y el resultado es
realmente fascinante.
Si la película de Kurosawa discurre en el Japón
contemporáneo, Ishiguro introduce la historia del funcionario Williams [al que
da vida Bill Nighy, de forma Magistral] a una Inglaterra justo después de la
guerra, en un tono, fotografía y música que abraza lo más íntimo. De todas
formas, al final quedaremos hablando si la vida bien vale la pena vivirla. En
lo personal y por lo que observamos, pensaría que sí. Pero qué es la vida. Qué
vas a hacer en el momento cuando el Creador te llame.
Sea
cual sea el “mundo posible” que se cree, que se plantee para la historia
personal [como decía Tolkien], esa historia no solo es consecuente; tiene mucho
de autenticidad, y forma parte de las circunstancias, si bien, aquí el
significado de “vida” y “realidad” han hecho por momentos trozos la tipificación
y filiación de facticidad y hechos, con los que a menudo negociamos con
nosotros mismos.
La película en este sentido expuesto, contrasta [si bien no es el vocablo más exacto] imágenes del protagonista, antes y después de la noticia sobre sus pocos años de vida, con su entorno y algunos acompañantes. Un filme entonces que sin melancolía, alecciona que sin tristeza, con la que todas [compartiendo o no el destino de los interlocutores] podemos sentirnos identificadas, pueda coexistir con una cierta indocilidad de querer existir a pesar de conocer el final. Que, aunque sea a través de imágenes y gestos que suelen estar presentes en un tipo de cine intimista [que empieza a agotarse], se nos muestre que es posible resignificarlas y darles una nueva vida. Todo vale la pena vivirlo [“Ya no hay tiempo para enfadarse”].